Llegó a la cueva del Anacoreta un hombre desesperado.
- ¿ Para qué rezar, si siempre se produce lo contrario de lo que pido? - exclamaba con amargura el pobre hombre.
El Anacoreta lo miró con simpatía. Le ofreció una piedra para sentarse, un poco de agua y mirando a la lejanía le dijo.
- Una vez hubo un naufragio del que se salvó sólo una persona. Agotada, agarrada a un madero llegó a una isla deshabitada. Cada día rezaba a Dios pidiendo que lo rescataran y pasaba horas mirando al horizonte buscando la ayuda ansiada; pero ésta nunca llegaba. Cansado, empezó a construir una cabaña para guarecerse y proteger sus pocas pertenencias. Un día, después de andar buscando comida, encontró la choza en llamas. El humo subía al cielo. Lo poco que tenía lo había perdido. Le sobrevino un fuerte ataque de rabia. Estaba confundido y enojado con Dios: "¿Cómo has podido hacerme esto?" Finalmente, agotado, se quedó dormido sobre la arena, junto a los restos calcinados y aún humeantes de su cabaña. Cuando se despertó, escuchó asombrado el la sirena de un barco que se acercaba a la isla. Venían a rescatarlo. Les preguntó que cómo sabían que estaba allí. Y sus rescatadores le contestaron: "Vimos las señales de humo que nos hiciste."
El Anacoreta guardó silencio un buen rato. Luego, acariciando la cara del desesperado, añadió:
- ¿Cuándo nos convenceremos de que Dios escribe recto con renglones torcidos? ¿Por qué ante los acontecimientos, no sabemos pararnos a reflexionar y ver lo positivo que hay en ellos?
Llegó destrozado a la cueva del Anacoreta. No físicamente, sino anímicamente.
- Mi mujer me ha dejado, mis hijos son drogadictos y antisistema, mis compañeros de trabajo huyen de mi...Yo, que he dedicado mi vida a mi mujer, a mis hijos, a ayudar a mis compañeros...
El Anacoreta posó sus ojos llenos de paz sobre él y le preguntó:
- ¿Los has amado?
El hombre respondió casi con violencia:
- ¿Que si los he amado? No he hecho otra cosa en la vida. Estaba pendiente del menor deseo de mi mujer. Siempre pensaba en ella. Ni en pensamientos le he sido infiel. Me volqué en mis hijos para que no les faltase nada ni en lo material, ni en educación, ni en formación... Y mis compañeros de trabajo eran para mí, hermanos. Los reemplazaba, los ayudaba, los intentaba promocionar - suspiró y prosiguió - y todo ha sido un fracaso. Un desastre.
El Anacoreta, como a veces hacía cuando reflexionaba, tomó un puñado de polvo y lo dejó deslizar lentamente entre sus dedos. Luego dijo:
- Tu problema es que no te has dejado amar.
El hombre lo miró interrogativo:
- ¿?
- Sí. Tú creías amar a tu mujer porque todo el día estabas pendiente de ella, pero nunca le diste tiempo a que ella se ocupara de ti. No la dejaste que te amara. No te extrañe que se haya ido con el primero que se ha dejado amar.
Creías que amabas a tus hijos porque se lo dabas todo. ¿Los escuchaste realmente? Ellos querían un padre para amar, no un proveedor de todo. Los hijos aprenden a amar amando a sus padres. No te extrañe que ahora no sepan amar.
Tus compañeros quieren ser ellos mismos. Quieren amarte por lo que eres, no por lo que haces por ellos. Es normal que huyan de ti.
El Anacoreta miró el horizonte y afirmó:
- Sí. No te has dejado amar. Es más difícil dejarse amar que amar...
Se acercó un día un joven a la cueva del Anacoreta y le dijo:
- Déjame quedarme contigo.
- ¿Por qué? - le preguntó el solitario.
- Porque quiero ser como tú.
El Anacoreta lo miró con dulzura y en su rostro se dibujó aquella sonrisa, llena de paz, que tanto impresionaba a la gente. Luego se sentó en la piedra que usaba para contemplar el desierto y dijo:
- Había dos montañas. Una era altísima, hecha de rocas blancas que brillaban con el sol al amanecer. Junto a ella había una mucho más pequeña. Una colina de tierra marrón y verdes plantas. Aquella pequeña montaña siempre miraba con envidia a la alta y pensaba: "¿Por qué no soy como ella, alta, de roca, brillante...?
