Visitó un viejo amigo al Anacoreta y le contó los últimos sucesos en su diócesis y en la iglesia de su país. Cuando se quedaron solos, dijo el Solitario a su discípulo:
- Aquí siempre corremos el mismo peligro. O cogemos el trabuco como el cura Merino para salvaguardar la sacrosanta tradición, o nos encerramos en reservas para especies en peligro de extinción.
Iba a retirarse a sus quehaceres, pero al ver la cara de perplejidad del discípulo, aclaró:
- Pablo y los primeros cristianos ni se dedicaron a luchar contra el Imperio Romano, ni se encerraron en las catacumbas, que tan sólo eran cementerios. Se dedicaron a formar comunidades que resplandecían a su alrededor por el Amor que se tenían sus miembros. Y eso les hizo crecer a pesar de las persecuciones...A nosotros nos toca hacer lo mismo. Tanto los merinos como los ocultos, lo único que han conseguido es vaciar las iglesias.
Y se fue rápidamente a su cueva, porque se le estaba calentando la sangre y esto no es bueno para un Anacoreta...
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