domingo, 19 de enero de 2020

EL CORDERO DE DIOS


"Al día siguiente, Juan vio a Jesús que se acercaba a él, y dijo:¡Mirad, ese es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo! A él me refería yo cuando dije: ‘Después de mí viene uno que es más importante que yo, porque existía antes que yo.’ Yo mismo no sabía quién era él, pero he venido bautizando con agua precisamente para que el pueblo de Israel le conozca. 
Juan también declaró:
- He visto al Espíritu Santo bajar del cielo como una paloma, y reposar sobre él. Yo aún no sabía quién era él, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: ‘Aquel sobre quien veas que el Espíritu baja y reposa, es el que bautiza con Espíritu Santo.’ Yo ya le he visto, y soy testigo de que es el Hijo de Dios." 

Juan nos presena a Jesús como el Cordero de Dios. Ya no harán falta sacrificios. Jesús es la víctima. Una víctima de Amor y entrega. Juan bautizaba con agia. Jesús, el Hijo de Dios, nos bautiza con el Espíritu, es decir con Amor. Seguir a Jesús es hacerse donación, entrega. Seguir a Jesús es esforzarse por amar a todo el mundo.
"El evangelio de Juan manifiesta la universalidad de la salvación de Dios por medio de la vida y misión de Jesús de Nazaret, visto éste como cordero de Dios, que se sacrifica, se entrega obedientemente a la voluntad del Padre para salvar de la muerte (del pecado) a toda la Humanidad... Jesús es el enviado del Padre, el ungido por el Espíritu de Dios, el servidor de Yahvé del profeta Isaías (49,3) que tiene como especial misión establecer en el mundo la justicia del reino; es quien verdaderamente trae la salvación de Dios a la humanidad. Juan el Bautista ya había comprendido su propia misión y la misión de Jesús; por tal razón el profeta del desierto dice que detrás de él viene alguien más importante que él, pues el que viene es el Mesías, una Palabra nueva de Dios para el mundo. El Bautista reconoce a Jesús como el Hijo de Dios, y por eso da testimonio de él. Y lo hace -lo recoge así el evangelio de Juan-, con las imágenes de aquel tiempo, unas imágenes que hace mucho tiempo se quedaron sin base y que han perdido incluso parte de su inteligibilidad.
En efecto, hablar de Cordero de Dios, sacrificado, que expía nuestros pecados, que quita «el pecado del mundo» con su sangre, que nos «redime»... es hablar en unas categorías que hoy sólo podemos conocerlas por estudio histórico-bíblico, por cultura especializada religiosa, pero que no se pueden captar en nuestra vida diaria por simple sentido común, por una evidencia que se respira en subconsciente colectivo social, como han de ser captadas las buenas imágenes, las imágenes que están vivas, no las que ya murieron aunque sigan siendo leídas o repetidas. Una tarea pendiente de la comunidad creyente hoy es testimoniar ese encuentro profundo con Jesús con unas metáforas nuevas, para que expresen y comuniquen ese encuentro, que sólo de esa manera se concretizará en una vida fundada entregada al amor, a la Justicia y a la comunión con Naturaleza." (Koinonía) 




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