"Los judíos se pusieron a discutir unos con otros:
– ¿Cómo puede este darnos a comer su propio cuerpo?
Jesús les dijo:
– Os aseguro que si no coméis el cuerpo del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida. El que come mi cuerpo y bebe mi sangre tiene vida eterna; y yo le resucitaré el día último. Porque mi cuerpo es verdadera comida, y mi sangre verdadera bebida. El que come mi cuerpo y bebe mi sangre vive unido a mí, y yo vivo unido a él. El Padre, que me ha enviado, tiene vida, y yo vivo por él. De la misma manera, el que me coma vivirá por mí. Hablo del pan que ha bajado del cielo. Este pan no es como el maná que comieron vuestros antepasados, que murieron a pesar de haberlo comido. El que coma de este pan, vivirá para siempre.
Jesús enseñó estas cosas en la reunión de la sinagoga en Cafarnaún."
Jesús es el verdadero alimento. El único que da Vida. Comer su carne y beber su sangre, es hacernos uno con Él. Es entregar nuestra vida a los demás. Es ser Amor para los más débiles.
"La Comunidad presenta a Jesús como alimento del y para el pueblo, usando imágenes del Antiguo Testamento, específicamente del libro del Éxodo: el pan (maná) y la carne (cordero pascual). De esta manera, explicamos la continuidad y coherencia del todo el capítulo 6, y en el que encontramos dos grandes discursos: el del pan de vida (6, 33-50) y de la eucaristía (6, 51-58). En ese contexto, “comer su carne” y “beber su sangre” significa aceptar su persona plenamente y en este sentido, la eucaristía nos integra en la conciencia, responsabilidad y acción que nos hace comunidad de Jesús, y en ella hacemos recuerdo y memoria “subversiva” de su Dios. El que come el Cuerpo y se hace indiferente a los muchos cuerpos humanos y ecológicos que son dañados, ultrajados, mutilados y asesinados, está vaciando al sacramento de arraigo histórico y de auténtica fe. Solo así estaremos haciendo de nuestras eucaristías un signo de la presencia del Reino y de su justicia. ¿Caemos en la cuenta del don divino y proceso humano que significa comulgar?" (Koinonía)
En ese contexto, “comer su carne” y “beber su sangre” significa aceptar su persona plenamente y en este sentido, la eucaristía nos integra en la conciencia, responsabilidad y acción que nos hace comunidad de Jesús, y en ella hacemos recuerdo y memoria “subversiva” de su Dios. El que come el Cuerpo y se hace indiferente a los muchos cuerpos humanos y ecológicos que son dañados, ultrajados, mutilados y asesinados, está vaciando al sacramento de arraigo histórico y de auténtica fe. Solo así estaremos haciendo de nuestras eucaristías un signo de la presencia del Reino y de su justicia. ¿Caemos en la cuenta del don divino y proceso humano que significa comulgar?" (Koinonía)
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