"Luego el Espíritu llevó a Jesús al desierto para que el diablo le pusiera a prueba.
Pasó cuarenta días y cuarenta noches sin comer, y después sintió hambre. Se acercó el diablo a Jesús para ponerle a prueba, y le dijo:
– Si de veras eres Hijo de Dios, ordena que estas piedras se conviertan en panes.
Pero Jesús le contestó:
– La Escritura dice: ‘No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que salga de los labios de Dios.’
Luego el diablo lo llevó a la santa ciudad de Jerusalén, lo subió al alero del templo y le dijo:
– Si de veras eres Hijo de Dios, échate abajo, porque la Escritura dice:
‘Dios mandará a sus ángeles que te cuiden.
Te levantarán con sus manos
para que no tropieces con ninguna piedra.’
Jesús le contestó:
– También dice la Escritura: ‘No pongas a prueba al Señor tu Dios.’
Finalmente el diablo le llevó a un monte muy alto, y mostrándole todos los países del mundo y su grandeza le dijo:
– Yo te daré todo esto, si te arrodillas y me adoras.
Jesús le contestó:
– Vete, Satanás, porque la Escritura dice: ‘Adora al Señor tu Dios y sírvele solo a él.’
Entonces el diablo se apartó, y unos ángeles acudieron a servirle."
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Se trata de las tres grandes tentaciones que sufre la humanidad: el de utilizar la religión para medrar, utilizarla en nuestro provecho y utilizarla para tener poder. Es decir, servirse de Dios en vez de servir a Dios sirviendo a los demás. La respuesta a estas tentaciones está en todo el evangelio. Un Dios que prefiere a los sencillos. Un Dios que nos salva. Un Dios que nos quiere sin alforja.
"El relato de las tentaciones de Jesús no es la crónica o el reportaje periodístico de algo que le pasó a Jesús, sino una composición simbólica que quiere darnos un mensaje teológico. Es claro que no conocemos ningún fundamento histórico para ese relato; muy probablemente, nadie lo tuvo, ni siquiera quienes lo redactaron. El texto es, obviamente, una composición literaria con intenciones teológicas. Las tres tentaciones que se dice que sufre Jesús corresponden a tres grandes dimensiones de la respuesta de fe del pueblo de Israel (de ahí el paralelismo que establece con el Primer [o Antiguo] Testamento) y de todo ser humano (de ahí que pueda ser un modelo para nuestra vida). ¿Cuáles son esas grandes dimensiones? ¿Estamos de acuerdo con esa teología? Veinte siglos más tarde, ¿lo expresaríamos nosotros igualmente o con alguna variante añadida? En todo caso, se puede hablar de que como ser humano Jesús no pudo dejar de experimentar dificultades para encaminar su vida, como todos nosotros, y que creemos que su comportamiento fue modélico para nosotros. Nuestras tentaciones hoy son otras, y a nosotros sí que Satanás no nos lleva de aquí para allá para probarnos, pero también tenemos necesidad de chequear cuáles son nuestros puntos débiles." (Koinonía)
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sábado, 29 de febrero de 2020
LAS TRES TENTACIONES
EL ANACORETA Y LA CUARESMA
Aquel Miércoles de Ceniza, el Anacoreta y su discípulo fueron a la ciudad para que les impusieran la ceniza. Al regresar al desierto, en los campos que rodeaban la ciudad, pasaron junto a una plantación de almendros en flor. El Anacoreta dijo:
- Este es el símbolo de Cuaresma; las flores que brotan.
El discípulo se extrañó:
- Pero hoy hemos estado meditando sobre la muerte. Hemos cantado que venimos del polvo y al polvo volveremos.
Sonrió el Solitario mientras miraba complacido los almendros en flor. A la vez comentó:
- Nuestra sociedad no entiende nada. Ocultamos la muerte y la consideramos una derrota. Y así la hace más terrible, porque hacemos que la gente muera sola, impotente, abandonada en la fría habitación de un hospital.
Se volvió a mirar el campo de almendros que ya quedaba atrás y prosiguió:
- La muerte forma parte de la vida. La conciencia de la muerte intensifica nuestra disposición de amar.
Se detuvo, miró a los ojos a su discípulo y le dijo:
- Tenemos cuarenta días para hablar de la Cuaresma, pero te diré que, aunque la hemos transformado en un tiempo de sacrificio y penitencias, Cuaresma es el tiempo de la donación de nuestra persona. Esta es la verdadera penitencia. Y esta donación hay que hacerla con alegría. Como la flor, que se engalana de belleza, para que tras su destrucción aparezca el fruto.
Y siguieron caminando hacia su cueva...
viernes, 28 de febrero de 2020
EL ANACORETA Y EL VASO SUCIO
Pepe era un amigo de muchos años del Anacoreta. Se había alejado de la Iglesia, pero siempre venía a discutir con el Solitario. Pepe no entendía cómo en nombre de Jesús se habían hecho tantas fechorías.
- ¿Cómo voy a creer en alguien en cuyo se nombre se ha perseguido, encarcelado, matado a gente?
El Anacoreta siempre escuchaba pacientemente a su amigo. Aquel día lo llevó junto a la pequeña fuente que permitía vivir en aquel lugar. Ofreció de beber a su amigo. Pepe dijo:
- El vaso está muy sucio, pero qué agua tan cristalina y fresca. ¡Qué buena está!
