"Y Jesús les dijo:
– Yo soy el pan que da vida. El que viene a mí, nunca más tendrá hambre, y el que en mí cree, nunca más tendrá sed. Pero, como ya os dije, vosotros no creéis aunque me habéis visto. Todos los que el Padre me da vienen a mí, y a los que vienen a mí no los echaré fuera. Porque no he venido del cielo para hacer mi propia voluntad, sino para hacer la voluntad de mi Padre, que me ha enviado. Y la voluntad del que me ha enviado es que yo no pierda a ninguno de los que me ha dado, sino que los resucite el día último. Porque la voluntad de mi Padre es que todo aquel que ve al Hijo de Dios y cree en él, tenga vida eterna, y yo le resucitaré en el día último."
El evangelio de hoy, es la continuación del de ayer. Jesús es el Pan de Vida. Un Pan que encontramos en la Eucaristía, pero que también lo encontramos en nuestro interior y en los demás. En la comunión y en el servicio. La voluntad de Dios es, que a través de Jesús, del Pan de Vida, todos encontremos la salvación.
"Como continuidad y respuesta a la petición expresa de pan por parte de la comunidad, el texto indica que el pan de la vida, es el de la revelación y pedagogía de Jesús. Jesús aparece como el verdadero pan que procede de Dios. Con lo cual, comer el pan no es una experiencia exclusiva de la eucaristía, sino que también tiene lugar en la fe y en la relación auténtica con la persona de Jesús. Así pues, los símbolos del pan (v. 35) y del agua (v. 35b), antes que eucarísticos, son sapienciales, es decir, se proponen como experiencia de fe radicalmente distinta, no mediada por la observancia a leyes externas, sino por la escucha, reconocimiento y obediencia a la palabra humanada de Dios y su reino de justicia, desde la cual adquiere sentido todo rito, liturgia y sacramento expresado y vivido por la comunidad. Este es el verdadero alimento. ¿Nuestra hambre es siempre de ayuda, de amor, de reconciliación y misericordia? O ¿Nos alimentamos de las satisfacciones regidas por la sociedad del consumo, de la competencia y la producción?" (Koinonía)
"Como continuidad y respuesta a la petición expresa de pan por parte de la comunidad, el texto indica que el pan de la vida, es el de la revelación y pedagogía de Jesús. Jesús aparece como el verdadero pan que procede de Dios. Con lo cual, comer el pan no es una experiencia exclusiva de la eucaristía, sino que también tiene lugar en la fe y en la relación auténtica con la persona de Jesús. Así pues, los símbolos del pan (v. 35) y del agua (v. 35b), antes que eucarísticos, son sapienciales, es decir, se proponen como experiencia de fe radicalmente distinta, no mediada por la observancia a leyes externas, sino por la escucha, reconocimiento y obediencia a la palabra humanada de Dios y su reino de justicia, desde la cual adquiere sentido todo rito, liturgia y sacramento expresado y vivido por la comunidad. Este es el verdadero alimento. ¿Nuestra hambre es siempre de ayuda, de amor, de reconciliación y misericordia? O ¿Nos alimentamos de las satisfacciones regidas por la sociedad del consumo, de la competencia y la producción?" (Koinonía)
Y Jesús les dijo:
ResponderEliminar– Yo soy el pan que da vida. El que viene a mí, nunca más tendrá hambre, y el que en mí cree, nunca más tendrá sed. Pero, como ya os dije, vosotros no creéis aunque me habéis visto. Todos los que el Padre me da vienen a mí, y a los que vienen a mí no los echaré fuera. Porque no he venido del cielo para hacer mi propia voluntad, sino para hacer la voluntad de mi Padre, que me ha enviado. Y la voluntad del que me ha enviado es que yo no pierda a ninguno de los que me ha dado, sino que los resucite el día último. Porque la voluntad de mi Padre es que todo aquel que ve al Hijo de Dios y cree en él, tenga vida eterna, y yo le resucitaré en el día último."
Así pues, los símbolos del pan (v. 35) y del agua (v. 35b), antes que eucarísticos, son sapienciales, es decir, se proponen como experiencia de fe radicalmente distinta, no mediada por la observancia a leyes externas, sino por la escucha, reconocimiento y obediencia a la palabra humanada de Dios y su reino de justicia, desde la cual adquiere sentido todo rito, liturgia y sacramento expresado y vivido por la comunidad. Este es el verdadero alimento. ¿Nuestra hambre es siempre de ayuda, de amor, de reconciliación y misericordia? O ¿Nos alimentamos de las satisfacciones regidas por la sociedad del consumo, de la competencia y la producción?" (Koinonía)
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