En aquel tiempo, oyó el virrey Herodes lo que se contaba de Jesús y dijo a sus ayudantes: "Ése es Juan Bautista, que ha resucitado de entre los muertos, y por eso los poderes actúan en él." Es que Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel encadenado, por motivo de Herodías, mujer de su hermano Filipo; porque Juan le decía que no le estaba permitido vivir con ella. Quería mandarlo matar, pero tuvo miedo de la gente, que lo tenía por profeta. El día del cumpleaños de Herodes, la hija de Herodías danzó delante de todos, y le gustó tanto a Herodes que juró darle lo que pidiera. Ella, instigada por su madre, le dijo: "Dame ahora mismo en una bandeja la cabeza de Juan Bautista." El rey lo sintió; pero, por el juramento y los invitados, ordenó que se la dieran; y mandó decapitar a Juan en la cárcel. Trajeron la cabeza en una bandeja, se la entregaron a la joven, y ella se la llevó a su madre. Sus discípulos recogieron el cadáver, lo enterraron, y fueron a contárselo a Jesús.
"En esta narrativa de Mateo, Herodes ve a Jesús y recuerda a Juan Bautista a quien él mismo había mandado a decapitar. A Herodes lo persigue el recuerdo de la injusticia cometida y de la lección de su vida: no se puede empeñar la palabra como un cheque en blanco porque luego es tarde para los arrepentimientos. El texto muestra como el pecado carcome al entorno familiar. Herodías arrastra a su hija a solicitar como premio la cabeza de un hombre justo. Es importante recordar en nuestra reflexión: ¿Porqué el discurso profético de Juan Bautista incomodó a Herodías? ¿Porqué le tomó tanta rabia al Precursor del Mesías?. Sabemos que Juan tuvo un importante ministerio en el Nuevo testamento, pues le correspondió el privilegio de anteceder y preparar el camino al Mesías prometido. Fue el primer mensajero del Nuevo Testamento. El evangelio es una invitación a revisar aquello que hacemos, lo que prometemos y a quién seguimos. Oremos por tantos mártires que han entregado su vida por la verdad y la justicia en nuestros países." (Koinonía)
En aquel tiempo, fue Jesús a su ciudad y se puso a enseñar en la sinagoga. La gente decía admirada: "¿De dónde saca éste esa sabiduría y esos milagros? ¿No es el hijo del carpintero? ¿No es su madre María, y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? ¿No viven aquí todas sus hermanas? Entonces, ¿de dónde saca todo eso?" Y aquello les resultaba escandaloso. Jesús les dijo: "Sólo en su tierra y en su casa desprecian a un profeta." Y no hizo allí muchos milagros, porque les faltaba fe.
"El obstáculo más evidente de este evangelio, es la incredulidad de algunos paisanos de Jesús. Son ellos los que ponen límite a los milagros. Dice el texto que por ello Jesús “no hizo allí muchos milagros”. A estas personas les faltaba el milagro principal: escuchar a Dios y creer que Él. Creer que Dios se manifiesta en los sencillos y descalificados de la sociedad. Ellos escucharon a Jesús decir “Te alabo Padre porque has revelado estas cosas a la gente sencilla” (Mt 11,25)
En una sociedad materialista donde el prestigio y el poder son valores supremos, se llega a descalificar y excluir a las personas. Jesús denuncia la ceguera ante el profetismo de los sencillos. El texto da pie para pensar en que hubo gente que sí creyó y recibió milagros. Descubrimos gratamente que en medio de las comunidades hay personas que son un rayo de luz y esperanza. Son un ejemplo por seguir. Me puedo preguntar: ¿Soy obstáculo o hilo conductor de luz y esperanza en mi comunidad de fe, entorno familiar, social o laboral?" (koinonía)
En aquel tiempo, muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María, para darles el pésame por su hermano. Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa. Y dijo Marta a Jesús: "Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá." Jesús le dijo: "Tu hermano resucitará." Marta respondió: "Sé que resucitará en la resurrección del último día." Jesús le dice: "Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?" Ella le contestó: "Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo."