Miró sonriendo el anacoreta a su amigo y le dijo:
- Pues eso pasa con Jesús. El vaso somos los cristianos, la Iglesia. Somos débiles y pecadores. Estamos sucios. Mira a Jesús , que es el agua pura, fresca y cristalina. Luego, dirigiéndose también al discípulo añadió:
- A ver si todos empleamos esta Cuaresma para limpiarnos y sacarnos brillo. Que estemos a la altura del agua que llevamos...
Y Pepe no volvió a criticar a la Iglesia...y el discípulo limpió el vaso con disimulo...
jueves, 27 de febrero de 2020
EL ANACORETA Y EL MÉDICO
Era un gran psiquiatra. Se presentó en el desierto y pidió quedarse unos días.
- Necesito reflexionar. Desde un tiempo a esta parte quedo descontento de mi trabajo en la consulta. Tengo la sensación de que algo no acaba de ir bien.
Pasó unos días en silencio. Asistía a las oraciones con el Anacoreta y su discípulo y luego pasaba largos ratos reflexionando.
Un día dijo al Anacoreta:
- Por favor, aconséjame.
Tomó el Solitario al médico por el brazo, lo llevó al lugar en el que solía leer y contemplar. Tras un rato observando al sol que descendía en el horizonte y teñía de cobre el desierto le dijo:
- Has de curar enfermos, no enfermedades. Cuando estés en tu consulta no pienses. es un bipolar. Piensa que ante ti está el señor Roberto que actúa bipolarmente. Y sobre todo, recuerda que las pastillas curan las manifestaciones, pero no eliminan el problema. Si tu paciente está deprimido, los antidepresivos lo devolverán en pocos días a su vida "normal", pero no eliminarán la causa por la que se deprimió. No te extrañes si vuelve a recaer.
Guardó silencio justo en el momento en que el sol desaparecía totalmente tras el cielo. Luego añadió:
- Somos amor y sólo el amor nos puede sanar. Ya sé que esto no se enseña en la Facultad...pero con amor sanarás verdaderamente a tus pacientes.
Regresaron a las cuevas lentamente. El médico sintió como si una herida interior se hubiese cerrado para siempre...
miércoles, 26 de febrero de 2020
EL ANACORETA Y LA MELODÍA DE LA VIDA
Después de las palabras del Anacoreta sobre la muerte, quedó el discípulo algo inquieto. "¿Estaré trabajando bien la arcilla de mi vida? ¿Realmente el momento de la muerte es definitivo y ya no hay nada que hacer?"
No pudo aguantar más y fue a contar sus problemas al Solitario. Este esperó el final del día, tras el rezo de Completas, y cuando la noche lucía su manto de estrellas, le dijo:
- No era mi intención preocuparte. Seguramente no me expliqué bien. Precisamente lo que quise decirte es que siempre podemos rectificar. Con lo de que durante la vida no somos, vamos siendo, quería decirte que siempre estamos a tiempo para mejorar.
Hizo una pequeña pausa, como buscando las palabras justas y prosiguió:
- Es al morir que presentamos nuestra biografía y podemos decir: somos todo esto que hemos vivido. Pero no pretendía asustarte y ponerte en un callejón sin salida.
Tomó al discípulo por el brazo y lo llevó al borde del acantilado. El viento cantaba una dulce melodía de paz.
- Si lo prefieres, imagínate la vida como una melodía. Vamos colocando notas. Alguna puede parecer desafinado, pero en el conjunto tiene su razón de ser. Un acorde de séptima es disonante, pero es necesario antes de acabar con el acorde de dominante...Incluso vidas que parecen totalmente desafinadas, pueden resultar al final una hermosa partitura dodecafónica...
Se detuvo, le miró a los ojos y añadió:
- Porque el resultado final no es la muerte, sino la Resurrección. Dios toma nuestra vida y le da un sentido, la transforma en una obra de arte que perdura por toda la eternidad...Eso es la resurrección. Y esta es vuestra gran Esperanza...Que nuestra vida sonará para siempre...
Y ambos siguieron rezando bajo el cielo tachonado de estrellas y acunados por la melodía de paz del viento...
martes, 25 de febrero de 2020
EL ANACORETA Y LA JARRA DE BARRO
El discípulo recibió la noticia de la muerte de un familiar. Estuvo todo el día triste y preocupado.
A la hora de la cena el Anacoreta le dijo:
- Es natural que nos entristezcamos por la muerte de nuestros conocidos. pero la muerte no es sino una parte de nuestro proceso natural: nacer, desarrollarnos y morir. Es más, al morir es cuando realmente somos.
Guardó silencio y viendo que el discípulo no le decía nada, añadió:
- Mira esta jarra de barro. El alfarero puede hacerla y deshacerla mientras es fango de arcilla. Puede errar, pero puede rectificarla y perfeccionarla. Pero cuando la introduce en el horno, la jarra ya es definitiva. Tras el horneado no hay modificación posible.
Miró a los ojos del discípulo y continuó:
- Mientras vivimos vamos siendo. Erramos, rectificamos, empeoramos o mejoramos. Pero la muerte es como el horno: nos deja definitivos. En ese momento somos. Para ser hay que morir...
Y siguió cenando en silencio...
lunes, 24 de febrero de 2020
EL ANACORETA Y LAS CUERDAS
Estaban nuestros solitarios sentados bajo la palmera fabricando unas cuerdas. cuando el Anacoreta dijo:
- En la vida todos estamos atados por muchas cuerdas.
