En aquel tiempo, Jesús salió de nuevo a la orilla del lago; la gente acudía a él, y les enseñaba. Al pasar, vio a Leví, el de Alfeo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: "Sígueme." Se levantó y lo siguió. Estando Jesús a la mesa en su casa, de entre los muchos que lo seguían un grupo de publicanos y pecadores se sentaron con Jesús y sus discípulos. Algunos escribas fariseos, al ver que comía con publicanos y pecadores, les dijeron a los discípulos: "¡De modo que come con publicanos y pecadores!" Jesús lo oyó y les dijo: "No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores."
Jesús nos da el ejemplo. La Iglesia no es la reunión de perfectos, sino de pecadores. Y debemos aceptar y comprender a todos. Ayudar. Como en el evangelio de ayer, nuestra Fe debe ayudar a que los otros caminen.
"Sentarse a la mesa es un acto de intimidad y sacralidad. Compartimos la mesa con familia y amistades en señal de afecto o con desconocidos para iniciar un acercamiento. Incluso en una comida se llegan a sellar compromisos y negocios. La mesa es una oportunidad para la comunión donde quienes participan viven momentos de alegría y esperanza. En el cristianismo la mesa también tiene un trasfondo religioso y social importante. En ella los comensales aprenden la enseñanza de Jesús y en su comunión se construye el Reino. Marcos nos retrata una escena en la que Jesús se sienta a la mesa, pero no con su familia o amistades, sino con personajes de no muy buena reputación: Come con Leví y con otras personas tratadas como pecadoras por parte del sistema religioso. Jesús hace de la mesa espacio de encuentro liberador, promoviendo la inclusión y la conversión; mostrando en una comida la acción transformadora de Dios. Participemos de la mesa transgresora que se convoca para luchar por la justicia y la igualdad." (Koinonía)
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