jueves, 6 de octubre de 2022

SABER PEDIR

 


En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: "Si alguno de vosotros tiene un amigo y viene a medianoche para decirle: "Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle", y, desde dentro, el otro le responde: "No me molestes; la puerta está cerrada, mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos". Si el otro insiste llamando, yo os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por la importunidad se levantará y le dará cuanto necesite.
Pues así os digo a vosotros: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide, recibe; quien busca, halla, y al que llama, se le abre. ¿Qué padre entre vosotros, cuando el hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pez, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuanto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?"

"Ante estas dos imágenes del evangelio –el amigo insistente y el padre que es bueno con sus hijos– podemos caer en la tentación de creer que la oración tiene poderes mágicos y que podemos pedirle a Dios lo que se nos ocurre. A Dios no vamos a convencerlo de recibir lo que es fruto de nuestro capricho. Lucas es enfático en esto; lo que se recibe en la oración de petición es el don del “Espíritu Santo”. Su presencia amorosa camina con nosotros, nos ayuda y fortalece para afrontar las encrucijadas de la vida con sabiduría, amor y paciencia. Dios siempre se está dando a nosotros y camina a nuestro lado. Por eso Pablo nos invita a tener una experiencia de ese Dios vivo, que alcanzaremos no por el mero cumplimiento de leyes sino por el encuentro personal con Él, en su Palabra y en todo lo creado. ¿Cómo he podido experimentar la presencia amorosa de Dios en mi historia, sobre todo en las encrucijadas? " (Koinonía)

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