Pero un dia llegaron unos excursionistas cargados con sus mochilas y sus tiendas de campaña. Al ver las montañas se dirigieron , sin dudarlo, a la más alta. Cuando llegaron a la cima quedaron asombrados del paisaje. Pero cuando quisieron montar las tiendas les fue imposible. Todo era roca y no había forma de hundir los clavos. Así que bajaron hasta la montaña pequeñita. Allí no tuvieron ningún problema para montar las tiendas; por lo que se quedaron una buena temporada. Plantaron verduras, flores y algunos árboles. Aquella montaña pequeña ya no volvió a mirar con envidia a su vecina.
Guardó un rato de silencio con la vista perdida en el desierto. Luego prosiguió:
- Con mucha frecuencia miramos a los demás y nos preguntamos por qué no somos ricos, sabios, generosos o santos como ellos. Esto nos paraliza. Nuestra vocación está allí donde estamos y en aquello que somos. Cada uno de nosotros es un ser único y tenemos una llamada especial en la vida a la que debemos responder. Y sólo podemos responder nosotros. Si quieres quedarte en el desierto, quédate; pero no intentes ser como yo. ¡Sé tu mismo!
Aquel joven vino a pedirle consejo. Todos le ninguneaban. ¡Era tan poca cosa! Si había que trabajar en equipo, nadie lo quería en su grupo. En los debates no le daban la palabra o pasaban por alto sus sugerencias. Nadie le escuchaba. Cuando escogían los equipos de deportes, siempre era el último en ser elegido. Era realmente un don nadie.
El Anacoreta lo tomó de la mano y lo llevó junto a su cueva. Allí, entre las rocas, brotaba un hilillo de agua. Era tan débil, que no se le podía denominar ni manantial, ni fuente, ni...nada. Era eso; un simple hilillo de agua. Más abajo, el Anacoreta había formado una pequeña represa donde recogía el agua de aquel humilde hilillo. Con ella regaba de vez en cuando, ahorrando todo lo que podía, un pequeño huerto que le servía de sustento.
- ¿Ves? Este hilillo de agua pensó mucho tiempo que no servía para nada y su escasa gua se perdía en la arena del desierto. Yo le hice ver que lo necesitaba. Y en su humildad, no sólo sacia mi sed, sino que es capaz de hacer vivir verduras que me alimentan.
El Anacoreta miró al horizonte y, dulcemente, dijo al muchacho.
- Anada, vete. Tú eres como ese hilillo de agua. En tu humildad nadie te valora, pero con constancia, lograrás grandes cosas. Pon tu sencillez al servicio de los otros y verás como llegarán a considerarte imprescindible. Y no lo dudes...hay alguien que te necesita.
Llegó un peregrino a la cueva del Anacoreta y le pidió:
- Bendíceme, Maestro.
El Anacoreta empezó a enumerar las bondades del peregrino.
Este extrañado, insistió.
- Os he pedido vuestra bendición; no que me elogiéis.
El Anacoreta lo miró profundamente y sonrió con placidez. Suspiró y dijo:
- Bendecir no es un gesto ni repetir una fórmula ritual. Bendecir es "decir-bien". Cada ve que hablamos bien de alguien lo estamos bendiciendo.
Guardó unos instantes de silencio, miró a lo lejos y prosiguió:
- ¿No crees que a nuestro mundo le faltan muchas bendiciones? ¡Sólo se oye hablar mal de los otros! Escucha el discurso más simple de un político. Pasa más tiempo en descalificar a los demás, que en decir qué es lo que él va a hacer. Toma cualquier periódico. Encontrarás más artículos de crítica que de alabanza. Eso es maldecir, "decir-mal". Y así como la bendición nos trae el bien, la maldición engendra el mal. Sí, cada vez que hablamos bien de alguien, que lo felicitamos, que le demostramos ternura, lo estamos bendiciendo. Deberíamos llenar el mundo de bendiciones.
"Cuando Jesús oyó que Juan estaba en la cárcel, se dirigió a Galilea.Pero no se quedó en Nazaret, sino que se fue a vivir a Cafarnaún, a orillas del lago, en los territorios de Zabulón y de Neftalí.Esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho el profeta Isaías:
“Tierras de Zabulón y de Neftalí,
más allá del Jordán,
a la orilla del mar:
Galilea de los paganos.
El pueblo que andaba en oscuridad
vio una gran luz;
una luz iluminó
a los que vivían en sombras de muerte.”
Desde entonces comenzó Jesús a proclamar: “¡Volveos a Dios, porque el reino de los cielos está cerca!”
Jesús paseaba por la orilla del lago de Galilea, cuando vio a dos hermanos: a Simón, también llamado Pedro, y a Andrés. Eran pescadores, y estaban echando la red al agua.Jesús les dijo:
– Seguidme, y yo os haré pescadores de hombres.
Al momento dejaron sus redes y se fueron con él.
