viernes, 6 de agosto de 2021

TRANSFIGURACIÓN

 


En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta. Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él. Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús: "Señor, ¡qué bien se está aquí! Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías." Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía: "Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo." Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo: "Levantaos, no temáis." Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: "No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos."

Los evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) narran la transfiguración. La comunidad de Marcos, cuyo texto leemos hoy, está integrada, en su mayoría, por personas de origen pagano; es una comunidad pobre, en crisis, llamada a dar razón de su fe e identidad. Para ella la experiencia de Jesús transfigurado, será de mucha importancia en el reafirmar su fe y su seguimiento. El Evangelio quiere decir que la Ley y los Profetas están al servicio y tienen sentido en función de Jesús, que es el Señor, en su gloria, al servicio del cual está toda la Sagrada Escritura. La propuesta de Pedro de quedarse en la montaña es una insinuación para no afrontar el futuro próximo de Jesús que seis días antes les había anunciado su pasión. Nosotros, al igual que la comunidad de Marcos, no podemos evitar la realidad, tendremos que seguir dando testimonio de nuestra fe, aun cuando el temor y los acontecimientos nos quieran superar.

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