"¡Ay de vosotros!, que construis los sepulcros de los profetas a quienes mataron vuestros antepasados. Con eso dais a entender que estáis de acuerdo con lo que vuestros antepasados hicieron, pues ellos los mataron y vosotros construis sus sepulcros.
Por eso, Dios dijo en su sabiduría: ‘Les mandaré profetas y apóstoles; a unos los matarán y a otros los perseguirán.’ Dios pedirá cuentas a la gente de hoy de la sangre de todos los profetas que fueron asesinados desde la creación del mundo, desde la sangre de Abel hasta la de Zacarías, a quien mataron entre el altar y el santuario. Sí, os digo que Dios pedirá cuentas de la muerte de ellos a la gente de hoy.
¡Ay de vosotros, maestros de la ley!, que os habéis apoderado de la llave de la ciencia, y ni vosotros entráis ni dejáis entrar a los que quieren hacerlo.
Cuando Jesús les dijo estas cosas, los maestros de la ley y los fariseos se llenaron de ira y comenzaron a molestarle con muchas preguntas, tendiéndole trampas para cazarlo en alguna palabra."
Nos es muy fácil dirigir estas palabras de Jesús a los judíos, a los fariseos, a los maestros de la ley; pero estas palabras también van dirigidas a nosotros. Los que rechazamos a los "profetas" que Dios nos envía. Los que encerramos la Palabra en bellos libros, estupendas teologías, pero las alejamos de la vida cotidiana. Los que decimos Amén para la galería y ese amén no sale de nuestro corazón.
¿Por qué hemos hecho de la religión una ciencia y la hemos alejado del corazón de la gente sencilla? Desde las cátedras de las escuelas de teología y desde los palacios episcopales, hemos matado la auténtica espiritualidad. Hemos hecho del Evangelio algo sin vida, ajeno al día a día. Y lo que es peor, hemos hecho de la religión un "modus vivendi" que ha alejado de Dios a la gente sencilla.
Sólo podemos exclamar: ¡Ay de nosotros!
Nos es muy fácil dirigir estas palabras de Jesús a los judíos, a los fariseos, a los maestros de la ley; pero estas palabras también van dirigidas a nosotros. Los que rechazamos a los "profetas" que Dios nos envía. Los que encerramos la Palabra en bellos libros, estupendas teologías, pero las alejamos de la vida cotidiana. Los que decimos Amén para la galería y ese amén no sale de nuestro corazón.
¿Por qué hemos hecho de la religión una ciencia y la hemos alejado del corazón de la gente sencilla? Desde las cátedras de las escuelas de teología y desde los palacios episcopales, hemos matado la auténtica espiritualidad. Hemos hecho del Evangelio algo sin vida, ajeno al día a día. Y lo que es peor, hemos hecho de la religión un "modus vivendi" que ha alejado de Dios a la gente sencilla.
Sólo podemos exclamar: ¡Ay de nosotros!
No hay comentarios:
Publicar un comentario