Miró el discípulo extrañado a su maestro y este prosiguió:
- Sí. Desde que nacemos estamos apegados a muchas cosas. A medida que crecemos nos vamos desatando de algunos "apegos", pero vamos quedando atados a otras cosas. Cada vez que perdemos uno de esos apegos sufrimos. Cada pérdida es un dolor. Guardó un rato de silencio y luego prosiguió:
- Vamos perdiendo seres queridos, cosas que amamos. Perdemos poco a poco nuestros sueños, nuestros proyectos...las fuerzas de nuestra juventud.
El discípulo comentó:
- Sí, pero esto es inevitable...
- Pero es ambivalente. Las pérdidas nos pueden ayudar a crecer o nos pueden hundir en la depresión. ¿Sabes qué es importante en el momento de una pérdida? - preguntó el Anacoreta. Y sin darle tiempo a responder dijo:
- Tener junto a nosotros una persona que nos sepa escuchar...
Suspiró el discípulo y dijo:
- Entonces yo estoy tranquilo mientras esté junto a ti...
Y los dos siguieron trenzando cuerdas de hoja de palmera en silencio...
domingo, 23 de febrero de 2020
LLAMADA AL AMOR UNIVERSAL
"Habéis oído que antes se dijo: ‘Ojo por ojo y diente por diente.’ Pero yo os digo: No resistáis a quien os haga algún daño. Al contrario, si alguien te pega en la mejilla derecha, ofrécele también la otra. Si alguien te demanda y te quiere quitar la túnica, déjale también la capa. Y si alguien te obliga a llevar carga una milla, ve con él dos. Al que te pida algo, dáselo; y no le vuelvas la espalda a quien te pida prestado.
También habéis oído que antes se dijo: ‘Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo.’ Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, pues él hace que su sol salga sobre malos y buenos, y envía la lluvia sobre justos e injustos. Porque si amáis solamente a quienes os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¡Hasta los que cobran impuestos para Roma se portan así! Y si saludáis solamente a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¡Hasta los paganos se portan así! Vosotros, pues, sed perfectos, como vuestro Padre que está en el cielo es perfecto."
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"El elemento fundamental del proyecto cristiano es presentado en esta sección del evangelio de Mateo: el amor. Este amor propuesto por Jesús supera el mandamiento antiguo (Lv 19,18) que permite implícitamente el odio al enemigo. Lo supera porque es un amor que no se limita a un grupo reservado de personas, a los de mi grupo, o los de mi etnia, o a mis compatriotas, o a los que me aman, sino que alcanza a los enemigos, a los que parecerían no merecer mi amor, o incluso parecerían merecer mi desamor. Es un amor para
todos, un amor universal, expresión propia del amor de Dios que es infinito, que no distingue entre buenos y malos. Ser perfecto, como Dios Padre lo es, significa vivir una experiencia de amor sin límites, es poder construir una sociedad distinta, no fundada en la ley antigua del Talión («ojo por ojo, diente por diente», que ya era una manera primitiva de limitar el mal de la venganza), sino en la justicia, la misericordia, la solidaridad, enmarcados todos estos valores en el Amor.
Como seres simbióticos que somos, que no podemos vivir nuestra vida aisladamente, sino que incluso para llegar a ser necesitamos de la convivencia, la compañía, el diálogo... la dimensión moral nos es de inevitable abordaje. No podemos convivir sin alimentar y suavizar continuamente los límites de nuestras relaciones. No hay sociedad humana sin moral, sin derecho, sin ley, sin normas de convivencia. Por su parte, la dimensión religiosa no podría no incluir esa dimensión esencial.
En el Primer Testamento vemos que la mayor parte de los mandamientos son negativos, marcando lo que no se puede hacer, los límites que no se deben traspasar. Es un primer estadio de la moral.
El Evangelio da un salto hacia adelante. Parecería no estar preocupado tanto por los límites cuanto por el «pozo sin fondo» que hay que llenar, la perfección del amor que hay que alcanzar, lo cual no se consigue simplemente evitando el mal, sino acometiendo el bien. Según el Evangelio, simplemente omitiendo el mal no estaríamos consiguiendo el bien moral supremo, la santidad, porque podríamos estar pecando «por omisión del bien». Y, como dice santo Tomás, el mandamiento del amor siempre resulta, de algún modo, «inasequible, pues nunca podemos dar cuenta plena de él, siempre se puede amar con más entrega, con más generosidad y más radicalidad. Es típica del Evangelio la propuesta del amor a los enemigos, el amor humanamente más inasequible y racionalmente más difícilmente justificable.
No obstante, la propuesta de esta liturgia de la palabra de una santidad a la que se accedería por el amor, casi como en un acceso privilegiado o casi único, habríamos de adicionarle alguna matización. A la santidad cristiana no se accede sólo por el amor práctico, por la práctica moral o ética. Es cierto que en la historia de las religiones el cristianismo se ha hecho famoso como la religión que más ha organizado la práctica del amor, y por el hecho de que su presencia va acompañada siempre con las «obras de caridad» (hospitales, escuelas, centros de promoción humana, atención a los pobres, a los excluidos...) que le son características. ¿Pero bastará el amor?
¿Y la dimensión espiritual? ¿La espiritualidad, la contemplación, la mística... dónde quedan?
Obviamente, no estamos ante una alternativa amor-caridad/espiritualidad-mística, y muchos grandes santos de la caridad han sido también grandes místicos. No se trata de una alternativa (o una cosa o la otra), sino de una conjunción necesaria: las dos cosas, una cosa y otra. Porque las dos se inter-penetran perfectamente. De hecho, el santo también es un «contemplativus in caritate», vive la contemplación en el ejercicio de la caridad. La Espiritualidad de la liberación acuñó la famosa fórmula: «contemplativus in liberatione»... como un perfecto ensamblaje entre acción y contemplación, práctica moral y mística.