Un poco más adelante vio Jesús a otros dos hermanos: Santiagot y Juan, hijos de Zebedeo, que estaban con su padre en una barca reparando las redes. Jesús los llamó,y al punto, dejando ellos la barca y a su padre, le siguieron.
Recorría Jesús toda Galilea enseñando en la sinagoga de cada lugar. Anunciaba la buena noticia del reino y curaba a la gente de toda clase de enfermedades y dolencias."
El comentario de hoy de Koinonía es muy completo, por lo que no añado nada más.
"Son bastantes los detalles que merecen comentario en este evangelio.
- Jesús comienza su actividad tomando como referencia los signos de los tiempos. Al menos el evangelista hace notar que no empezó Jesús sin más cuando quiso, sino al ver que habían encarcelado a Juan. Jesús reacciona ante los hechos de la historia que le rodea. No viene a cumplir una misión ya programada previamente y que ha de llevarse a cabo con la indiferencia del «pase lo que pase».
- Jesús «fue a vivir» a Cafarnaúm. Algunos teólogos (Nolan por ejemplo) hacen notar que «se estableció» allí, y que, probablemente, la que varias veces en los evangelios se cita como «su casa» sería casa no de Pedro, sino la casa de Jesús... No hay seguridad, pero no es improbable. Una duda sobre esa imagen tan fácil que nos hemos hecho del Jesús evangelizador itinerante.
- El contenido de lo que sería la «primera predicación» de Jesús, o más bien, la tónica dominante de la predicación de Jesús: la venida del Reinado de Dios, como buena noticia que invita al cambio... Hoy ya esto lo saben los niños en la catequesis parroquial, cuando hace cuarenta años lo ignorábamos todos los cristianos adultos, incluidos los predicadores: que el centro de la predicación de Jesús fue el «Reinado de Dios», un concepto entre profético y escatológico... O sea: que Jesús no fue un predicador doctrinal teórico, ni un maestro de sabiduría religiosa, ni un asceta... sino un profeta dominado por la urgencia de una pasión, la pasión por el Reinado de Dios que él creía inminente...
- No era sólo un anuncio, sino una con-moción: Jesús anunciaba para empujar al cambio, para animar la esperanza en el cambio que Dios mismo estaba a punto de empujar... Por eso, su anuncio era para la conversión: «cambien su vida y su corazón porque el Reino de los Cielos se ha acercado», traduce la Biblia Latinoamericana.
- Aquí hay una doble dirección: hay que cambiar (convertirse) «porque» viene el Reinado de Dios, y, también, hay que cambiar «para que» venga, para hacer posible que venga, porque cambiando, en nuestro cambiar, ya está viniendo ese Reinado... Son las dos dimensiones: activa y pasiva, receptiva y provocativa, de contemplación y de lucha... sin unilateralismos.
- El carácter concreto del tipo de praxis que Jesús adopta, que no es la de transformar la sociedad él mismo directamente, con sus propias prácticas, no es la de afrontar directamente la tarea, sino la de enrolar a otros, convencer a otros para sumarse a la tarea, y para ello, dedicarse a desbloquear las mentes, a iluminar los corazones, abrir la visión de los demás... para que puedan incorporarse a la transformación de la sociedad. Si se nos permite decirlo así, Jesús, más que una práctica, asume una práctica teórica y simbólica. Él no se hace médico ni se dedica a curar a los enfermos, sino a dar la Buena Noticia, aunque salpica su predicación constantemente con «signos» de curación: «predicaba y sanaba». Teoría y práctica. Esta práctica era apoyo de aquella teoría, y la teoría no era realmente tal, sino una práctica teórica: Jesús ejercía de abridor de mentes, iluminador de corazones, generador de esperanza, transmisor de energías...
- En esa línea se puede enmarcar mejor aún lo de convertir a sus más allegados en «pescadores de personas» (no «de hombres»), lo que él mismo estaba siendo, lo que cualquier discípulo debe también ser. El expansionismo evangelizador misionero proselitista, el querer extender el cristianismo a todo el mundo haciendo tabla rasa de las demás religiones, ya no tiene lugar en una visión a la altura de los tiempos actuales. El ser realmente «evangelizador» apasionado por la Utopía del Reino (utopía que no es enemiga de las demás religiones ni pretende imponer ninguna cultura) sigue teniendo plenamente sentido.
