Llegó un religioso para hablar con el Anacoreta. Se quejaba de que pasaba un momento difícil y, cuando más lo necesitaba, no oía la voz de Dios.
Le pidió el Anacoreta que se quedara hasta el día siguiente con ellos. Al acabar de rezar Completas, por la noche, salieron los tres, el Anacoreta, su discípulo y el religioso, y se sentaron en la arena del desierto. Al cabo de un buen rato preguntó el anciano al religioso:
- ¿Qué oyes?
El religioso respondió:
- No oigo nada. Oigo el silencio, pero siento una gran paz. Me está desapareciendo la angustia que me trajo aquí.
Con voz suave dijo el Anacoreta:
- El gran místico, el maestro Eckhart decía: "no hay nada en el Universo que se parezca tanto a Dios como el silencio".
Y siguieron los tres, envueltos por el Silencio, orando hasta el amanecer...
No hay comentarios:
Publicar un comentario