"El evangelio de Juan es una profunda reflexión teológica del misterio de Jesús. Es una respuesta a la polémica sobre la divinidad y humanidad de Jesús frente a la tentación permanente de los cristianos de huir del mundo por miedo a sus crisis y conflictos. El texto de hoy nos presenta una realidad inevitable: la muerte de un ser querido. Por ahí tendremos que pasar tarde o temprano todos los mortales. Frente a esta realidad, algunas veces, nuestra fe es vacilante y desafiante. A Marta, Jesús le exige que confiese su fe en él. Es el requisito que las primeras comunidades cristianas exigían a los que iban a ser bautizados: confesar su fe en Cristo resucitado y resucitador. Y nosotros, ¿creemos en la resurrección o pensamos que la muerte es un camino sin retorno?. Nuestra forma de vida refleja la esperanza de morir porque vamos a resucitar con Cristo, algún día o ¿pensamos que la muerte es el fin? ¿Cómo vivo mi fe en los momentos de dolor?" (Koinonía)
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: "El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo. El reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra."
"El texto evangélico de hoy, pretende aclararnos a través de parábolas qué es el Reino de Dios y cuál es su valor para nosotros, comunidad cristiana. El Reino de los Cielos es un tesoro escondido. En esta oportunidad Jesús nos da elementos para descubrirlo en el campo y la ciudad. No hay excusas. Para quien lo descubre, el Reino de Dios se convierte en el único valor absoluto, aquello por lo cual vale la pena dejarlo todo para poseerlo.
Los primeros cristianos se animaban mutuamente cantando y rezando “Maranatha” ("ven Señor Jesús"). Nosotros en la oración del Padrenuestro pedimos “venga a nosotros tu Reino”… eso quiere decir que para acceder al Reino de Dios no nos tenemos que mudar, cambiar o mover para ningún lugar. El Reino ya está. Ha sido ofrecido para nosotros. La pregunta siguiente debe ser: ¿cómo lo consigo? ¿cómo lo descubro? ¿Señor, qué debo hacer para encontrarlo? Preguntémonos: ¿Camino por la vía correcta para encontrarlo? ¿Será que vivo como quien lo busca?" (Koinonía)
En aquel tiempo, Jesús dejó a la gente y se fue a casa. Los discípulos se le acercaron a decirle: "Acláranos la parábola de la cizaña en el campo." Él les contestó: "El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del reino; la cizaña son los partidarios del Maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el fin del tiempo, y los segadores los ángeles. Lo mismo que se arranca la cizaña y se quema, así será al fin del tiempo: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y arrancarán de su reino a todos los corruptores y malvados y los arrojarán al horno encendido; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga."
"Cuando un maestro en su clase adelanta al grupo las respuestas del examen final, todos están en capacidad para sacar buenas calificaciones. Algo parecido ocurre con las parábolas, ellas nos dan la respuesta por anticipado. Entonces, si sabemos que en el juicio final los Justos brillarán como el sol, nuestra vida debe tener como norte la justicia. A esto hace referencia el texto de hoy.
Nuestra vida se debate entre el bien y el mal, el trigo y la cizaña. Todos estamos dentro del mismo universo, las opciones las tenemos que hacer nosotros. El texto dice que habrá un momento final para el mundo: “la cosecha”. Ese día el que nos va a juzgar será sólo a Dios. Ni los ángeles tienen potestad. Ellos sólo serán enviados a recoger… En caso de una mala opción, para nosotros sí será el llanto y el crujir de dientes. Entonces, si ya sabemos cuál será el examen final en el Reino de los cielos ¿Cómo tendría que ser nuestra vida desde ahora?" (koinonía)
En aquel tiempo, Jesús propuso esta otra parábola a la gente: "El reino de los cielos se parece a un grano de mostaza que uno siembra en su huerta; aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un arbusto más alto que las hortalizas, y vienen los pájaros a anidar en sus ramas."
Les dijo otra parábola: "El reino de los cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina, y basta para que todo fermente." Jesús expuso todo esto a la gente en parábolas y sin parábolas no les exponía nada. Así se cumplió el oráculo del profeta: "Abriré mi boca diciendo parábolas, anunciaré lo secreto desde la fundación del mundo."