En realidad, cuando se vive la mística, la moral brota espontáneamente. Sin duda, el cristianismo está desafiado a cambiar su modo de acceder a lo moral, que no ha de ser ya tanto un acceso directo, «moralizante», insistiendo en los preceptos y sus amenazas o castigos, cuanto en un acceso indirecto, por la vía de la mística, de la experiencia mística que no debe dejar de ser la experiencia misma del amor.
El Concilio Vaticano II abrió un panorama hasta entonces inusitado, el de la «universal llamada a la santidad», una santidad que anteriormente muchos cristianos consideraban reservada a los «profesionales» de la santidad (los monjes, los religiosos, el clero...pero no el común de los fieles." (Koinonía)
sábado, 22 de febrero de 2020
EL ANACORETA Y EL SALVAPANTALLAS
El Anacoreta y su joven seguidor se encontraban en el obispado de visita. Esperaban en el despacho de uno de los secretarios, que era un viejo amigo del Anacoreta. Miraba el Solitario la pantalla del ordenador mientras hablaba con el administrativo. De pronto desapareció lo que estaba escrito y en su lugar surgió un bello paisaje.
- ¿Qué es esto? - preguntó el Anacoreta que no sabía demasiado de informática.
- El salvapantallas - respondió el secretario - Cuando llevas cierto tiempo sin utilizar el ordenador, surge una imagen que has programado antes, a la que se llama salvapantallas.
Quedó unos instantes pensativo el Anacoreta. Luego, dirigiéndose al discípulo le dijo:
- Muy interesante. Para nosotros, el recordar la presencia de Dios tendría que ser nuestro salvapantallas. Cuando dejamos de pensar en otras cosas, inmediatamente, debería surgir la idea de la presencia de Dios, como si fuera un salvapantallas. De todo se puede aprender un poco...
Y se dirigieron al despacho del Obispo, porque ya era la hora de la entrevista. El Anacoreta sonreía misteriosamente. En su interior pensaba: "Como lo que me diga el Obispo no sea interesante, abriré el salvapantallas..."."
viernes, 21 de febrero de 2020
EL ANACORETA Y EL AMOR "TELESCÓPICO"
Después de cenar el Anacoreta dijo a su discípulo:
- ¿Has visto a ese hombre que ha venido a hablar conmigo? Es miembro de varias ONG. Tiene varios niños africanos apadrinados...Y sus hijos y su mujer lo han abandonado.
El discípulo pensaba que la gente que hace el bien siempre es incomprendida. Pero se sorprendió cuando el Anacoreta le dijo:
- A veces tenemos amor "telescópico"...
- ¿Qué? - interrogó el discípulo.
- Sí, amor telescópico - repitió el Solitario - Nos enternecemos ante las miserias del Tercer Mundo. Amamos a los que sufren en África o Asia y...no sabemos ver los sufrimientos de los que nos rodean. Tenemos un telescopio en los ojos. Vemos las estrellas y no vemos al que llora a nuestros pies.
Guardó unos momentos de silencio el Anacoreta y luego añadió:
- Amar al prójimo lo hacemos tan general, que acabamos por no amar a nadie. El que está lejos es fácil de ayudar. Damos un dinero unas veces al año, que, realmente es necesario y fructífero, pero adormece nuestra conciencia. En cambio, el necesitado que tenemos junto a nosotros nos interpela cada día, y eso...es muy molesto.
Miró al horizonte y dijo:
- Ya lo dijo San Elredo en el siglo XII: "Hay un amor, que en virtud de ir dirigido a todos, corre el riesgo de no llegar a nadie".
Y se fueron a rezar Completas...
jueves, 20 de febrero de 2020
EL ANACORETA Y LA NOCHE ESTRELLADA
Tras la oración de Completas, aquella noche, nuestros dos Solitarios no se retiraron a descansar. No había luna y ambos estaban extasiados contemplando el cielo tachonado de estrellas.
Si alguna vez viajáis a África, buscad una noche en un poblado, y veréis el cielo más espectacular que nunca habíais imaginado ver.
Al cabo de un rato el Anacoreta exclamó:
- Saint-Exupery, que había contemplado este cielo en sus viajes, al final del Principito dice que le gustaba "escuchar" el cielo estrellado, que sonaba a millares de cascabeles...
Guardó otro rato de silencio...y luego prosiguió:
- Abraham también contempló este cielo.
El discípulo citó:
- Multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo...
El Anacoreta siguió:
- ¿Y sabes quienes son estos descendientes? Los judíos, todas las confesiones cristianas y...los musulmanes.
Volvió a guardar silencio y añadió suspirando:
- Si supiéramos vivir todos como hermanos...
Y por un instante las estrellas se transformaron en lágrimas...
miércoles, 19 de febrero de 2020
EL ANACORETA, EL POZO, LAS RANAS Y LA PALOMA
El discípulo lloraba desconsoladamente ante el crucifijo que presidía la cueva que les servía de oratorio. El Anacoreta se acercó junto a él y le preguntó por qué lloraba.
- ¡Qué nos pasa a los hombres! - respondió el joven - ¡Tanto amor, tanta entrega y nosotros seguimos matándonos y peleamos y odiamos en su nombre!
