"Jesús comenzó a hablarles por medio de parábolas. Les dijo:
- Un hombre plantó una viña,a
le puso una cerca, construyó un lagar y levantó una torre para
vigilarlo todo. Luego la arrendó a unos labradores y se fue de viaje.
A su debido tiempo mandó un criado a pedir a los labradores la parte de cosecha que le correspondía.
Pero ellos le echaron mano, le golpearon y lo enviaron con las manos vacías.
Entonces el dueño mandó otro criado, pero a este lo hirieron en la cabeza y lo insultaron.
Mandó otro, y a este lo mataron. Después mandó otros muchos, pero a unos los golpearon y a otros los mataron.
Todavía le quedaba uno: su propio hijo, a quien quería mucho. A él lo mandó el último, pensando: Sin duda, respetarán a mi hijo.
Pero los labradores se dijeron unos a otros: Este es el heredero; matémoslo y la viña será nuestra.
Así que lo cogieron, lo mataron y arrojaron su cuerpo fuera de la viña.
¿Qué hará el dueño de la viña? Pues irá, matará a aquellos labradores y dará la viña a otros.
¿No habéis leído lo que dicen las Escrituras?:
La piedra que despreciaron los constructores
es ahora la piedra principal.
Esto lo ha hecho el Señor
y nosotros estamos maravillados.
Quisieron entonces apresar a Jesús, porque
sabían que la parábola iba contra ellos. Pero como tenían miedo de la
gente, le dejaron y se fueron."
Con esta parábola, Jesús anunciaba claramente lo que iba a suceder. Dios había plantado la viña de su pueblo con gran amor. Pero este le había dado la espalda. Maltrató a los profetas que fue enviando. Y acabó enviando a su propio Hijo, al que también habían de matar. Los doctores de la ley, sacerdotes y fariseos entendieron claramente que Jesús se estaba refiriendo a ellos, cuando hablaba de los arrendadores que se querían hacerse dueños de la viña.
Pero cometeremos un error si nos quedamos en esta interpretación y no la aplicamos a nuestros días. Porque, hoy, como ayer, corremos el riesgo de creernos los amos de la viña, de posesionarnos de su Palabra y creer que sólo nosotros tenemos la verdad. De matar a los profetas, incluso de "matar" al Hijo, olvidando su evangelio. La viña es de Dios, no nuestra. Ayer, domingo de Pentecostés, reflexionábamos sobre la importancia del Espíritu en nuestras vidas. Es a Él a quien debemos escuchar. Es Él quien debe guiarnos. Es Él quien hará que la viña dé fruto abundante. Los frutos del Padre. No nuestros frutos egoístas.
Ser responsables d'allò que se'ns ha encomanat...amb l'ajut d'un Pare! Gràcies Senyor, gràcies Mare !
ResponderEliminarGràcies per compartir aquest Evangeli. El dissapte a la tarda, a la Missa jo vaig surtir a llegir l´Espistola.
ResponderEliminarUna abraçada