viernes, 27 de agosto de 2021

EL ACEITE DEL AMOR, LA VERDAD Y LA FE



 En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: "Se parecerá el reino de los cielos a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco eran sensatas. Las necias, al tomar las lámparas, se dejaron el aceite; en cambio, las sensatas se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas. El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó una voz: "¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!" Entonces se despertaron todas aquellas doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas. Y las necias dijeron a las sensatas: "Dadnos un poco de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas." Pero las sensatas contestaron: "Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis." Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron también las otras doncellas, diciendo: "Señor, señor, ábrenos." Pero él respondió: "Os lo aseguro: no os conozco." Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora."

"Nuevamente Jesús habla del Reino con la parábola del "novio", ya lo había hecho con el "banquete de bodas". El Reino se va construyendo en el día a día, a través de nuestras “lámparas ardientes” cuyo “aceite” son el amor, la verdad y la fe, que ofrecemos a Dios y a nuestro prójimo. El no conocer “ni el día ni la hora” hace imprevisto «el final» y, además, con esa sensación de retraso nos invita a la vigilancia. Frecuentemente no somos conscientes de la venida diaria del Señor que es la que nos prepara para ese «final», sea el fin del mundo o la hora de nuestra muerte, que cuando llega nos pide abrir la puerta, atentos a los signos de los tiempos y lugares. Todos somos invitados a pasar a “la sala de bodas”, pero tenemos que llevar aceite. Además, esta fiesta sucede cada día en los pequeños encuentros con el Señor. Testimoniemos su presencia amorosa. ¿Estamos preparados y en vela llevando el aceite de nuestras buenas obras para mantener la lámpara encendida?" (Koinonía)

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