Bajó los ojos el Solitario. Rodeó la espalda de su discípulo con su brazo, lo llevó a la entrada de la cueva y allí se sentaron. Cuando el discípulo se calmó, habló el Anacoreta:
- Te contaré una historia. No sé de quién es. En mi juventud la utilicé mucho en reuniones y conferencias. Posiblemente, con el transcurrir de los años, yo mismo la he modificado. Pero sigo pensando en ella de vez en cuando.
Guardó un rato de silencio y empezó su narración:
- "Había una vez un pozo profundo y oscuro. Su fondo estaba lleno de barro. Lo habitaban ranas y sapos. Un día, una paloma que huía de un cazador, cayó herida y fatigada en el fondo del pozo. Las ranas y los sapos la curaron. La paloma les hablaba de la existencia de un mundo mejor, lleno de luz, de agua y de verdor, fuera del pozo. Cuando se sintió con fuerzas y pudo volar, la paloma se fue del pozo. Siempre que podía volvía con ramas, frutos, flores...en el pico. Las ranas y sapos jóvenes pasaban el día soñando en aquel mundo exterior. Pero la paloma se ausentaba cada vez más tiempo. Todo esto preocupó hondamente al comité de sapos y ranas sabias.
- Esta paloma realmente ha devuelto la felicidad al pozo, pero cada vez se ausenta más y ha convertido a nuestros jóvenes en unos soñadores...¿Qué podemos hacer?
Un sapo anciano, con fama de sagaz, dijo:
- Matemos a la paloma. La colocaremos en la pared del pozo y la propondremos a nuestros jóvenes como modelo. Les diremos, que si le rezan, un día podrán ir a ese mundo maravilloso del que nos hablaba...
Y así lo hicieron. Mataron a la paloma, la clavaron en un madero que había en un rincón del pozo y la colgaron de la pared.
Desde aquel día todos rezan a la paloma y sueñan que un día irán al mundo exterior. Pero el pozo sigue siendo oscuro, las flores que traía la paloma hace años que se han marchitado y bastantes sapos y ranas empiezan a dudar de la existencia de ese mundo exterior..."
Y ambos acabaron llorando a la puerta de la cueva; pero en el cielo, las nubes les guiñaron el ojo y formaron una gran paloma de algodón...
martes, 18 de febrero de 2020
EL ANACORETA, EL SILENCIO Y DIOS
Llegó un religioso para hablar con el Anacoreta. Se quejaba de que pasaba un momento difícil y, cuando más lo necesitaba, no oía la voz de Dios.
Le pidió el Anacoreta que se quedara hasta el día siguiente con ellos. Al acabar de rezar Completas, por la noche, salieron los tres, el Anacoreta, su discípulo y el religioso, y se sentaron en la arena del desierto. Al cabo de un buen rato preguntó el anciano al religioso:
- ¿Qué oyes?
El religioso respondió:
- No oigo nada. Oigo el silencio, pero siento una gran paz. Me está desapareciendo la angustia que me trajo aquí.
Con voz suave dijo el Anacoreta:
- El gran místico, el maestro Eckhart decía: "no hay nada en el Universo que se parezca tanto a Dios como el silencio".
Y siguieron los tres, envueltos por el Silencio, orando hasta el amanecer...
lunes, 17 de febrero de 2020
EL ANACORETA Y EL HOMBRE QUE HABLABA MAL DE LOS OTROS
Desde que llegó no paró de hablar de los demás... y encima, mal. Aquel no rezaba; el otro era un mujeriego; fulanito tenía un carácter que no había quien lo aguantara; menganito era un falso; zutanito siempre hablaba mal de los demás...
Y fue ahí donde el Anacoreta le cortó:
- Que es lo que has hecho tú desde que has llegado...
El hombre guardó silencio y se quedó serio. El Anacoreta lo tomó de un brazo y lo llevó a la sombra de la palmera:
- Cuando criticamos a los demás, normalmente, significa que no hemos aceptado nuestras zonas oscuras, nuestros defectos. ¿Por qué no me hablas de ti? Nos suele ocurrir que, para justificar nuestros defectos, nos fijamos continuamente en los de los demás. Y eso no nos deja crecer, porque nuestras sombras siguen ahí atenazándonos. Háblame de ti...
Y aquel hombre, entre lágrimas, reconoció que él no rezaba, que era un mujeriego, que tenía un carácter insoportable, que era falso y siempre hablaba mal de los demás...
Y tras reconocer sus defectos, se encontró más tranquilo y en paz consigo mismo y con los demás...
domingo, 16 de febrero de 2020
EL AMOR Y LA LEY
"No penséis que yo he venido a poner fin a la ley de Moisés y a las enseñanzas de los profetas. No he venido a ponerles fin, sino a darles su verdadero sentido. Porque os aseguro que mientras existan el cielo y la tierra no se le quitará a la ley ni un punto ni una coma, hasta que suceda lo que tenga que suceder. Por eso, el que quebrante uno de los mandamientos de la ley, aunque sea el más pequeño, y no enseñe a la gente a obedecerlos, será considerado el más pequeño en el reino de los cielos. Pero el que los obedezca y enseñe a otros a hacer lo mismo, será considerado grande en el reino de los cielos.
Porque os digo que si no superáis a los maestros de la ley y a los fariseos en hacer lo que es justo delante de Dios, no entraréis en el reino de los cielos. Habéis oído que a vuestros antepasados se les dijo: ‘No mates, pues el que mata será condenado.’ Pero yo os digo que todo el que se enoje con su hermano será condenado; el que insulte a su hermano será juzgado por la Junta Suprema, y el que injurie gravemente a su hermano se hará merecedor del fuego del infierno.