"En las parábolas encontramos los planteamientos más claros e incisivos hechos por Jesús. Así como un acertijo, quien escucha la parábola no queda tranquilo hasta que descubre su significado. Son muy ilustrativas para la realidad del que las escucha. Jesús utilizó muy bien esta herramienta. En la medida en que las comprendamos, entramos en sintonía con el corazón mismo de Jesús, de su experiencia humana y religiosa. Frente a una sociedad que espera signos maravillosos de la manifestación de Dios, Jesús pone como ejemplo una semilla pequeñísima como la mostaza. Dios valora la dimensión de lo pequeño. Así como la mujer es parte determinante a la hora de mezclar la medida de levadura y harina, así de importante es tener una iglesia sabia y prudente hoy. Lugar de acogida donde se integren armónicamente todos sus miembros, donde no se excluya a nadie. Iglesia, con paciencia, para dejar a Dios actuar, convencida de que el proyecto es de Dios y él hará que su Reino permanezca entre nosotros, siempre que lo dejemos a él Ser Dios." (Koinonía)
En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los Zebedeos con sus hijos y se postró para hacerle una petición. Él le preguntó: "¿Qué deseas?" Ella contestó: "Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda." Pero Jesús replicó: "No sabéis lo que pedís. ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?" Contestaron: "Lo somos." Él les dijo: "Mi cáliz lo beberéis; pero el puesto a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre."
Los otros diez, que lo habían oído, se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús, reuniéndolos, les dijo: "Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Igual que el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos."
"El texto evangélico lo podemos dividir en dos partes: la primera corresponde a los vv. 20-23 y en ellos encontramos la petición a Jesús de parte de la madre de los Zebedeos para que sus hijos se sienten uno a la derecha y el otro a la izquierda en el Reino. La segunda parte la encontramos en los vv. 24-28 los cuales presentan la reacción de los otros discípulos contra los dos hermanos y la actitud de Jesús frente a todos los discípulos.
La madre de los Zebedeos se acerca a Jesús con actitud reverente y suplica para pedirle “que sus hijos se sienten uno a la derecha, el otro a la izquierda, en su Reino". La petición es disonante en contraste con el programa que Jesús le ha ido trazando a sus discípulos mientras van subiendo a Jerusalén (20, 17-19); se pone una vez más en relieve la incomprensión del misterio de la cruz. Por otra parte, la suplica traduce una absoluta confianza en el poder de la palabra del maestro y en el próximo advenimiento de su Reino. Pero también expresa los problemas que se están dando al interior de la comunidad apostólica por los primeros puestos.
La respuesta de Jesús no está dirigida a la madre de los Zebedeos, sino a los doce discípulos; les dijo: “no saben lo que están pidiendo”. Con la pedagogía de quien reprende para enseñar, Jesús llama la atención sobre la falta de inteligencia de quienes estaban destinados por vocación a comprender los misterios del Reino de Dios. Luego Jesús les llama la atención sobre la capacidad de asumir su proyecto: ¿pueden beber el cáliz que yo voy a beber? La pregunta introduce el tema de fondo que Jesús les está proponiendo a sus discípulos: la comunión de destino entre el Mesías y sus seguidores, que caminan hacia Jerusalén, el lugar de la pasión, muerte y resurrección.
Los discípulos dicen que están en capacidad de asumir el cáliz, es decir, de correr la misma suerte del maestro, de entregar la propia vida; ellos están dispuestos a “com-padecer”, ser “crucificados” y “morir con Cristo”. Pero Jesús disimulando sus ilusiones presentes y pensando en la fidelidad a la hora de la verdad, les dice: “Mi cáliz, ciertamente, lo beberán, pero el sentarse a mi derecha o mi izquierda no me toca a mí concederlo; será para los que mi Padre tiene designados”. Cuando en la comunidad se recordaba esta escena, la profecía de Jesús ya significaba una muestra de predilección sobre el primer mártir entre los doce: Santiago, el que dio testimonio de sangre bajo Herodes Agripa, hacia el año 42-43 d.C, cuya memoria estamos celebrando hoy.
La petición de la madre de los Zebedeos genera en los otros discípulos indignación, recelo y división. Esta situación la aprovecha el maestro para corregir pedagógicamente los fallos de los discípulos. Frente al egoísmo de todos, el maestro pronuncia unas reflexiones sobre el nuevo concepto de la autoridad transfigurada en servicio. Su pensamiento se desarrolla en tres estrofas:
“Los jefes de las naciones las tiranizan y los grandes las oprimen”. Jesús coloca el énfasis en la manera como se impone la autoridad en el régimen político de las naciones. Esta manera de ejercer la autoridad no puede ser el modelo de las relaciones en la comunidad de los discípulos.
