Aquel día, el Anacoreta fue directamente al encuentro de su discípulo:
- Hoy te voy a decir la segunda forma de hacer penitencia.
El discípulo se sentó bajo la palmera para escucharlo.
- Esta forma está muy mal vista hoy en día. En cualquier entrevista, no importa si es a un gran personaje o aun personajillo, oirás siempre la misma frase: "Yo no tengo que arrepentirme de nada en la vida". Y precisamente esta es una de las maneras de hacer penitencia: arrepentirse.
El discípulo miró pensativo a su maestro; luego dijo:
- Pero, es que normalmente nadie hace el mal a sabiendas. ¿Por qué arrepentirnos de algo que no hemos hecho queriendo?
- Conscientemente o no, con nuestros actos podemos hacer daño a los otros. Peo fijate, una sociedad que no se arrepiente de nada, no acepta el arrepentimiento. ¿Algún juez ha perdonado al acusado porque se arrepentía? Si un guardagujas se duerme y por ello hay un choque de trenes con el resultado de muertos y heridos, la sociedad ¿lo dejará tranquilo diciendo que él no quería hacerlo, simplemente se durmió?
Hizo una pausa y miró profundamente a su discípulo:
- Pues Dios sí hace esto. Sólo quiere nuestro arrepentimiento. Somos los hombres los que lo hemos complicado todo. Dolor de contricción, dolor de atrición,purgatorio para redimir la pena...¿De dónde han sacado los teólogos todo esto? Dios sólo pide que no arrepintamos. Que volvamos a casa como el hijo pródigo. Que aceptemos que somos débiles, que no lo hacemos todo bien y que por nuestra culpa otros sufren.
Volvió a hacer ota pausa, miró al suelo y añadió:
- Pero esto es difícil. Por eso es una forma de hacer penitencia. No nos gusta aceptar nuestra debilidad y por eso castigamos la debilidad de los demás...
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