Muchos detalles, muchos temas, en un evangelio sencillo pero enjundioso." (Koinonía)
- Id por todo el mundo y anunciad a todos la buena noticia.El que crea y sea bautizado, será salvo; pero el que no crea será condenado.Y estas señales acompañarán a los que creen: en mi nombre expulsarán demonios; hablarán nuevas lenguas;cogerán serpientes con las manos; si beben algún veneno, no les dañará; pondrán las manos sobre los enfermos, y los sanarán." Los cristianos tenemos la obligación de anunciar la Buena Nueva. Y de hacerlo ayudando a los demás. Él estará siempre con nosotros. La mejor manera de anunciar el Evangelio es viviendo la vida de Jesús. Es decir, amando a los demás; sobre todo a los más pobres, a los perseguido, a los que sufren. "Jesús instruye a sus apóstoles sobre la misión. En primer
lugar, en salida “id y anunciad” la buena noticia a toda la Comunidad. Quería
una iglesia misionera, una iglesia en salida, como lo ha dicho recientemente el
Papa Francisco. La fe está unida al bautismo. Quien cree se sumerge en el agua
que significa la vida (misión) de Cristo Jesús. Y la misión de Jesús es que
“todos los seres humanos tengamos una vida abundante”. Por eso, el que rechaza
el proyecto de Jesús, está rechazando la posibilidad de dignificación de los
hermanos más pobres. A los que se adhieren al plan de Jesús les acompañarán
señales muy concretas para vencer al mal. Estarán capacitados para comunicar
vida y esperanza a todos los oprimidos por las estructuras de pecado y de
muerte. Tengamos la plena confianza de que si actuamos en nombre de Jesús él nos
acompaña y nos dará el valor para vencer el mal con la fuerza del amor, la
justicia y la bondad." (Koinonía)
Y se incendió el desierto. Me preguntaréis qué hay para quemarse en el desierto. En el del Anacoreta había unos matojos resecos y escuálidos, que, sin saber cómo, empezaron a arder. Nadie supo de dónde vino el fuego ni hacia dónde fue. La oveja del Anacoreta, asustada, también desapareció. La leche que les proporcionaba, era una de las fuentes nutritivas para el anacoreta y su discípulo.
El desierto quedó cubierto por una capa de ceniza que ocultaba las huellas de la oveja. Tomó el discípulo una escoba de ramas de brezo y empezó a barrer con furia buscando las huellas de la oveja. El Anacoreta lo contemplaba sonriendo. Pasaron unos minutos; el discípulo sudaba por todos sus poros y las huellas no aparecían. Cuando el discípulo dejó la escoba, el Anacoreta se agachó y con suavidad, empezó a soplar sobre la ceniza. Al poco rato aparecieron, nítidas, las huellas de la oveja. Siguieron la dirección que indicaban y no tardaron en encontrar, refugiada en una oquedad de la roca, su oveja apreciada.
Cuando regresaron a la cueva dijo el Anacoreta al discípulo:
- Barriendo con la fuerza que tú lo hacías, barrías ceniza y huellas a la vez. Lo mismo pasa con las personas. No es con fuerza y violencia como lograrás que aflore lo bueno que hay en ellas. Sopla con ternura sobre su corazón, y, por mala que sea, aparecerán las huellas de Dios.
Y como el sol ya se ocultaba tras el horizonte, se dispuso a rezar Vísperas.
Se acercó un día el discípulo al Anacoreta y le preguntó:
- Maestro. ¿Cuándo podré considerarme un buen anacoreta?
El anciano cerró el libro que tenía entre las manos. Sonrió y preguntó a su vez:
- ¿Cuándo el viento puede decir que ha llegado a su meta? Y ¿acaso existe un lugar en el que la luz pueda decir que ha llegado a su fin? ¿Tienen límite tus pensamientos? ¿Puedes encerrar en una jarra tus sentimientos?
Negó con la cabeza el discípulo. Se levantó el Anacoreta y se dirigió al borde del barranco a cuyos pies se extendía el desierto, y, mirando al horizonte añadió:
- Aquellos que creen haber llegado, simplemente han errado el camino. La vida del anacoreta es una constante búsqueda de Dios. El anacoreta que vive como si lo hubiera encontrado, no es un verdadero anacoreta. Nadie comprende mejor a un ateo que un verdadero anacoreta, porque él también vive en el silencio de Dios y lo está buscando.
- Entonces - dijo en un susurro el joven - ¿por qué buscamos si no podemos encontrar?
El Anacoreta se giró hacia el discípulo. Le puso ambas manos sobre los hombros y mirándolo con aquellos ojos profundos llenos de paz, dijo:
- Nosotros no podemos encontrar a Dios. Pero sí podemos ser encontrados por Él. La vida del Anacoreta consiste en despojarse de todos los obstáculos que impiden que Dios llegue a nosotros y nos recoja entre sus brazos.
Y volviéndose a sentar, abrió otra vez el libro y prosiguió serenamente su lectura.
"Jesús entró otra vez en la sinagoga. Había allí un hombre que tenía una mano tullida,y espiaban a Jesús para ver si lo sanaría en sábado y tener así algo de qué acusarle.Jesús dijo al hombre de la mano tullida:
– Levántate y ponte ahí en medio.
