lunes, 17 de octubre de 2022

ACUMULAR ¿PARA QUÉ?


En aquel tiempo, dijo uno del público a Jesús: "Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia." Él le contestó: "Hombre, ¿quién me ha nombrado juez o árbitro entre vosotros?"
Y dijo a la gente: "Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno -ande sobrado, su vida no depende de sus bienes."
Y les propuso una parábola: "Un hombre rico tuvo una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos: "¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha." Y se dijo: "Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el grano y el resto de mi cosecha. Y entonces me diré a mí mismo: Hombre, tienes bienes acumulados para muchos anos; túmbate, come, bebe y date buena vida."
Pero Dios le dijo: "Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?" Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios."


"En la fe del pueblo de Israel, la tierra era bendición de Dios. A él le pertenecía, pero los frutos habrían de beneficiar a todos. Especialmente, a los más necesitados. Jesús ve con sus propios ojos cómo en Galilea los terratenientes se apropian despojando a los campesinos de sus tierras. En América Latina, esta es la realidad del extractivismo y la explotación de recursos naturales y humanos a manos de empresarios inescrupulosos; una realidad que destruye, mata. No se puede acumular sin pensar en el precio que se paga para ello. Los oyentes de esta parábola, al escuchar que un hombre, de manera inesperada, obtiene una gran cosecha de sus tierras, se habrán podido preguntar “¿Qué hará con ella? ¿Beneficiará a los empobrecidos?”. Pues, no. La decisión que toma es la común de los poderosos: seguir acumulando riquezas. Por eso Dios lo llama “necio”, por codiciar y asegurarse la vida egoístamente, a costa del despojo de otros. Dios siempre quiso que los bienes de la creación fueran compartidos y no acaparados. ¡Que aprendamos a compartir y dejemos de acumular! " (Koinonía)

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