"Al oír todo esto, muchos de los que seguían a Jesús dijeron:
– Su enseñanza es muy difícil de aceptar. ¿Quién puede hacerle caso?
Jesús, dándose cuenta de lo que estaban murmurando, les preguntó:
–¿Esto os ofende? ¿Qué pasaría si vierais al Hijo del hombre subir a donde antes estaba? El espíritu es el que da vida; el cuerpo de nada aprovecha. Las cosas que yo os he dicho son espíritu y vida. Pero todavía hay algunos de vosotros que no creen.
Es que Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían, y quién el que le iba a traicionar. Y añadió:
– Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no lo trae.
Desde entonces dejaron a Jesús muchos de los que le habían seguido, y ya no andaban con él. Jesús preguntó a los doce discípulos:
– ¿También vosotros queréis iros?
Simón Pedro le contestó:
– Señor, ¿a quién iremos? Tus palabras son palabras de vida eterna. Nosotros sí hemos creído, y sabemos que tú eres el Santo de Dios."
Los que siguen sin entender el sentido de las palabras de Jesús lo abandonan. No es fácil seguir a Jesús. Hoy, muchos de los que dicen no tener Fe, en realidad es que no han entendido a Jesús. Tienen una falsa imagen de Dios. Siguieron la catequesis de niños y allí acabó todo. Ya no profundizaron más en el contenido de su Fe, como sí lo hicieron en otras materias. Llegó un momento en que se les hizo imposible aceptar esa falsa imagen de Dios y dejaron de creer.
A Dios se llega a través de Jesús. La Fe, animada por el Espíritu, debe crecer día a día por el seguimiento de Jesús. Al Padre lo descubrimos cada vez un poco más, mediante la meditación de la Palabra y haciéndonos uno con Jesús, siguiéndolo. Por eso Pedro reconoce en nombre de los otros discípulos, que la Palabra de Jesús da la vida para siempre. Esa Palabra es la que debemos meditar cada día. No con meditaciones teóricas y etéreas, sino aplicando esa Palabra a las situaciones de cada día, a la vida cotidiana.
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