Luego preguntó a los demás:
– ¿Qué está permitido hacer en sábado: el bien o el mal? ¿Salvar una vida o destruirla?
Ellos se quedaron callados.Jesús miró entonces con enojo a los que le rodeaban y, entristecido porque no querían entender, dijo a aquel hombre:
– Extiende la mano.
El hombre la extendió, y la mano le quedó sana.Pero los fariseos, en cuanto salieron, comenzaron junto con los del partido de Herodesd a hacer planes para matar a Jesús."
Para los judíos, sobre todo los fariseos, el cumplimiento del sábado era muy importante. Para Jesús, el ayudar al otro, el devolverle la salud, el hacerlo libre, es todavía más importante. Este hacer pasar al hombre, a la vida, por encima de las normas y leyes, le acarreará la muerte. Por desgracia, en nuestra sociedad sigue ocurriendo lo mismo. Las leyes, las normas, son más importantes que las personas. Olvidamos, que la razón de ser de normas y leyes, es ayudar a vivir a los hombres; hacerlos libres, no esclavos. "Si hemos seguido atentamente los primeros capítulos del
evangelio de Marcos vemos que Jesús entrelaza el anuncio del Reino con las
acciones liberadoras que indican que efectivamente ha comenzado a actuar.
Sabemos que la enfermedad nos oprime y nos disminuye en nuestra capacidad de
trabajar y convivir. Más en el tiempo de Jesús que es motivo de señalamiento y
rechazo por ser considerada, además, consecuencia de un acto pecaminoso. Por eso
los líderes religiosos del pueblo critican, descalifican y quieren eliminar a
Jesús. Está desafiando la mentalidad, las costumbres, tradiciones y preceptos
vigentes. Pero una vez más, Jesús declara que para Dios lo más importante es la
vida, la salud y la dignidad de las personas. Notemos que el milagro ocurre en
la sinagoga, casa de oración de los judíos, lo que significa que esa institución
había perdido su capacidad de liberar y dignificar a las personas y se había
convertido en un instrumento de dominación. Ojalá que nosotros demos más
importancia a las personas que a las estructuras, normas y tradiciones."
Muchas veces, nuestro día a día viene condicionado por cómo lo empezamos. Lo vivido los días anteriores nos atenaza y hace que empecemos tristes, con malas sensaciones, derrotados...antes de luchar. Sin embargo cada día es un nuevo día. Cada amanecer trae una luz nueva. Esto es lo que nos dice este texto de José Fernández Moratiel que os transcribo:
"Recordamos que cada aurora, cada amanecer es una luz nueva que nos alcanza.
Y es todo un símbolo de lo que está invitada, llamada, a ser nuestra vida.
La luz virgen de cada mañana nos invita a que nuestra vida sea virgen, pura, limpia, inmaculada.
Igual que estrenamos luz cada amanecer, estrenamos la vida cada día, a cada instante.
¡Cuántas veces nos sentimos atosigados por lo que ha pasado, por lo que ha sucedido, por lo que nos ha herido, dañado!
Que se esta luz de cada día la que nos ayude a hacer el camino, la travesía, con conciencia pura, inmaculada.
La luz nos sugiere que nos apuntemos a una vida nueva, sin ninguna cicatriz, realmente nueva.
Una verdadera gracia del silencio: ofrecernos la oportunidad de recuperar esta novedad, la gracia de la inocencia, de la pureza. Dejar que la vida vaya fluyendo, sin atascos, sin heridas...
¡Apúntate a esta vida nueva, que está amaneciendo en ti!"
Paseaban el Anacoreta y su discípulo por la ciudad. El discípulo estaba triste y preocupado y dijo al Anacoreta:
- Hace días que tengo la sensación de que todo lo que hago no tiene sentido. Rezar, ayunar, escuchar a las personas que vienen a hablar con nosotros en busca de consejo, trabajar en el huerto...
El Anacoreta no respondió. Tomó por el brazo a su discípulo y lo llevó a un taller de tapices. Entonces dijo:
- Observa a los que hacen tapices. Lo que hacen nos parece que no tiene sentido. Nudos, trozos de lana....
Tomó uno de los tapices que estaban realizando y le dio la vuelta:
- Observa ahora. Ellos, como tú, trabajan por detrás del tapiz. Cada trozo de lana que colocan parece fuera de lugar, inútil. Cuando el tapiz está acabado y lo miren por el otro lado, verán la obra de arte. Esto pasa con nuestra vida y con la vida de todos. Por eso no podemos juzgar ni juzgarnos. Sólo Dios ve la otra cara de nuestro tapiz...
