Se acercó el discípulo al Anacoreta y le preguntó:
- ¿Por qué los autores espirituales clásicos dicen que la humildad es la primera de todas las virtudes?
Notó el anciano un deje de tristeza y de desilusión en la voz del joven. pasó su brazo sobre el hombro del discípulo y lo acompañó hasta la sombra de la palmera. Luego, con dulzura, le dijo:
- Ya sé que la humildad, hoy no tiene muy buena prensa. Pero es que llamamos humildad a lo que no lo es.
Tomó el Anacoreta unas hojas de palmera y comenzó a trenzar un cesto mientras decía:
- Humildad no es estar todo el día diciendo que no vales nada, que eres un desastre, que eres poca cosa, un gusano... Eso, con toda seguridad, sería mentir; no ser humilde. Porque estarías diciendo algo que tú no crees realmente. Ser humilde es aceptarnos tal como somos. Ser humilde es conocerse uno mismo. El filósofo griego acertó al poner en la puerta de su escuela: "Conócete a ti mismo". Cuando los maestros espirituales dicen que la primera de las virtudes es la humildad, no dicen que sea la más importante. Dicen que es la primera, la que está en la base. Sin conocerse y aceptarse a sí mismo no se puede progresar. Todos tenemos cualidades y defectos. Ser humilde es reconocerlos. Entonces podemos corregir los fallos y avanzar en lo bueno.
Ambos guardaron silencio. Luego, sonriendo, añadió el Anacoreta:
- Claro, que la mayoría pasamos nuestra vida en adquirir la humildad. ¡Es tan difícil conocerse uno mismo...!
Y siguió trenzando su cesto...
Ser humilde es aceptarnos tal como somos. Ser humilde es conocerse uno mismo. El filósofo griego acertó al poner en la puerta de su escuela: "Conócete a ti mismo". Cuando los maestros espirituales dicen que la primera de las virtudes es la humildad, no dicen que sea la más importante. Dicen que es la primera, la que está en la base. Sin conocerse y aceptarse a sí mismo no se puede progresar. Todos tenemos cualidades y defectos. Ser humilde es reconocerlos. Entonces podemos corregir los fallos y avanzar en lo bueno.
ResponderEliminarAmbos guardaron silencio. Luego, sonriendo, añadió el Anacoreta:
- Claro, que la mayoría pasamos nuestra vida en adquirir la humildad. ¡Es tan difícil conocerse uno mismo...!