domingo, 22 de enero de 2023

EL REINO DE DIOS, AQUÍ

 

Al enterarse Jesús de que habían arrestado a Juan, se retiró a Galilea. Dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaún, junto al lago, en el territorio de Zabulón y Neftalí. Así se cumplió lo que habla dicho el profeta Isaías: "País de Zabulón y país de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles. El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombras de muerte, una luz les brilló." Entonces comenzó Jesús a predicar diciendo: "Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos."
[Pasando junto al lago de Galilea, vio a dos hermanos, a Simón, al que llaman Pedro, y a Andrés, su hermano, que estaban echando el copo en el lago, pues eran pescadores. Les dijo: "Venid y seguidme, y os haré pescadores de hombres." Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Y, pasando adelante, vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre. Jesús los llamó también. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron. Recorría toda Galilea, enseñando en las sinagogas y proclamando el Evangelio del reino, curando las enfermedades y dolencias del pueblo.]


"Jesús, al comienzo de su tarea, al convocar a sus primeros seguidores, ha hecho una llamada tajante: «Convertíos». Se dirige a todo el pueblo judío, ese pueblo que tantas veces ha caminado «en tinieblas  y en sombras de muerte» (primera lectura). Se trata de una transformación a fondo de los creyentes... que permita que su mensaje evangélico sea buena noticia y cale y sea acogido y transforme la realidad. Se trata de que mucho polvo se había ido acumulando en la vivencia de la fe, llegando a ocultar el auténtico rostro de Dios, a base de mirarse a sí mismos, a sus prácticas religiosas, a sus ideas... No miraban a los pobres, a la injusticia, a las necesidades de las gentes, a tantos excluidos y abandonados a su suerte... De todo ello se ocupará precisamente Jesús... pero quiere que se le unan todos los posibles. Y para empezar hace falta un cambio de mentalidad (convertíos).
Aquella llamada vale también para nosotros, a nuestro modo de ser Iglesia, parroquia, comunidades creyentes. Ha escrito el Papa Francisco:
Necesitamos una Iglesia en movimiento capaz de agrandar sus horizontes, midiéndolos no mediante la estrechez del cálculo humano, o con miedo a cometer errores, sino con la gran medida del corazón misericordioso de Dios. No puede haber una siembra fructuosa de vocaciones si permanecemos simplemente cerrados en el cómodo criterio pastoral del “siempre se ha hecho así”, sin ser audaces y creativos en esta tarea de repensar los objetivos, las estructuras, el estilo y los métodos evangelizadores de las propias comunidades (Ex. ap. Evangelii gaudium, 33).
Hemos de aprender a salir de nuestras rigideces, que nos hacen incapaces de comunicar la alegría del Evangelio, de las fórmulas estandarizadas que a menudo resultan anacrónicas, de los análisis preconcebidos que encasillan la vida de las personas en fríos esquemas. Salir de todo eso. Estamos llamados a una pastoral del encuentro, y dedicar tiempo a acoger y escuchar a todos, especialmente a los jóvenes. (Papa Francisco, Octubre ‘16)
              No se trata de que acudan a misa por la fuerza, o presionarles para que se confirmen o se casen por la Iglesia o bauticen a sus hijos... cuando son persona que apenas viven su fe. Se trata de que nosotros hagamos una buena «limpieza». Lo esencial y lo que no necesita reformas es Jesús y su Evangelio: ese pasar haciendo el bien, el acercarnos a curar toda dolencia, el poner nuestra atención en esos hombres, dejando a un lado redes, barcas y lagos conocidos. Como Jesús -me gustan los verbos usados por el Papa- salir al encuentro, acoger, escuchar, comprender... y dejarse cuestionar.
              No pocas veces nos hemos considerado «propietarios absolutos de la verdad». Y eso nos ha impedido el encuentro, por ejemplo, con nuestros hermanos de las iglesias separadas, y nos hemos enzarzado en asuntos muy poco esenciales, pero que nos han llevado a la división. Esto ya pasaba en la Iglesia de Corinto. Pedía San Pablo: «Estad bien unidos con un mismo pensar y un mismo sentir...  cada cual anda diciendo: «Yo soy de Pablo, yo soy de Apolo, yo soy de Cefas..». Como si dijéramos hoy: Yo soy de Juan Pablo II, yo soy de Benedicto, yo soy de Francisco, yo soy de este movimiento, a mí me va este cura y los demás... no mucho.... Estas cosas no convocan a nadie.