Así que, si al llevar tu ofrenda al altar te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí mismo delante del altar y ve primero a ponerte en paz con tu hermano. Entonces podrás volver al altar y presentar tu ofrenda.
Si alguien quiere llevarte a juicio, procura ponerte de acuerdo con él mientras aún estés a tiempo, para que no te entregue al juez; porque si no, el juez te entregará a los guardias y te meterán en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que pagues el último céntimo."
Jesús nos dice hoy que debemos ir al espíritu de la Ley. Que no debemos quedarnos en la letra, en el mero precepto. Que debemos arropar la Ley con el Amor. Leyes, preceptos y ritos, no tienen ningún sentido sin Amor. Ese es el cumplimiento de la Ley que nos trae Jesús: revestirla de Amor.
El texto de Koinonía de hoy es largo y complejo. Pero os lo dejo para los que quieran profundizar. Algunos lo encontraréis discutible. Dejadlo si no os interesa y pasad a los vídeos.
"Hoy continuamos leyendo el evangelio de Mateo, en secuencia consecutiva con los fragmentos proclamados en los domingos anteriores. Es el sermón de la Montaña, que
comenzó con las Bienaventuranzas, y que continúa con la exposición de las exigencias de la Ley de Moisés (Torá), explicadas por Mateo, que está escribiendo para una comunidad de judíos que se han hecho cristianos, obviamente sin dejar de ser judíos, como ocurrió por lo demás con todos los cristianos. Tenemos pues que caer en la cuenta de que esta re-presentación de la Ley en el evangelio de Mateo está escrita para esa comunidad concreta, que difiere no poco de las nuestras. Obviamente, tiene también un valor universal, pero debe saberse la peculiaridad de esta comunidad, para no hacernos «judaizar» innecesariamente a todos los demás.
Pero, además de esa peculiaridad del evangelio de Mateo, todo el evangelio tiene otra peculiaridad significativa en este campo de lo moral, de la Ley, y es semejante a la que hacíamos notar respecto a la lectura anterior, la de Pablo sobre el conocimiento salvífico o gnosis. La moral vendría a ser también una especie de conocimiento gnóstico: sería una voluntad, divina, superior, venida de fuera, desde arriba, desde «el segundo piso», que tenemos que tratar de escuchar en esa dirección. Es una moral «heteró-noma», una «norma ajena», venida de fuera, y de arriba, a la que nos tendríamos que someter. Someterse a esa ley sería el sentido de la vida humana: ésa ha sido la sabiduría religiosa predicada permanentemente en el ámbito de la religión.
La moral, los preceptos, los mandamientos... con su constricción sobre la vida humana, y la consiguiente amenaza de pecado y de condenación, han sido uno de los frentes clásicos de fricción de la religión con el mundo moderno. Durante todo el mundo antiguo, configurado con los patrones del autoritarismo, los imperios, el feudalismo, las monarquías absolutas... el ser humano aceptaba «como lo más natural del mundo» que el «mundo de arriba» era estructuralmente como el de aquí abajo, es decir, un mundo donde está Dios sentado en su trono (como el emperador o el rey o el señor feudal aquí abajo), con su séquito de cortesanos y servidores de la «Corte celestial» (como en la Corte de cualquier rey humano), vigilando el mundo para que se cumplan las órdenes que desde allí se dictan.
San Ignacio de Loyola, como persona todavía del medievo en su cosmovisión, lo refleja ejemplarmente en su explicación global del sentido de la vida humana, en su meditación central, la del Principio y fundamento (con su castellano medieval): «El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y, mediante esto, salvar su ánima; y las otras cosas sobre la haz de la tierra son criadas para el hombre, y para que le ayuden en la prosecución del fin para que es criado. De donde se sigue, que el hombre tanto ha de usar dellas, quanto le ayudan para su fin, y tanto debe quitarse dellas, quanto para ello le impiden. Por lo qual es menester hacernos indiferentes a todas las cosas criadas, en todo lo que es concedido a la libertad de nuestro libre albedrío, y no le está prohibido; en tal manera, que no queramos de nuestra parte más salud que enfermedad, riqueza que pobreza, honor que deshonor, vida larga que corta, y por consiguiente en todo lo demás; solamente deseando y eligiendo lo que más nos conduce para el fin que somos criados» (Ejercicios espirituales, 23).
No inventó nada nuevo ahí san Ignacio. Expresaba –antológicamente, eso sí– la visión medieval y premoderna de una cosmovisión salvífica estructurada en «dos pisos», uno superior (no sólo porque está encima, sino porque es absolutamente «superior» en su naturaleza), y otro inferior (temporal, pasajero, corruptible, peligroso...). Del piso de arriba viene todo: el Ser, el Amor, la Verdad, la Belleza... y la moral. Una moral pues absolutamente heterónoma, indiscutible, abrumadoramente inapelable, y en ese sentido fácilmente perceptible como constringente y ciegamente obligatoria, ajena a toda explicación justificativa, y en ese sentido opresiva.
En realidad, si nos fijamos, aunque esa cosmovisión cristiana parezca medieval, hunde sus raíces en el pensamiento platónico. Un poco injustamente, pero con cierta dosis de verdad, Nietzsche dijo que Platón era un modelo cristiano, y que el cristianismo venía a
ser «platonismo para las masas», y Whitehead dijo que la doctrina cristiana sería «notas a pie de página en el platonismo». Sin darse mucha cuenta, el cristianismo canonizó el pensamiento de Platón, con su mundo superior de las ideas, eternas, perfectas, inmutables, como el pensamiento de Dios... y con su visión despectiva del mundo de abajo, de la tierra, de la carne: inferior, pasajero, sin consistencia ontológica, sin valor salvífico, despreciable, vitando.
