Tras unas elecciones, aquellos visitantes informaban al Anacoreta de todo lo que habían prometido los políticos. Decían que llevaban años escuchando las mismas promesas, pero que las cosas, más o menos, siempre seguían igual.
Rió el Anacoreta y mirándolos con dulzura les dijo:
- Ni mejorarán mucho más. Con falsas ilusiones y promesas engañosas se mata el presente, que nos sorprende siempre con sucesos y circunstancias que no controlamos. La única promesa que deberían hacer es la de trabajar cada día por el bien de todos y ser honestos.
Y permaneció en silencio mirando sonriendo el horizonte...
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