“El que quiera ser el más grande entre ustedes, sea el servidor”. Esta sentencia de Jesús esta en paralelo de contraste con “los jefes de las naciones” que ocupan un puesto de dirección y responsabilidad. Jesús no quiere una comunidad sin autoridad, pero pone como condición a quienes la ejerzan han de tener un alma de pobre y una actitud de servicio como un esclavo. El candidato a ser “el primero” deberá hacerse servidor y esclavo de todos, porque la novedad del espíritu de gobierno, según el Evangelio, está en servir incondicionalmente a los otros
“El Hijo del Hombre no vino a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos”. Con estas sentencias, Jesús autodefine su misión como servicio y entrega de la propia vida por los demás. Con esto queda claro lo que quiso decir Jesús al hablar de su “cáliz”. Se corrige la falta de inteligencia de los que soñaban con los primeros puestos en el Reino y se ponen las condiciones para ser parte de la comunidad de los discípulos.
El ejemplo de Santiago y de los otros discípulos nos exige a todos nosotros el construir otro tipo de vida eclesial, donde la autoridad se ejerza como servicio y no como privilegio; jerarquía o autoridad, donde seamos capaces de entregar la propia vida por el hermano empobrecido como lo hizo el mismo Jesús que no vino a ser servido sino a servir y a dar la vida en rescate por todos." (Koinonía)
En aquel tiempo, Jesús propuso otra parábola a la gente: "El reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero, mientras la gente dormía, su enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó. Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga apareció también la cizaña. Entonces fueron los criados a decirle al amo: "Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña?" Él les dijo: "Un enemigo lo ha hecho." Los criados le preguntaron: "¿Quieres que vayamos a arrancarla?" Pero él les respondió: "No, que, al arrancar la cizaña, podríais arrancar también el trigo. Dejadlos crecer juntos hasta la siega y, cuando llegue la siega, diré a los segadores: 'Arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo almacenadlo en mi granero.'"
"En esta parábola nos representa el “trigo” pero muchas veces somos “cizaña” (debilidad e inconsistencia, egoísmos) que produce muerte y desesperanza en la comunidad. Estamos más acostumbrados a vernos como trigo que como cizaña, a considerarnos superiores, a condenar, juzgar y señalar. Consideramos que los otros, los diferentes, los “infieles” son la cizaña. Necesitamos la misericordia para renovar, cada día, la alianza personal con Dios. “Haremos todo lo que dice el Señor”, responde el pueblo cuando es rociado con la sangre. Es una llamada a la obediencia a Dios y a la necesidad de los hermanos. La celebración de la Alianza es seria y vital en todo su ritual. Se nota en los elementos: lectura de la palabra, respuesta del pueblo, la sangre, los sacrificios de animales, levantar un altar y especialmente las palabras del Señor. ¿Que haremos? ¿arrancaremos la cizaña como camino fácil?, ¿obedeceremos fielmente y renovaremos la alianza con Dios y los hermanos?" (Koinonía)
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Vosotros oíd lo que significa la parábola del sembrador: Si uno escucha la palabra del reino sin entenderla, viene el Maligno y roba lo sembrado en su corazón. Esto significa lo sembrado al borde del camino. Lo sembrado en terreno pedregoso significa el que la escucha y la acepta en seguida con alegría; pero no tiene raíces, es inconstante, y, en cuanto viene una dificultad o persecución por la palabra, sucumbe. Lo sembrado entre zarzas significa el que escucha la palabra; pero los afanes de la vida y la seducción de las riquezas la ahogan y se queda estéril. Lo sembrado en tierra buena significa el que escucha la palabra y la entiende; ése dará fruto y producirá ciento o sesenta o treinta por uno."
"La Alianza es el momento culmen de la pertenencia del pueblo a Dios, El cuidara de ellos y ellos cumplirán los mandamientos y leyes, el decálogo. La voluntad de Dios para ellos es cumplir los mandamientos y propiciar un “encuentro personal” del pueblo con Él. Para ello se debe evaluar la actitud del corazón, que, como tierra buena y fértil, mostrará apertura a la Palabra y al proyecto de Dios. Lo contrario esta representado por las tierras no productivas: el camino, las espinas y las piedras. Resuenan aquí palabras: “escucha” y “cumple”, ambas condiciones importantes para lograr el verdadero discipulado en el seguimiento de Cristo. En un mundo superficial y mediocre, es fácil reducir la vida cristiana a simple cumplimiento de normas y leyes; eso lo describirá Jesús en la parábola como “sin raíz”, “inconstante”, “seducción por las riquezas”, etc. La fidelidad está simbolizado en “tierra fértil” que dará fruto abundante. ¿Soy de los que siempre recuerdo el decálogo juzgando a los otros o vivo el espíritu del reino abonando la vida?" (Koinonía)
El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Fuera, junto al sepulcro, estaba María, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús. Ellos le preguntan: "Mujer, ¿por qué lloras?" Ella les contesta: "Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto." Dicho esto, da media vuelta y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Jesús le dice: "Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas? Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: "Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré." Jesús le dice: "¡María!" Ella se vuelve y le dice: "¡Rabboni!", que significa: "¡Maestro!" Jesús le dice: "Suéltame, que todavía no he subido al Padre. Anda, ve a mis hermanos y diles: "Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro."" María Magdalena fue y anunció a los discípulos: "He visto al Señor y ha dicho esto."