"Al día siguiente, Juan vio a Jesús que se acercaba a él, y dijo:¡Mirad, ese es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo!A él me refería yo cuando dije: ‘Después de mí viene uno que es más importante que yo, porque existía antes que yo.’Yo mismo no sabía quién era él, pero he venido bautizando con agua precisamente para que el pueblo de Israel le conozca.
Juan también declaró:
- He visto al Espíritu Santo bajar del cielo como una paloma, y reposar sobre él.Yo aún no sabía quién era él, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: ‘Aquel sobre quien veas que el Espíritu baja y reposa, es el que bautiza con Espíritu Santo.’Yo ya le he visto, y soy testigo de que es el Hijo de Dios."
Juan nos presena a Jesús como el Cordero de Dios. Ya no harán falta sacrificios. Jesús es la víctima. Una víctima de Amor y entrega. Juan bautizaba con agia. Jesús, el Hijo de Dios, nos bautiza con el Espíritu, es decir con Amor. Seguir a Jesús es hacerse donación, entrega. Seguir a Jesús es esforzarse por amar a todo el mundo. "El evangelio de Juan manifiesta la universalidad
de la salvación de Dios por medio de la vida y misión de Jesús de Nazaret, visto
éste como cordero de Dios, que se sacrifica, se entrega obedientemente a
la voluntad del Padre para salvar de la muerte (del pecado) a toda la
Humanidad... Jesús es el enviado del Padre, el ungido por el Espíritu de Dios,
el servidor de Yahvé del profeta Isaías (49,3) que tiene como especial misión
establecer en el mundo la justicia del reino; es quien verdaderamente trae la
salvación de Dios a la humanidad. Juan el Bautista ya había comprendido su
propia misión y la misión de Jesús; por tal razón el profeta del desierto dice
que detrás de él viene alguien más importante que él, pues el que viene es el
Mesías, una Palabra nueva de Dios para el mundo. El Bautista reconoce a Jesús
como el Hijo de Dios, y por eso da testimonio de él. Y lo hace -lo recoge así el
evangelio de Juan-, con las imágenes de aquel tiempo, unas imágenes que hace
mucho tiempo se quedaron sin base y que han perdido incluso parte de su
inteligibilidad.
En efecto, hablar de Cordero de Dios, sacrificado, que
expía nuestros pecados, que quita «el pecado del mundo» con su sangre, que nos
«redime»... es hablar en unas categorías que hoy sólo podemos conocerlas por
estudio histórico-bíblico, por cultura especializada religiosa, pero que no se
pueden captar en nuestra vida diaria por simple sentido común, por una evidencia
que se respira en subconsciente colectivo social, como han de ser captadas las
buenas imágenes, las imágenes que están vivas, no las que ya murieron aunque
sigan siendo leídas o repetidas. Una tarea pendiente de la comunidad creyente
hoy es testimoniar ese encuentro profundo con Jesús con unas metáforas nuevas,
para que expresen y comuniquen ese encuentro, que sólo de esa manera se
concretizará en una vida fundada entregada al amor, a la Justicia y a la
comunión con Naturaleza." (Koinonía)
Estaban sentados ambos solitarios bajo la palmera, cuando el discípulo señaló a su maestro:
- Mira, un escarabajo pelotero.
Se quedaron ambos mirando cómo arrastraba la gran pelota de excrementos. Tras un rato, el Anacoreta dijo al discípulo:
- Observa al escarabajo, ¿recuerdas lo que dijimos ayer del perdonar y del olvidar?
- Sí - respondió el joven - pero no veo la relación con el escarabajo pelotero.
Rio el solitario, como tantas veces hacía, y se explicó:
- Te dije que no podemos olvidar las ofensas. Pero podemos recordarlas de forma diferente. El que, aunque diga que lo ha hecho, no ha perdonado, arrastra esas ofensa como el escarabajo. Pasa toda su vida atado a sus excrementos. El que realmente perdona, guarda las ofensas como trofeos. Para él son dificultades que le han ayudado a crecer. En cambio, para el que no perdona, siempre serán una carga maloliente.
Y siguieron los dos descansando tranquilamente bajo la palmera...
El discípulo fue al encuentro de su Maestro. Estaba preocupado:
- Mi padre era un maltratador. Pegaba a mi madre y nos pegaba a todos en casa. Siempre he intentado perdonarle pero no logro olvidar el mal que nos hizo.
El Anacoreta miró con cariño a su discípulo y tomándole del brazo le dijo:
- "Perdono, pero no olvido". Esta frase se presta a confusión. Todos aquellos que la dicen con rabia...no es cierto que hayan perdonado.
