Desde que llegó no paró de hablar de los demás... y encima, mal. Aquel no rezaba; el otro era un mujeriego; fulanito tenía un carácter que no había quien lo aguantara; menganito era un falso; zutanito siempre hablaba mal de los demás...
Y fue ahí donde el Anacoreta le cortó:
- Que es lo que has hecho tú desde que has llegado...
El hombre guardó silencio y se quedó serio. El Anacoreta lo tomó de un brazo y lo llevó a la sombra de la palmera:
- Cuando criticamos a los demás, normalmente, significa que no hemos aceptado nuestras zonas oscuras, nuestros defectos. ¿Por qué no me hablas de ti? Nos suele ocurrir que, para justificar nuestros defectos, nos fijamos continuamente en los de los demás. Y eso no nos deja crecer, porque nuestras sombras siguen ahí atenazándonos. Háblame de ti...
Y aquel hombre, entre lágrimas, reconoció que él no rezaba, que era un mujeriego, que tenía un carácter insoportable, que era falso y siempre hablaba mal de los demás...
Y tras reconocer sus defectos, se encontró más tranquilo y en paz consigo mismo y con los demás...
Y tras reconocer sus defectos, se encontró más tranquilo y en paz consigo mismo y con los demás...
ResponderEliminarGran sabiduria la del Anacoreta, perque li va fer obrir els ulls en el criticador.
ResponderEliminarEsta molt be aquet article de aquet blog tots tindriam que apendre Anacoreta i tot anira millor
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