sábado, 28 de agosto de 2021

ADMINISTRADORES DE NUESTROS DONES

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: "Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó. El que recibió cinco talentos fue en seguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor. 
Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas con ellos. Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: "Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco." Su señor le dijo: "Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor." Se acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo: "Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos." Su señor le dijo: "Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor." Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y dijo: "Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces, tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo." El señor le respondió: "Eres un empleado negligente y holgazán. ¿Con que sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese empleado inútil echadlo fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el rechinar de dientes.""

"El Señor nos ha revestido con un “capital divino” (bolsas de oro), según nuestras capacidades, para hacerlo producir hasta que el Señor nos pida cuentas del uso que hayamos hecho de ello. Debemos recordar que no somos dueños de nuestra vida sino sólo administradores de sus dones. Los frutos que demos en la vida revelan nuestros dones. Por esta razón, aquellos talentos que nos rehusamos a desarrollar o “enterrar” y no dan fruto no los merecemos, porque ocultarlos es como insultar o reírse de quien nos los dio. Es claro que, enterrarlos por pereza o apatía, es una traición a la confianza que el Señor, dador de todos los dones, ha puesto en nosotros. La justicia exige que aquellos dones sean dados a otros que cumplan con la intención del donante. Dios nos ha dado muchos dones para que construyamos con ellos el Reino. Dios espera frutos no apariencias. ¿Cuáles son mis dones, los conozco y los pongo a trabajar?" (Koinonía)

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