El mundo moderno cambió radicalmente. El Ancien Regime, del autoritarismo, imperialismo, de la obediencia ciega, del sometimiento omnímodo y a-racional se acabó. Los imperios, reinos y monarquías se acabaron, y aparecieron las repúblicas y las democracias, y los derechos de los «ciudadanos» (que ya no súbditos). Una moral exterior, pre-establecida, superior (venida del cielo), sin justificación humana (dictada por Dios), inapelable... es sentida ahora como sofocadoramente opresora.
Con el advenimiento de la modernidad, en todos los campos, el mundo de arriba -el segundo piso que genialmente configuraron los helenistas, con Platón a la cabeza- desaparece, como que se evapora. No hace falta que sea negado, sino que la ciencia, con sus avances, cada día lo desplaza hacia atrás, replegándose en favor del descubrimiento de que todo funciona «etsi Deus non daretur», como si Dios no existiese. El cristiano «moderno» –el que no sigue viviendo con su cabeza en el mundo premoderno medieval– no puede aceptar aquella visión escindida en dos mundos, por muy espiritual que se presente, sino que pasa a vivir en un mundo nuevo, un mundo único, en la única realidad, sin dos pisos superpuestos.
Esta transformación ya es una realidad en la cultura moderna –por más que muchos cristianos y no pocas religiones sigan viviendo escindidamente entre la vida real de la calle y la vida espiritual dualista de sus representaciones religiosas–. Por eso, muchos cristianos se sienten retrotraídos al mundo de sus abuelos cuando escuchan este tipo de discursos morales «heterónomos», como si continuaran existiendo unos preceptos caídos de lo alto, revelados, y por eso mismo indiscutibles, incuestionables, a los que sólo cabría someterse acríticamente como súbditos del Rey del cielo (el cielo de un segundo piso)." (Koinonía)
sábado, 15 de febrero de 2020
EL ANACORETA Y LA MANTA
El desierto es un lugar lleno de contrastes. Durante el día hace un calor sofocante y de noche la temperatura desciende de manera increíble. Esto lo constataba el Anacoreta mientras tiritaba de frío. Se intentaba proteger con una manta raída, tan raquítica, que, cuando quería arroparse la cabeza, le quedaban al descubierto los pies. Y si quería arroparse los pies, le quedaba el tórax al aire.
Mientras intentaba conciliar el sueño, aquella manta le hizo reflexionar sobre nuestra manera de amar.
- Nuestro amor es como esta manta - pensó - Siempre deja algo al descubierto. Quisiéramos alcanzarlo todo, pero siempre nos queda algo al aire, que nos deja gélidos y nos hace tiritar. Asistimos a manifestaciones contra la guerra; dedicamos tiempo y dinero a una ONG de ayuda al desarrollo del Tercer Mundo; escribimos artículos encendidos contra la violencia de género...Y quizá tenemos olvidada a nuestra mujer; no dedicamos el tiempo suficiente a nuestros hijos; hacemos pagar a todos nuestro mal humor...
Seguía tiritando de frío nuestro Anacoreta y tomó la resolución de buscar al día siguiente una manta más larga.
- Sí, hemos de alargar nuestro amor. Y hemos de empezar por los que tenemos más cerca.
Y el Anacoreta se levantó y fue a ver si su discípulo estaba convenientemente arropado...
viernes, 14 de febrero de 2020
EL ANACORETA Y EL SERVICIO
Paseaban el Anacoreta y su discípulo por la ciudad. Quedaron admirados de los anuncios que veían:
"Estamos a su servicio"
"Servirle es nuestro placer"
"Nuestra especialidad es estar a su servicio"
Como se acercaban las elecciones también encontraron las calles tapizadas de pasquines de los partidos políticos. Todos mostraban frases similares:
"Al servicio del Pueblo"
"La voz del Pueblo"
"Tu eres quien mandas"
Ya de regreso a la cueva, a mitad de camino, el Anacoreta dijo:
- No te fíes de esos anuncios. Bajo la voluntad de servicio se esconde muchas veces la voluntad de poder. Comerciantes y políticos conjugan el verbo servir porque les es rentable. No lo dudes. Por sus servicios, de una forma u otra, presentarán factura en dinero o en poder.
- Sí - afirmó el discípulo - pero hay mucha gente que dedica su vida a los demás.
El Anacoreta sonrió, se detuvo, y, mirando a los ojos del discípulo, dijo:
- ¡Qué difícil es ser sinceros con nosotros mismos! Muchas veces también presentamos nosotros facturas. Servimos a los demás porque eso no hace felices. Servimos a los demás para ganar la salvación. Servimos a los demás para que nos consideren santos...
Puso sus dos manos sobre los hombros del discípulo y añadió:
- ¡Qué difícil es servir a los demás por amor! Servirlos porque esa es el único camino para hacer una humanidad mejor. Servirlos porque esa es nuestra misión: hacer un mundo solidario y fraterno. Servirlos porque todo hombre tiene derecho a ser amado...
Y prosiguieron su camino a través del desierto...
jueves, 13 de febrero de 2020
EL ANACORETA Y LA ALMENDRA
Estaban el Anacoreta y su discípulo partiendo almendras. Tomó una, la partió, y enseñándola al joven le preguntó:
- ¿Qué ves?
