En aquel tiempo, llegaron la madre y los hermanos de Jesús y desde fuera lo mandaron llamar. La gente que tenía sentada alrededor le dijo: "Mira, tu madre y tus hermanos están fuera y te buscan." Les contestó: "¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?" Y, paseando la mirada por el corro, dijo: "Éstos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre."
Considerarnos discípulos de Jesús, es considerarnos miembros de una gran familia: "su familia". Es la forma de conseguir la auténtica fraternidad universal. Es la única forma de llegar a la verdadera paz.
"Jesús usaba imágenes y situaciones de la vida cotidiana para explicar las características del reino de Dios. En una ocasión en que lo encontraron sentado enseñando, aprovechó la visita de su familia para enseñar sobre el Reino. Con una mirada suspicaz y una sonrisa en la boca, en vez de responder ante la noticia, Jesús lanzó una pregunta a quienes lo escuchaban: «¿Quién es mi madre y mis hermanos?» Sin duda algunas personas lo tomaron por loco al realizar una pregunta en todo sentido descabellada. Pero él, maestro amante de la ironía y la sorpresa, buscaba provocar a sus oyentes. Su respuesta serviría una vez más para afirmar su proyecto como profeta de Dios: mi familia, hermanos, hermanas, y madre, son todas las personas que construyen el Reino de amor, de paz y de justicia. El ministerio de Jesús como medio de construcción del Reino proclamó la liberación y la justicia, acogió y restauró a las personas marginadas, dio dignidad a las oprimidas y denunció la explotación. ¿Nos consideraría Jesús sus hermanos, hermanas y madres?" (Koinonía)
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