"Yo os amo como el Padre me ama a mí; permaneced, pues, en el amor que os tengo. Si obedecéis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo obedezco los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
Os hablo así para que os alegréis conmigo y vuestra alegría sea completa. Mi mandamiento es este: Que os améis unos a otros como yo os he amado. No hay amor más grande que el que a uno le lleva a dar la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; os llamo amigos, porque os he dado a conocer todo lo que mi Padre me ha dicho. Vosotros no me escogisteis a mí, sino que yo os he escogido a vosotros y os he encargado que vayáis y deis mucho fruto, y que ese fruto permanezca. Así el Padre os dará todo lo que le pidáis en mi nombre. Esto es, pues, lo que os mando: Que os améis unos a otros."
Este es el único mandato de Jesús: que nos amemos los unos a los otros. Lo único que nos pide, y es mucho, es amar. Un amor fundamentado en que Él nos ha amado primero; en que es Él quien nos ha escogido. Ser cristiano no es ser esclavo. Es ser amigo de Jesús y eso nos obliga a dar amor a todo el mundo. A ser Amor para los demás.
"La comunidad de Juan pone en boca de Jesús un discurso de despedida en dos partes vinculantes. En una, la exigencia para la comunidad es dar fruto y permanecer (15, 1-8), y en la que leemos hoy, es una invitación a permanecer en el amor (15,9-17). El amor de Jesús hacia sus discípulos, procede del Padre y es paradigma y causa de amor discipular. Con lo cual, la misión de Jesús, la de sus enviados, la nuestra y la de las próximas generaciones, se define por la «acción amorosa» de Dios que renueva la totalidad de la existencia individual, social y cósmica del ser humano, «junto con» la tarea histórica que tenemos de construir relaciones «trascendentes» sostenidas por vínculos de «amor afectivo», que cultiva lazos fraternos; de «amor efectivo», que dona potencialidades y condiciones para que el otro realice plenamente la vida; y «amor oblativo», que transforma las relaciones humanas desplegándolas como práctica del servicio y cuidado mutuo. Es este el don y la vocación que nos hace y nos define como «amigos de Dios y de Jesús»" (Koinonía)
"Yo os amo como el Padre me ama a mí; permaneced, pues, en el amor que os tengo. Si obedecéis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo obedezco los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
ResponderEliminarOs hablo así para que os alegréis conmigo y vuestra alegría sea completa. Mi mandamiento es este: Que os améis unos a otros como yo os he amado. No hay amor más grande que el que a uno le lleva a dar la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; os llamo amigos, porque os he dado a conocer todo lo que mi Padre me ha dicho. Vosotros no me escogisteis a mí, sino que yo os he escogido a vosotros y os he encargado que vayáis y deis mucho fruto, y que ese fruto permanezca. Así el Padre os dará todo lo que le pidáis en mi nombre. Esto es, pues, lo que os mando: Que os améis unos a otros."