"María Magdalena llamada “la apóstola de los apóstoles” por ser “testigo ocular de Cristo Resucitado... primera en dar testimonio de él ante los apóstoles” y especialmente por el gran amor que siempre profesó a Jesús y al Reino. A ella le mueve “el amor de mi alma” del Cantar de los Cantares. Es la mujer valiente presente en los momentos importantes de la vida y muerte de Jesús: saliendo de madrugada y sola hacia el sepulcro, buscando estar siempre con El, llorando junto al sepulcro, buscando respuesta de los ángeles, ofreciéndose a buscar su cuerpo, abrazándose al Señor y anunciándolo como resucitado. Jesús tiene una consideración especial por ella y por todas las mujeres discípulas. Ellas son las garantes de la fe, las educadoras de la esperanza y testigos del Reino en las comunidades cristianas. Esta fiesta es una llamada a reconocer y valorar el gran aporte de las mujeres en la Iglesia, siempre relegadas a los servicios últimos y, aun así, han demostrado valentía y total disponibilidad en la ministerialidad de la Iglesia." (Koinonía)
Aquel día, salió Jesús de casa y se sentó junto al lago. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y la gente quedó de pie en la orilla. Les habló mucho rato en parábolas: "Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, un poco cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y, como la tierra no era profunda, brotó en seguida; pero, en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó. Otro poco cayó entre zarzas, que crecieron y lo ahogaron. El resto cayó en tierra buena y dio grano: unos, ciento; otros, sesenta; otros, treinta. El que tenga oídos que oiga."
"Jesús nos invita a fortalecer nuestra confianza en Dios aún en medio de las dificultades del camino. No es buena actitud la murmuración, como tampoco las zarzas, las piedras ante la semilla sembrada. El ideal propuesto por Jesús es la tierra buena y fértil, que representa obediencia y docilidad al proyecto de Dios. Ante la murmuración del pueblo la respuesta de Dios sigue siendo siempre la misma: su amor y providencia dándoles lo que necesitan para el camino: el agua, las codornices y especialmente el pan, “yo haré llover pan del cielo”. Dios siempre se ha mostrado cercano y solidario, los ha escuchado, guiado y liberado no solo de la esclavitud sino de los mismos egipcios que les perseguían y sigue haciendo llover “maná”, “esperanza” y vida en un mundo de muerte y miserias. Nos da su amor providente a todos, sin distinción, desde su corazón solidario, especialmente, con los mas pobres. ¿Cuál es nuestra respuesta ante las dificultades, murmuración, confianza, esperanza solidaria?" (Koinonía)
En aquel tiempo, estaba Jesús hablando a la gente, cuando su madre y sus hermanos se presentaron fuera, tratando de hablar con él. Uno se lo avisó: "Oye, tu madre y tus hermanos están fuera y quieren hablar contigo." Pero él contestó al que le avisaba: "¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?" Y, señalando con la mano a los discípulos dijo: "Éstos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de mi Padre del cielo, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre."
