En aquel tiempo, entró Jesús otra vez en la sinagoga, y había allí un hombre con parálisis en un brazo. Estaban al acecho, para ver si curaba en sábado y acusarlo. Jesús le dijo al que tenía la parálisis: "Levántate y ponte ahí en medio." Y a ellos les preguntó: "¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer lo bueno o lo malo?, ¿salvarle la vida a un hombre o dejarlo morir?" Se quedaron callados. Echando en torno una mirada de ira, y dolido de su obstinación, le dijo al hombre: "Extiende el brazo." Lo extendió y quedó restablecido. En cuanto salieron de la sinagoga, los fariseos se pusieron a planear con los herodianos el modo de acabar con él.
Seguimos viendo la hipocresía de fariseos. No les importa la salud de aquel hombre. Para ellos lo importante es la ley. Una ley totalmente deshumanizada. Por eso Jesús los mira con ira y dolor. Jesús los deja en evidencia. Ellos, ciegos ante la Verdad, sólo piensan en eliminarlo.
"En una ocasión Jesús hizo una advertencia a sus discípulos: «¡cuidaos de no colar el mosquito y tragarse el camello!» El evangelio de hoy nos da un ejemplo de esta advertencia que refleja actitudes en las que descuidamos lo fundamental de la vida por priorizar asuntos sin relevancia. Nos encontramos con el episodio del hombre de la mano paralizada que es curado por Jesús en sábado. Más allá del milagro de curación física, causa de alegría y celebración, el texto pone de relieve el sentimiento de tristeza que Jesús experimenta por la actitud de los líderes religiosos. Éstos, preocupados por prácticas rituales, no se alegran ante el alivio físico y emocional de un hombre recién curado de su enfermedad. Jesús se duele por lo que llama la ‘dureza del corazón’ que les impide comprender que, en el alivio de las personas sufrientes, dolidas y marginadas se realiza la voluntad de Dios. Pidamos al Señor su guía para no provocar dolor a su corazón colando el mosquito y tragando el camello." (Koinonía)
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