"Al entrar en Cafarnaún, un centurión romano se le acercó para hacerle un ruego. Le dijo:
– Señor, mi asistente está en casa enfermo, paralítico, sufriendo terribles dolores.
Jesús le respondió:
– Iré a sanarlo.
– Señor – le contestó el centurión –, yo no merezco que entres en mi casa. Basta que des la orden y mi asistente quedará sanado. Porque yo mismo estoy bajo órdenes superiores, y
a la vez tengo soldados bajo mi mando. Cuando a uno de ellos le digo
que vaya, va; cuando a otro le digo que venga, viene; y cuando ordeno a
mi criado que haga algo, lo hace.
Al oir esto, Jesús se quedó admirado y dijo a los que le seguían:
– Os aseguro que no he encontrado a nadie en Israel con tanta fe como este hombre. Y os digo que muchos vendrán de oriente y de occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos."
El centurión le dice a Jesús que no es digno de que entre en su casa. Adviento es el tiempo litúrgico en el que debemos prepararnos a recibir a Jesús. ¿Tenemos la humildad del centurión, que se considera indigno? Pero hay otro aspecto importante en el que nos debemos fijar. El centurión es un pagano. ¿Qué es lo que hace que se acerque a Jesús?:
La compasión, el deseo de ayudar a su criado que está enfermo y sufre.
Todo aquél, creyente o no, que se compadece del que sufre, del enfermo, del perseguido injustamente...está, aunque no lo sepa, muy cerca de Jesús. Mucho más que aquel creyente que vive encerrado en sí mismo y pensando solamente en su propio provecho.
Al final de los tiempos, Dios encontrará Fe en muchos que creen no tenerla. Porque la verdadera Fe, la forma auténtica de acercarnos a Dios es el amor.
¿Dejaremos entrar a Jesús en nuestra "casa"?
¿Dejaremos entrar a Jesús en nuestra "casa"?
Com diu la cançò de Lluis Llach.Fe es donar la ma i si es dona la ma hi ha estimació.
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