"Los apóstoles pidieron al Señor:
– Danos más fe.
El Señor les contestó:
– Si tuvierais fe, aunque fuera tan pequeña como una semilla de mostaza, podríais decirle a esta morera: ‘Desarráigate de aquí y plántate en el mar’, y el árbol os obedecería.
Si uno de vosotros tiene un criado que regresa del campo después de haber estado arando o cuidando el ganado, ¿acaso le dice: ‘Pasa y siéntate a comer’? No, sino que le dice: ‘Prepárame la cena y estáte atento a servirme mientras como y bebo. Después podrás tú comer y beber.’ Y tampoco da las gracias al criado por haber hecho lo que le mandó. Igualmente vosotros, cuando ya hayáis hecho todo lo que Dios os manda deberéis decir: ‘Somos servidores inútiles; no hicimos más que cumplir con nuestra obligación.’"
Como los apóstoles, debemos pedir más Fe a Jesús. Nuestra sociedad cada vez es menos creyente. Lo relativizamos todo y buscamos una fe a medida, que no suponga tener que cambiar de vida. Tener Fe es abandonarse en las manos de Dios. Organizar nuestra vida a su servicio, al servicio de los hombres. Y esto, convencidos de que no hacemos nada especial, sino, simplemente, cumplir con nuestro deber.
"En el texto de Lucas vemos a los discípulos, conscientes de su poca fe, de su incapacidad para dar su adhesión plena a Jesús y a su mensaje. Por eso le piden que les aumente la fe. Jesús constata en realidad que tienen una fe más pequeña que un grano de mostaza, semilla del tamaño de una cabeza de alfiler. No dan ni siquiera el mínimo, pues con tan mínima cantidad de fe bastaría para hacer lo imposible: arrancar de cuajo con sólo una orden una morera y tirarla al mar. Este mínimo de fe es suficiente para poner a disposición del discípulo la potencia de Dios.
"En el texto de Lucas vemos a los discípulos, conscientes de su poca fe, de su incapacidad para dar su adhesión plena a Jesús y a su mensaje. Por eso le piden que les aumente la fe. Jesús constata en realidad que tienen una fe más pequeña que un grano de mostaza, semilla del tamaño de una cabeza de alfiler. No dan ni siquiera el mínimo, pues con tan mínima cantidad de fe bastaría para hacer lo imposible: arrancar de cuajo con sólo una orden una morera y tirarla al mar. Este mínimo de fe es suficiente para poner a disposición del discípulo la potencia de Dios.
Miro a mi alrededor y pienso que algo no funciona. Tantos cristianos, tantos católicos, tantos colegios religiosos... Y me pregunto: ¿Cuántos creyentes? ¿Tienen fe los cristianos, los sacerdotes y religiosos, los obispos? ¿Tenemos fe? ¿O tenemos una serie de creencias, un largo y complicado credo que recitamos de memoria y que poco atañe a nuestras vidas?
Las palabras de Jesús siguen resonando hoy. “Si tuvierais fe como un grano de mostaza...” O lo que es igual: si siguierais mi camino, si vivierais según el Evangelio... tendríais la fuerza de Dios para cambiar el sistema.
Sigo mirando a mi alrededor y veo una Iglesia apegada a sus privilegios, que se codea con los poderes fácticos, que depende en muchos países económicamente del Estado, capaz de echarle un pulso al poder político y vencer, identificada con frecuencia con la derecha o el centro, defensora a ultranza de su estatuto de religión verdadera y prioritaria.
Me vuelvo al evangelio y releo sus páginas: “Vende todo lo que tienes y repártelo a los pobres, que Dios será tu riqueza, y anda sígueme a mí” (Lc 18,22). “Las zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos, pero este hombre no tiene dónde reclinar la cabeza” (Lc 9,58). “No andéis agobiados pensando qué vais a comer, ni por el cuerpo pensando con qué os vais a vestir” (Lc 12,22). “Los reyes de las naciones las dominan y los que ejercen el poder se hacen llamar bienhechores. Pero vosotros nada de eso; al contrario, el más grande entre vosotros iguálese al más joven, y el que dirige al que sirve” (Lc 22,25-26).
Pobres, libres, sin seguridades, sin poder, como Jesús. Sólo tiene fe quien se adhiere a este estilo de vida evangélico. Quien no, tiene creencias, que para casi nada sirven. Y así no se puede cambiar ni el sistema religioso ni siquiera el mundano.
Tal vez tengamos que reconocer que somos “siervos inútiles”, pues no andamos en el sistema de la fe, sino en el del cumplimiento de las obras de la ley, como los fariseos, que, al final, de su trabajo tienen que considerarse “siervos inútiles”, pero no “hijos de Dios” que es a lo que estamos llamados a ser, como ciudadanos del Reino que todos anhelamos."
– Si tuvierais fe, aunque fuera tan pequeña como una semilla de mostaza, podríais decirle a esta morera: ‘Desarráigate de aquí y plántate en el mar’, y el árbol os obedecería.
ResponderEliminarSi uno de vosotros tiene un criado que regresa del campo después de haber estado arando o cuidando el ganado, ¿acaso le dice: ‘Pasa y siéntate a comer’? No, sino que le dice: ‘Prepárame la cena y estáte atento a servirme mientras como y bebo. Después podrás tú comer y beber.’ Y tampoco da las gracias al criado por haber hecho lo que le mandó. Igualmente vosotros, cuando ya hayáis hecho todo lo que Dios os manda deberéis decir: ‘Somos servidores inútiles; no hicimos más que cumplir con nuestra obligación.’"