miércoles, 4 de agosto de 2021

LA CONSTANCIA DE UNA MADRE




En aquel tiempo, Jesús se marchó y se retiró al país de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle: "Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo." Él no le respondió nada. Entonces los discípulos se le acercaron a decirle: "Atiéndela, que viene detrás gritando." Él les contestó: "Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel." Ella los alcanzó y se postró ante él, y le pidió: "Señor, socórreme." Él le contestó: "No está bien echar a los perros el pan de los hijos." Pero ella repuso: "Tienes razón, Señor; pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos." Jesús le respondió: "Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas." En aquel momento quedó curada su hija.

"Un elemento de la lectura bíblica desde la hermenéutica en clave de mujer es ver cómo ellas hacen uso del poder. Su método propone ver aquellos textos en donde la mujer aparece no sólo como víctima sino como protagonista de conquistas, espacios y reclamos de derechos. Eso lo podemos recrear en el relato de hoy: Dos mujeres son protagonistas de este momento trascendente con Jesús. Una enferma, no habla, sólo sufre en su cuerpo la carga de una enfermedad que la atormenta, que la deja incapaz de hablar. La otra es madre, una mujer valiente, recursiva; ella es su abogada. Ha sido capaz de cruzar las fronteras geográficas de Tiro y Sidón y esas otras fronteras culturales y psicológicas por la sanación de su hija. No solo eso, ella ha sido capaz de trasgredir las reglas y los espacios para pedir una migaja aunque fuera, con tal de que sanara su hija. Y con su fe cruzó las montañas y alcanzó lo que buscaba, su hija quedó sana aquél día del encuentro con el Galileo. ¿Conoces madres así?" (Koinonía)

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