En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús había hecho callar a los saduceos, formaron grupo, y uno de ellos, que era experto en la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: "Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?" Él le dijo: ""Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser." Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo." Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los Profetas."
Entre códigos y recomendaciones, el Pueblo Judío había contabilizado en la ley 613 mandamientos, de los cuales 365 eran prohibiciones y 248 orientaciones positivas. Por eso discutían permanentemente sobre la jerarquía de los mandamientos. Ante la pregunta del fariseo, Jesús no responde con uno, sino con dos, uniendo el mandamiento del amor a Dios y el mandamiento del amor al prójimo.
La originalidad de Jesús radica en que presenta los dos mandamientos inseparables y al mismo nivel. El amor es la clave que unifica ambos mandamientos; por eso, el amor a Dios pasa necesariamente por el prójimo. El sentido de la vida no consiste solamente en cumplir normas y preceptos. Cristo nos invita a mirar la vida desde la centralidad de las personas, más allá de las leyes. Dios quiere que cultivemos una actitud misericordiosa. Llevar a plenitud el amor en el servicio auténtico a los más pobres y descartados de nuestro tiempo. ¿Puedo decir, cuando hago mi examen de conciencia al final del día, que mi vida está motivada por el amor?
No hay comentarios:
Publicar un comentario