En aquel tiempo, dijo Jesús a uno de los principales fariseos que lo había invitado: "Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado.
Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos."
Jesús nos enseña, que el verdadero dar, es hacerlo sin esperar respuesta. Hacer el bien esperando, aunque sólo sea, el agradecimiento, es hacerlo por un precio. El verdadero amor es gratuito. No es fácil, pero debemos intentarlo y purificar cada día nuestras acciones e intenciones.
"En el movimiento de Jesús la mesa gratuita es signo del reino de Dios. Es el encuentro comunitario de enseñanza de los valores del reino, donde se aprende –con ternura y sin violencia– a construir una comunidad de justicia y solidaridad. Ocurre así con Zaqueo, donde la comida compartida permite reconocer las prácticas injustas y construir nuevas relaciones. Lucas 14 lo muestra también: Jesús, en medio de peces, pan, vino y alegría, hace un llamado al anfitrión: «invita a los pobres, mancos, cojos y ciegos a tu mesa», en otras palabras, a quienes no tienen pan ni mesa y son no-personas en la sociedad. ¡Este es el segundo sentido en torno a la mesa de gratuidad! La mesa gratuita debe ser el espacio solidario con aquellas personas cuya vida es un ‘yugo pesado’, donde el clamor por el “pan de cada día” escuche respuesta con el pan concreto, los frijoles y las tortillas. ¡Festejemos el banquete de los pobres, gratuito y solidario, y signo del reino de Dios!" (Koinonía)