Luego miró con afecto a los ojos al discípulo y prosiguió:
- Los que la dicen con tristeza, como tú, sí están perdonando. Porque perdonar exige el recuerdo. Tu padre os hizo daño y eso no puedes borrarlo de tu vida. Pero precisamente, la grandeza del perdón está en que lo das, aunque la herida o la cicatriz queden ahí para recordarte el mal que te hicieron. Perdonar, el auténtico perdón, no es un acto. Es un proceso que vamos realizando día a día.
Luego, mirando al horizonte añadió:
- Lo que es absolutamente necesario para perdonar, es conseguir un espacio interior de paz...para poder asumir el dolor. Poe eso, los que dicen esa frase con rabia, están aún lejos del perdón. No tienen paz.
Y ambos se quedaron mirando las nubes de polvo que el viento levantaba en el desierto...
En el desierto no hay muchas mariposas. Quizá la empujó el viento o quizá llegó desorientada; pero un día apareció una pequeña mariposa. Llegó exhausta. Libó un poco de agua en la fuente y se posó sobre uno de los pocos arbustos que rodeaban la cueva. Allí depositó un huevo y murió.
Los dos solitarios contemplaron, cómo al transcurrir el tiempo, de aquel huevo salió un pequeño gusano, que fue creciendo a medida que se alimentaba de las hojas del arbusto. Un día se envolvió en una secreción y se transformó en crisálida. Así permaneció varios meses. Hasta que un día, la crisálida se abrió y apareció una pequeña mariposa, que tras beber de la fuente y del néctar de una de las pocas flores del arbusto, desapareció empujada por el viento del desierto...
El Anacoreta reflexionó:
- Morimos varias veces a lo largo de la vida. De hecho VIVIR es morir. Y tras cada "muerte" hay una renovación. Para renovar, antes hay que destruir. Hemos de abandonar muchas cosas para VIVIR.
Miró al discípulo y siguió:
- Aquel que sólo busca sobrevivir, en realidad, está cerrando el acceso a la VIDA y queda definitivamente muerto. La "muerte" nos prepara el espacio que necesita la VIDA.
Suspiró el discípulo y dijo a su Maestro:
- Por eso hay tanto muerto deambulando por el mundo.....
Y se pusieron ambos a recordar las veces que habían tenido que "morir" en su vida para VIVIR...
"Cuando salieron de la sinagoga, Jesús fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés.La suegra de Simón estaba en cama, con fiebre. Se lo dijeron a Jesús, y él se acercó, la tomó de la mano y la levantó. Al momento se le quitó la fiebre y se puso a atenderlos.
Al anochecer, cuando ya se había puesto el sol, llevaron ante Jesús a todos los enfermos y endemoniados,y el pueblo entero se reunió a la puerta. Jesús sanó de toda clase de enfermedades a mucha gente y expulsó a muchos demonios; pero no dejaba hablar a los demonios, porque ellos le conocían.
De madrugada, cuando todavía estaba oscuro, Jesús se levantó y salió de la ciudad para ir a orar a un lugar apartado.Simón y sus compañeros fueron en busca de Jesús,y cuando lo encontraron le dijeron:
– Todos te están buscando.
Él les contestó:
– Vayamos a otros lugares cercanos a anunciar también allí el mensaje, porque para esto he salido.
Así que Jesús andaba por toda Galilea anunciando el mensaje en las sinagogas de cada lugar y expulsando a los demonios."
Jesús, curando a la suegra de Pedro, nos indica el camino: luchar contra el mal. Una lucha de Amor, de Vida. Tender la mano al que sufre, al enfermo, al perseguido...Levantarlos. "El mal no se encuentra solamente en las estructuras sociales, políticas, culturales o religiosas. También está presente en las personas, las domina, las oprime, las derrota, las enferma. Pero solo quien tiene la firme convicción puede tender una mano para ayudar a levantarse ante quien se encuentra postrado por la pobreza, la injusticia, la violencia o la corrupción que son las graves enfermedades que hoy aquejan al mundo contemporáneo, es capaz de ayudar a ponerse en pie a todas las personas y comunidades oprimidas por las estructuras de poder. Una mujer y, seguramente "anciana”, aquejada por una fiebre que la tiene postrada es objeto del poder misericordioso y liberador de Jesús. La toma, de la mano, la levanta y la sana. Liberada, sale de sí misma para ponerse plenamente al servicio del Reino presente en Jesús. Los seguidores de Jesús no podemos quedarnos al margen de los sufrimientos que aquejan a nuestros hermanos. Como Él, estamos llamados a tender la mano para ayudar a recobrar la salud, es decir, la vida en abundancia." (Koinonía)
"Llegaron a Cafarnaún, y el sábado entró Jesús en la sinagoga y comenzó a enseñar.La gente se admiraba de cómo les enseñaba, porque lo hacía con plena autoridad y no como los maestros de la ley.En la sinagoga del pueblo, un hombre que tenía un espíritu impuro gritó:
– ¿Por qué te metes con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Yo te conozco. ¡Sé que eres el Santo de Dios!
