Aquel Miércoles de Ceniza, el Anacoreta y su discípulo fueron a la ciudad para que les impusieran la ceniza. Al regresar al desierto, en los campos que rodeaban la ciudad, pasaron junto a una plantación de almendros en flor. El Anacoreta dijo:
- Este es el símbolo de Cuaresma; las flores que brotan.
El discípulo se extrañó:
- Pero hoy hemos estado meditando sobre la muerte. Hemos cantado que venimos del polvo y al polvo volveremos.
Sonrió el Solitario mientras miraba complacido los almendros en flor. A la vez comentó:
- Nuestra sociedad no entiende nada. Ocultamos la muerte y la consideramos una derrota. Y así la hace más terrible, porque hacemos que la gente muera sola, impotente, abandonada en la fría habitación de un hospital.
Se volvió a mirar el campo de almendros que ya quedaba atrás y prosiguió:
- La muerte forma parte de la vida. La conciencia de la muerte intensifica nuestra disposición de amar.
Se detuvo, miró a los ojos a su discípulo y le dijo:
- Tenemos cuarenta días para hablar de la Cuaresma, pero te diré que, aunque la hemos transformado en un tiempo de sacrificio y penitencias, Cuaresma es el tiempo de la donación de nuestra persona. Esta es la verdadera penitencia. Y esta donación hay que hacerla con alegría. Como la flor, que se engalana de belleza, para que tras su destrucción aparezca el fruto.
Y siguieron caminando hacia su cueva...
Gracias es verdad es donación y que difícil es .
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