En aquel tiempo, se acercó a Jesús un hombre, que le dijo de rodillas: "Señor, ten compasión de mi hijo, que tiene epilepsia y le dan ataques; muchas veces se cae en el fuego o en el agua. Se lo he traído a tus discípulos, y no han sido capaces de curarlo." Jesús contestó: "¡Generación perversa e infiel! ¿Hasta cuándo tendré que estar con vosotros? ¿Hasta cuándo os tendré que soportar? Traédmelo." Jesús increpó al demonio, y salió; en aquel momento se curó el niño.
Los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron aparte: "¿Y por qué no pudimos echarlo nosotros?" Les contestó: "Por vuestra poca fe. Os aseguro que si fuera vuestra fe como un grano de mostaza, le diríais a aquella montaña que viniera aquí, y vendría. Nada os sería imposible."
Es mucha la angustia para la familia cuando hay un hijo enfermo. El testimonio de fe de este padre nos debe contagiar. El texto dice que se acerca a Jesús, se arrodilla frente a él y le pide compasión hacia su hijo. El hombre describe el padecimiento de su hijo con unas palabras que conmueven a Jesús: mi hijo “sufre horriblemente”. El hombre había agotado los medios posibles y los discípulos no pudieron ayudarlo. Ahora él estaba, frente a frente, con el Maestro y no vacila… Su fe hizo posible el milagro aquella tarde en Galilea. Los discípulos que han recorrido largos caminos con Jesús y lo vieron hacer milagros no lograron sanar a esta persona. Profesar nuestra fe en Jesús no es garantía de ser verdadero discípulo. Es la fe en Jesús y su poder lo que hacen posible lo imposible. Si tuviéramos fe suficiente habríamos cambiado la geografía del mundo. ¿Cómo manifiestas tu fe? ¿El sufrimiento ha hecho crecer tu fe? ¿Te consideras una semilla de mostaza?
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