El discípulo, no sabiendo a lo que se refería su maestro, respondió extrañado:
- Pues...una almendra partida.
- Eso es lo que se ve con el primer ojo.
- ¿El primer ojo? ¿No vemos lo mismo con los dos ojos? - añadió todavía más extrañado el discípulo.
El Anacoreta, como siempre que reflexionaba, guardó un rato de silencio con la mirada perdida en el desierto. Luego miró sonriendo al joven y se explicó:
- Tenemos tres ojos. O si lo prefieres, tres maneras distintas de mirar. Con el primer ojo, que es el de los sentidos, vemos el exterior de las cosas. Es el que has empleado para saber que esto es una almendra partida. Con ese ojo nos quedamos en lo material. Vemos el exterior de las cosas y de las personas. Nos hace clasificar a las personas por sus apariencias. Nos quedamos en la cáscara.
Suspiró mientras partía otra almendra y prosiguió:
- El segundo ojo es el de la razón. Con él analizamos lo que ha visto el primer ojo, lo elaboramos y llegamos a una verdad más profunda. Entramos en el por qué de las cosas y en la realidad de las personas. Pero no es todavía la Realidad. Sólo hemos llegado a la piel de la almendra. En realidad no nos deja verla. Nuestra razón está contaminada por prejuicios, por nuestros deseos, por nuestras fobias...
Tras otra pequeña pausa prosiguió:
- El tercer ojo es el que llega a la Verdad. Es el ojo del espíritu. Desgraciadamente muy poca gente llega a utilizarlo. Unos se empeñan en que la almendra es la cáscara: sólo creen lo que ven. Otros creen que la almendra es la piel: sólo creen lo que pueden razonar, lo que es lógico. Muy pocos llegan a la verdadera almendra: los que se dejan llevar por el espíritu; los que saben hacer el silencio en ellos; los que hacen de su vida un acto de amor...y ven el interior de las personas.
Y el Anacoreta siguió partiendo almendras en silencio...
miércoles, 12 de febrero de 2020
EL ANACORETA Y EL LISTÍN DE TELÉFONOS
Estaban el Anacoreta y su discípulo orando. Vio el Anacoreta que su joven seguidor tenía un papel entre las manos. Cuando acabaron su rato de oración le preguntó:
- ¿Qué era ese papel que tenías en las manos mientras rezabas?
- La lista de las persona a las que he prometido oraciones. Así no me olvido de nadie - contestó el joven.
Sonrió el Anacoreta con aquella sonrisa benévola que solía emplear cuando no estaba de acuerdo con lo que le decían. Dio unos pasos hacia la sombra de la palmera y dijo:
- Rezar por los demás no es nombrarlos. Es entrar en su interior y vivir desde dentro sus problemas. Los psicólogos lo llaman empatía. Intenta sentir lo que ellos sienten. Ellos se sentirán acompañados , y tú, con toda seguridad, enriquecerás en tu interior y puede que encuentres las palabras adecuadas para darle ánimos.
Miró el Anacoreta al horizonte y se dirigió a la cueva mientras murmuraba:
- A veces confundimos la oración con el listín de teléfonos...
martes, 11 de febrero de 2020
EL ANACORETA Y EL LADO BUENO
Aquel día el Anacoreta recibió varias visitas. Vinieron a verle una prostituta, un borracho, un drogadicto y un alto cargo del gobierno.
El discípulo observaba en silencio y sus ojos se abrían cada vez más, admirado por lo que oía.
Al fresco del atardecer, no pudiendo aguantar más, el discípulo preguntó:
- Maestro. Me ha extrañado mucho tu actitud ante las visitas. Has pasado el tiempo hablando de ternura con la prostituta. De carpintería con el borracho y de pintura con el drogadicto. En cambio, con el miembro del gobierno has hablado de moral, de ética, de responsabilidad, de honestidad, de rectitud, de sinceridad...¿Por qué no has enseñado a la prostituta, al borracho y al drogadicto a abandonar sus vicios?
El Anacoreta sonrió con aquella sonrisa amplia y acogedora con la que siempre miraba a su discípulo. Le ofreció unos dátiles y respondió:
- La prostituta, el borracho y el drogadicto, en su interior, están avergonzados de su comportamiento. ¿Por qué los he de avergonzar más? Si alguien quiere cambiar y te pide auxilio, muéstrale su lado bueno. Esa prostituta es buena con los ancianos viudos. Sabe escuchar las penas que le cuentan sus clientes. Ama con ternura a su hijo. Caer en la cuenta de que ella es capaz de amar es lo que la hará cambiar. El borracho es un gran ebanista. Nadie restaura los muebles antiguos como él. Eso puede redimirle de la bebida. El drogadicto es un artista. Si sabe ver que la belleza está en él sin necesidad de buscar "ayudas" extras, tendrá fuerzas para dejar la droga.
Siguieron unos momentos de silencio. El discípulo añadió:
- Pero, ¿por qué has hablado de ética, de moral, de honestidad, de justicia con el miembro del gobierno?
El Anacoreta miró a la lejanía. Suspiró y luego añadió:
- He dicho si alguien pide ayuda, si alguien quiere cambiar...Para qué repetirles sus defectos si ya los conocen. En cambio el político no me ha pedido ayuda. A los que se creen perfectos, a los que creen tener la razón, a quienes piensan que todo está bajo su poder...no hay más remedio que mostrarles su lado malo...Aunque muy pocas veces sirve de nada.
Y el Anacoreta, acompañado por los últimos rayos de sol de la tarde, se retiró a su cueva.
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