martes, 11 de octubre de 2022

PURIFICARSE COMPARTIENDO

 

En aquel tiempo, cuando Jesús terminó de hablar, un fariseo lo invitó a comer a su casa. Él entró y se puso a la mesa. Como el fariseo se sorprendió al ver que no se lavaba las manos antes de comer, el Señor le dijo: "Vosotros, los fariseos, limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro rebosáis de robos y maldades.
¡Necios! El que hizo lo de fuera, ¿no hizo también lo de dentro? Dad limosna de lo de dentro, y lo tendréis limpio todo."

Los fariseos estaban muy preocupados por la pureza externa. Jesús nos dice que la verdadera pureza está en nuestro interior. Que quedamos purificados cuando sabemos amar, compartir, entregarnos a los demás.

"La Palabra de hoy insiste en que las prácticas religiosas realizadas por mero cumplimiento (“cumplo” y “miento”) no tienen sentido cuando interiormente nos esclavizan a nosotros y a los demás; el fin de un camino religioso debería ser liberador y no lo contrario. Lo esencial de un seguidor de Jesucristo no está en cumplir normas o ritos, sino en fomentar una espiritualidad compasiva que dignifique y libere por medio de prácticas que apuesten al cuidado y la defensa de la vida. Quien vive así puede celebrar la Eucaristía en comunidad con más gozo pues es Jesús quien se hace presente renovando y fortaleciendo el caminar. Jesús, Pan que se parte y comparte, sangre que se dona para vivificar, nos invita a actualizar y encarnar su entrega para dar vida al mundo. Pablo recuerda que lo importante es «la fe que obra por medio del amor»; un amor que no es sólo vertical (Dios-yo), sino necesariamente horizontal (otros-yo). En nuestro seguimiento de Jesús ¿somos capaces de hacer presente el Reino? " (Koinonía)

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