             Ya decía nuestro sabio Antonio Machado: "¿Tú verdad? No, la verdad; y ven conmigo a buscarla. La tuya guárdatela". Escuchar la verdad del otro, aprender del otro, buscar con el otro... y relativizar tantas cosas que «siempre han sido así», como si eso fuera un argumento aceptable. «Un mismo pensar y un mismo sentir»... no significa pensar todos los mismo, estar uniformados, hacer todos las cosas del mismo modo y estrictamente según lo que está mandado. Tiene que haber audacia y creatividad, audacia para cambiar, para arriesgarnos a equivocarnos... 
Escribiço el dominico Y. Congar, uno de los grandes teólogos dominico del pasado Concilio:
Si siempre se estuviese obligado a adoptar la forma de pensamiento teológico, de práctica religiosa o de organización actualmente en uso, no habría existido jamás en la Iglesia ni aggiornamento (=puesta al día), ni reforma, ni progreso. El problema de toda iniciativa profética es la de ir más allá no sólo de las formas actualmente en uso, de hecho, sino también más allá de las formas homologadas. No es necesario hacer otra Iglesia, es necesario hacer una Iglesia diversa. Poniendo en cuestión algo de la Iglesia, no poner en cuestión la Iglesia misma. Una idea puede ser pura, la realidad y la vida no lo son. Las reformas exitosas en la Iglesia son aquellas que se han hecho en función de las necesidades concretas de las personas, en una perspectiva pastoral, en el clima de la santidad. (Yves Congar, Vrai et fausse réforme dans I'Église (1950)
             No hacen falta comentarios.  Subrayo las palabras del Papa: «Salir de nuestras rigideces, que nos hacen incapaces de comunicar la alegría del Evangelio, de las fórmulas estandarizadas que a menudo resultan anacrónicas»... No pocas veces son los propios hermanos -seguramente con su mejor buena voluntad- los que apagan cualquier cosa que suene a cambio, a salirse de lo de siempre.
                 Pasa hoy en esta Iglesia nuestra con algunos miembros de la jerarquía eclesial ... empeñados en construir y mantener una Iglesia, un lenguaje, unas liturgias, unas teologías, unas vestimentas... muy apropiadas para los siglos pasados... pero poco sensibles a las gentes de estos tiempos y a las sensibilidades de estos tiempos. «Hay que formarles», dicen, para que puedan conectar... ¿con lo de antes? Los fieles son los que nos tienen que escuchar. Al revés parece que no. Las «momias» permanecen y soportan el paso del tiempo, inalteradas... pero no tienen vida. El Evangelio y la fe no pueden ser «objetos de museo» o reliquias de tiempos pasados, que satisfacen a muy pocos... Costará, ya lo sabemos por experiencia. A muchos los cambios les provocan alergia.
          El pueblo que camina en tinieblas hoy necesita de nuevo una gran luz. Y a nosotros nos toca «despertar», espabilarnos y salir de nuevo a las periferias, a los lagos, a los pueblos, a donde están las gentes... y escucharles, y buscar con ellos ese «Reino de Dios» que está tan cerca. Y hacer propuestas, y arriesgarnos y.... anunciar lo que hemos visto, experimentado, vivido...
          Este es hoy mi profundo deseo, mi inquietud... que seguro comparten muchos. Que nos estimule a ser «pescadores» de los hombres y mujeres de hoy. Porque no es lo mismo ser una «vieja Iglesia»... que una «Iglesia vieja»."
(Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf, Ciudad Redonda)

1 comentario:

  1. Yo creo, que para eso la direccion a tomar es facil. El es el camino la verdad y la vida. Hay que ser como Jesús. Todo lo estimo como nada con tal de ganar a Cristo y tambien no somos ni de Pedro ni de Pablo si no de Cristo. Creo que es muy sencillo lo que nos mando Jesús. Amaos los unos a los otros como yo os he amado. El que escucha su palabra y la obra este es el que tendra hara y sera el verdadero reino de Dios.Nada de excluir Jesús vino a llamar a los pecadores. TODO EN CRISTO.

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