"Mis ovejas reconocen mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna y jamás perecerán ni nadie me las quitará. Lo que el Padre me ha dado es más grande que todo, y nadie se lo puede quitar. El Padre y yo somos uno solo."
La semana pasada, Juan nos presentaba a Jesús como alimento, como pan para hacernos uno con Él. esta semana nos lo presenta como pastor. Un pastor que nos conoce, al que debemos escuchar y seguir.
La imagen del pastor podemos interpretarla mal. podemos reducir el cristianismo a una jerarquía que manda (pastorea) y unos fieles que debemos obedecer como ovejas (borregos). Esto es una simplificación muy alejada de lo que Jesús quiere decirnos presentándose como pastor. La relación que Jesús quiere que tengamos con Él, es mucho más profunda.
Primero quiere que reconozcamos su voz, que escuchemos su voz. Y Jesús nos habla de muchas maneras. Nos habla a través de su Palabra en los evangelios. Pero nos habla también por la boca de nuestros hermanos más necesitados. Nos habla en los acontecimientos del día a día.
También Jesús nos indica que Él nos conoce uno a uno. Nos conoce de verdad. Los que están llamados a ser pastores en la Iglesia, deben hacer lo mismo. Acercarse a la gente, conocerlos. No dirigir desde un despacho.
Jesús dice que sus ovejas le siguen. No se es cristiano únicamente por conocer un catecismo, o cumplir una liturgia. Se es cristiano cuando seguimos a Jesús, con todo lo que esto comporta. No un seguimiento borreguil, si no una entrega total, un intentar vivir como Él vivió. Seguirlo es intentar ser como Él.
Y en la última afirmación, "el Padre y Yo somos uno solo", Jesús nos dice que solamente podemos llegar a Dios que a través de Él. Que solamente podemos conocerlo, conociéndolo a Él. Todo lo que se aleje de Jesús, son elucubraciones y falsas imágenes de Dios.
Hoy el evangelio nos pide, que sigamos a Jesús.
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