"El que viene de arriba está sobre todos. El que es de la tierra es terrenal y habla de las cosas de la tierra. En cambio, el que viene del cielo está sobre todos y habla de lo que ha visto y oído. Sin embargo, nadie cree lo que él dice. Pero el que lo cree, confirma con ello que Dios dice la verdad; pues el que ha sido enviado por Dios habla las palabras de Dios, porque Dios da abundantemente su Espíritu. El Padre ama al Hijo y le ha dado poder sobre todas las cosas. El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que no quiere creer en el Hijo no tendrá esa vida, sino que recibirá el terrible castigo de Dios."
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El diálogo entre Jesús y Nicodemo es de una gran riqueza. Al Padre llegamos a través del Hijo iluminados por el Espíritu. Un padre que ama a su Hijo y que nos ama a nosotros si le imitamos y seguimos, si creemos en Él.
"El texto evangélico destaca en una de sus sentencias el don de Dios y el proceso humano transversal al evangelio de Juan: «El que cree en el Hijo tiene la vida eterna». Esta sentencia puede resultar pedagógica, teologal y ecuménicamente determinante para el diálogo interreligioso hoy. Pedagógica, porque la “vida eterna” en el evangelio de Juan es conocer al Padre. Y la dinámica formativa y de filiación acontece reconociéndonos hijos de Dios en su Hijo; siendo, Jesús de Nazaret, para los creyentes, la humanización de Dios; y para los no creyentes, una propuesta auténtica de humanidad. Teologal, porque la fe en Dios, es un acontecimiento de palabra y por la Palabra en la historia; y es precisamente el diálogo interconfesional, sin imposiciones, pero con arraigo en la realidad, el que debería permitir a las religiones, crear escenarios de comunión. En este sentido, la fe está llamada a vivirse y practicarse ecuménicamente. Horizonte ecuménico que se hace pleno cuando las religiones compartan iniciativas de paz y propuestas de liberación integral. ¿Tiene nuestra fe una auténtica vocación y fibra ecuménica?" (Koinonía)
"El texto evangélico destaca en una de sus sentencias el don de Dios y el proceso humano transversal al evangelio de Juan: «El que cree en el Hijo tiene la vida eterna». Esta sentencia puede resultar pedagógica, teologal y ecuménicamente determinante para el diálogo interreligioso hoy. Pedagógica, porque la “vida eterna” en el evangelio de Juan es conocer al Padre. Y la dinámica formativa y de filiación acontece reconociéndonos hijos de Dios en su Hijo; siendo, Jesús de Nazaret, para los creyentes, la humanización de Dios; y para los no creyentes, una propuesta auténtica de humanidad. Teologal, porque la fe en Dios, es un acontecimiento de palabra y por la Palabra en la historia; y es precisamente el diálogo interconfesional, sin imposiciones, pero con arraigo en la realidad, el que debería permitir a las religiones, crear escenarios de comunión. En este sentido, la fe está llamada a vivirse y practicarse ecuménicamente. Horizonte ecuménico que se hace pleno cuando las religiones compartan iniciativas de paz y propuestas de liberación integral. ¿Tiene nuestra fe una auténtica vocación y fibra ecuménica?" (Koinonía)
"El que viene de arriba está sobre todos. El que es de la tierra es terrenal y habla de las cosas de la tierra. En cambio, el que viene del cielo está sobre todos y habla de lo que ha visto y oído. Sin embargo, nadie cree lo que él dice. Pero el que lo cree, confirma con ello que Dios dice la verdad; pues el que ha sido enviado por Dios habla las palabras de Dios, porque Dios da abundantemente su Espíritu. El Padre ama al Hijo y le ha dado poder sobre todas las cosas.
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