En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron. Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles. Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar.
Se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron y, al encontrarlo, le dijeron: "Todo el mundo te busca." Él les respondió: "Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido." Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando los demonios.
Jesús sanaba y consolaba. No solamente a los próximos, como la suegra de Pedro, sino a todos los que les presentaban, a todos los que se lo pedían. No se queda en un lugar; busca allá donde se le necesita. Nosotros debemos imitarlo. Sanar y consolar a los que están junto a nosotros, sin apegarnos a un lugar. Sin esperar a que vengan a nosotros. Somos nosotros los que debemos ir al encuentro de los que necesitan ser sanados y consolados.
"Marcos retrata un Jesús que recorre los pueblos seguido por multitudes que esperan con ansias una mano sanadora. ¡Qué pasaje tan significativo en una realidad de pandemia generalizada! El pasaje retrata a personas desesperadas, cansadas por la angustia, el dolor, el miedo a la muerte, la exclusión social y el malestar físico, buscando la gratuidad de la sanación divina. El recorrido por los pueblos y la atención a las gentes angustiadas retrata la realidad actual que vivimos, donde inmensas cantidades de personas caen enfermas en desesperación física y emocional, expectantes de segundas oportunidades que les devuelvan la esperanza de vida. De igual forma, hace eco de grupos de personas solidarias llevando medicamentos a quienes sufren malestar, pan, vestido y consuelo. ¿Podríamos vernos retratados en este grupo que no es indiferente? La vida entregada de Jesús nos recuerda el acto salvífico de Dios, que atiende con ternura y compasión a todas las personas y que nos llama a usar nuestras capacidades para traer alivio, descanso y consuelo a quienes aguardan expectantes." (Koinonía)
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