Aquel día llegó al desierto un buen hombre que había dedicado toda su vida atendiendo a los marginados de una gran ciudad. Abatido, se sentó junto al Anacoreta y le dijo:
- Seguramente he equivocado mi vida. ¿Realmente he conseguido algo tras todos estos años junto a prostitutas, ladrones, drogadictos...? Cuando me preguntan a cuántos he logrado redimir no sé qué responder...En realidad, intentar hacer algo en este ambiente es...como querer la luna...
Guardó silencio un instante el solitario. Luego, mirando a los ojos de aquel buen hombre dijo...
- Había en la India un pastor de elefantes, que cada anochecer observaba cómo toda la manada miraba al cielo, y cada uno de los elefantes elevaba su trompa hacia la luna, como queriendo llegar a ella. El pastor decidió desde entonces llevarlos a beber, cada noche de luna llena, a las orillas del río donde mejor se reflejaba el astro de la noche, y así podían saciarse succionando la imágen de la luna.
Iba a responder el buen hombre que aquello era un engaño, pero rápidamente habló el Anacoreta:
- Y no pienses que es un engaño. Es simplemente conformarse con lograr la mejor realidad posible de cuantas están a nuestro alcance. Porque empeñarse en conseguir objetivos inalcanzables, es la manera más segura de tener una vida desgraciada...
Y viendo que el buen hombre guardaba silencio, añadió:
- Posiblemente no redimas a nadie. Pero esas prostitutas, delincuentes y drogadictos, podrán decir que en su vida alguien les ama sin juzgarlos. Y eso...puede saciarlos, como a los elefantes beber la luna reflejada en el río...
Y el buen hombre volvió en paz al suburbio de la gran ciudad...
En realidad , cuando la vida pieza a terminar te das cuenta de que siempre estuviste bebiendo de un reflejo de luna...
ResponderEliminarSiempre me gustó el anacoreta....la verdad es que muchas veces le echo de menos.