jueves, 13 de octubre de 2022

¡AY DE NOSOTROS!

 


En aquel tiempo dijo el Señor: "¡Ay de vosotros, que edificáis mausoleos a los profetas, después que vuestros padres los mataron! Así sois testigos de lo que hicieron vuestros padres, y lo aprobáis; porque ellos los mataron y vosotros les edificáis sepulcros. Por algo dijo la sabiduría de Dios: "Les enviaré profetas y apóstoles: a algunos los perseguirán y matarán"; y así a esta generación se le pedirá cuenta de la sangre de los profetas derramada desde la creación del mundo; desde la sangre de Abel hasta la de Zacarías, que pereció entre el altar y el santuario.
Si, os lo repito: se le pedirá cuenta a esta generación. ¡Ay de vosotros, juristas, que os habéis quedado con la llave del saber; vosotros que no habéis entrado, y habéis cerrado el paso a los que intentaban entrar!" Al salir de allí, los letrados y fariseos empezaron a acosarlo y a tirarle de la lengua con muchas preguntas capciosas, para cogerlo con sus propias palabras.


Cuando oímos a Jesús hablar de los fariseos pensamos en los otros. Pero todos tenemos algo de fariseos. Valoramos las apariencias. Criticamos a los que se entregan de una forma diferente a la nuestra. Todos conocemos personas que han sido o son proféticas y sin embargo son criticadas y perseguidas. 

"En el pasaje de hoy Jesús sigue hablando fuertemente contra fariseos y doctores de la ley, pero sus palabras también confrontan nuestra vida. Podríamos preguntarnos: ¿Cuántas veces hemos sido cómplices de injusticias o de dinámicas de deshumanización? ¿Hemos dejado de ser corresponsables de la Salvación de nuestro mundo? ¿Dios ha dejado de ser nuestro Absoluto? El pecado es una realidad no sólo interna sino que también se encarna en las estructuras injustas de las cuales no siempre somos conscientes; por eso, la llamada a la sabiduría y la conversión es constante, para que no perdamos el camino. Al contemplar la Palabra hemos de dejar que su luz ilumine nuestras oscuridades conscientes o no, de modo que podamos vivir en mayor fraternidad y sororidad con quienes nos rodean y con la casa común, hasta que todo encuentre su plenitud en Cristo, quien predestinó por amor a la humanidad para salvarse (vivir dignamente con lo necesario) y salvar la obra creadora. Esta predestinación amorosa de parte de Dios espera nuestra respuesta. ¡Seamos agradecidos! " (Koinonía)

No hay comentarios:

Publicar un comentario