Jesús reprendió a aquel espíritu, diciéndole:
– ¡Cállate y sal de este hombre!
El espíritu impuro sacudió con violencia al hombre, y gritando con gran fuerza salió de él.Todos se asustaron y se preguntaban unos a otros:
– ¿Qué es esto? ¡Enseña de una manera nueva y con plena autoridad! ¡Hasta a los espíritus impuros da órdenes, y le obedecen!
Muy pronto, la fama de Jesús se extendió por toda la región de Galilea."
Jesús no sólo enseñaba con palabras, sino que lo hacía con hechos, curando. Los maestros de la ley enseñaban, pero todo quedaba en palabras; no repercutía en su vida. Por eso los conciudadanos de Jesús quedaban admirados de su coherencia.
Hoy, nos puede ocurrir lo mismo. Hablamos, escribimos, enseñamos...pero nuestra vida va por otro camino. No es de extrañar que nadie nos siga y que las iglesias se vayan vaciando. Debemos enseñar y curar. Hablar y hacer. Debemos ser coherentes. Sólo así la gente querrá seguir con nosotros tras Jesús.
"Enseñar y hablar con autoridad significa respaldar con la vida lo que dicen las palabras. La enseñanza no es solo trasmisión de ideas y conceptos. La enseñanza es comunicación de una profunda experiencia de vida capaz de impactar a las personas que están escuchando. Cuando las palabras están avaladas por las actitudes, acciones y gestos cotidianos es lo que denominamos “autoridad moral”. Hace lo que dice y dice lo que hace. En eso consiste la autoridad de Jesús, su autenticidad de vida. Precisamente por esa coherencia es capaz de expulsar y derrotar los espíritus malignos encarnados en las estructuras religiosas representadas en la sinagoga. Jesús es fuente de vida y libertad y eso hace que todo poder de dominio quede derrotado ante su presencia y por su palabra. Cuánta coherencia y autenticidad de vida necesitamos hoy como Iglesia, como creyentes en el Dios de la vida y seguidores de Jesús de Nazaret. Solo cuando tengamos autoridad como la de Jesús seremos capaces de derrotar los “espíritus malignos” encarnados en nuestras estructuras sociales y religiosas." (Koinonía)
"Después que metieron a Juan en la cárcel, Jesús fue a Galilea a anunciar las buenas noticias de parte de Dios.Decía:
- Ha llegado el tiempo, y el reino de Dios está cerca. Volveos a Dios y aceptad con fe sus buenas noticias.
Paseaba Jesús por la orilla del lago de Galilea, cuando vio a Simón y a su hermano Andrés. Eran pescadores y estaban echando la red al agua.Les dijo Jesús:
– Seguidme, y os haré pescadores de hombres.
Al momento dejaron sus redes y se fueron con él.
Un poco más adelante, Jesús vio a Santiago y a su hermano Juan, hijos de Zebedeo, que estaban en una barca reparando las redes.Al punto Jesús los llamó, y ellos, dejando a su padre Zebedeo en la barca con sus ayudantes, se fueron con Jesús."
Jesús nos sigue llamando. Quiere que imitemos su vida y que seamos motivo de que otros lo sigan. Nuestro objetivo es el Reino de Dios. Un Reino que ya comienza en este mundo. Un Reino de justicia y de Amor. Un proyecto para el mundo, es decir, para nuestra sociedad. La realidad es, que estamos muy alejados de él. Nuestro mundo está dominado por el dinero, la violencia y el poder. "Marcos llama la atención al colocar el comienzo del ministerio de Jesús después de la prisión del Bautista. Parece indicar que la misión de Jesús es la realización del anuncio hecho por Juan. La actitud profética de Juan le ha costado el repudio de los dirigentes políticos y religiosos de Jerusalén y Palestina. Su palabra abierta y sincera y sus gestos simbólicos se han convertido en confrontación y denuncia de la opulencia, corrupción y dominación de Herodes y su familia, y, en general, de todos los gobernantes de entonces. Jesús comienza invitando a la conversión, al cambio rotundo del estilo de vida alejado del proyecto de Dios, e invitando a acoger el Reino como buena noticia que enciende la esperanza del pueblo. Inmediatamente llama a los que serán sus colaboradores en la gran misión del anuncio del Reino. Ellos son: Andrés, Santiago y Juan, que junto con Jesús, se constituyen en la semilla del gran proyecto de Dios. Hoy Jesús nos invita a continuar en nuestras actuales circunstancias la tarea comenzada por Él." (Koinonía)