"“Hacer la voluntad de Dios” es el distintivo de identidad del ser familia de Jesús. Los que “escuchan su palabra y la cumplen” se convierten en “madre”, “hermano” y “hermana” de Jesús. María es grande no solo por ser madre de Jesús sino por ser la mejor discípula que cumple su voluntad. Esto significará comulgar con sus palabras y el proyecto del reino, independientemente de las condiciones legales y raciales. El paso de los israelitas en medio de las aguas divididas los marcó profundamente y les dio identidad, como familia, como pueblo elegido y fortaleció su razón celebrativa. En toda celebración y catequesis recordaban aquel momento providencial y se fortalecían como pueblo elegido. Desde la experiencia de la liberación y la alianza, se celebrará que el Dios viviente acompañó a su pueblo, lo constituyó y le dio identidad como pueblo elegido. Dios sigue actuando entre los que mas sufren la opresión y esclavitud, ofreciéndoles dignidad y familia, comunidad: nosotros. ¿Cuál será nuestro distintivo como comunidad? ¿Se nota en nosotros la acción liberadora de Dios?" (Koinonía)
En aquel tiempo, algunos de los escribas y fariseos dijeron a Jesús: "Maestro, queremos ver un signo tuyo." Él les contestó: "Esta generación perversa y adúltera exige un signo; pero no se le dará más signo que el del profeta Jonás. Tres días y tres noches estuvo Jonás en el vientre del cetáceo; pues tres días y tres noches estará el Hijo del hombre en el seno de la tierra. Cuando juzguen a esta generación, los hombres de Nínive se alzarán y harán que la condenen, porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás. Cuando juzguen a esta generación, la reina del Sur se levantará y hará que la condenen, porque ella vino desde los confines de la tierra, para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón."
Nosotros seguimos pidiendo señales. La señal es una: la Palabra. Nínive se convirtió por la palabra de Jonás. La reina del Sur por la de Salomón. Nosotros tenemos la Palabra de Dios, el Evangelio, la Buena Nueva. Ella, con el ejemplo y las enseñanzas de Jesús, nos muestra que el camino para encontrar a Dios es el servicio al prójimo, la entrega de nuestra vida. Que debemos luchar contra la injusticia. Que debemos buscar la paz. Que no encontraremos a Dios hasta que no sepamos amar.
Pero nosotros seguimos pidiendo señales, milagros, prodigios...Y el verdadero prodigio es el Amor.
En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Él les dijo: "Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco." Porque eran tantos los que iban y venían que no encontraban tiempo ni para comer. Se fueron en barca a un sitio tranquilo y apartado. Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma.
"Dice el texto de Marcos hoy que a Jesús le dio lástima de la multitud porque andaban como ovejas sin pastor. Los discípulos han llegado de su labor apostólica a contarle a Jesús todo lo que les había pasado, Jesús entonces los invita a descansar en un lugar apartado, pero cuando llegan allí fue imposible porque una gran multitud ya estaba en el lugar esperándolos. Jesús comprendió que más urgente que comer y descansar era atender a la multitud.
Si Jeremías en su tiempo se queja de los guías políticos mucha más aguda es la situación en tiempos de Jesús. En la época de Jesús los jefes políticos y religiosos dispersaban cada vez más al pueblo. El régimen político, militar y económico impuesto por Roma era una carga que pesaba sobre el pueblo y que se hacía más gravosa porque había gente que le hacía el juego a los romanos, entre ellos los saduceos, que administraban el Templo. El rey y los cobradores de impuestos eran nombrados por Roma y las fuerzas militares romanas tenían su fortaleza junto al templo de Jerusalén. Esta situación además de oprimir ofendía la dignidad del pueblo. El régimen tributario era demasiado minucioso y había que cumplir con el diezmo para el templo. La situación económica era crítica.
La sociedad se encontraba dividida y se atomizaba cada vez más tratando de buscar solución al problema del momento; unos creían en la fuerza de las armas, otros se aislaban y vivían en forma independiente. Se esperaba una irrupción de Dios que pusiera fin a esta situación y diera oportunidad al pueblo de Israel. Por otro lado después de la reconstrucción del templo al regresar del exilio, las leyes de purificación dominaron la religión judía hasta convertirla en un simple cumplimiento de normas, actitud con la cual Jesús no está de acuerdo porque se ha desligado totalmente de la vida haciendo falta la práctica de la justicia, del amor y de la misericordia. En una situación de éstas hay más desorientación y desconcierto en el pueblo, por eso Jesús es la alternativa de Dios en ese momento. Muchos se encuentran marginados del templo, han sido desplazados de allí por no cumplir con las normas rituales de purificación, cuando oyen hablar a Jesús se sienten identificados con su enseñanza y con su práctica, descubren que no están tan lejos de los caminos de Dios, encuentran en él al pastor que, en vez de dispersar, congrega y reúne. Por eso, mientras los guías políticos y religiosos encuentran tiempo suficiente para descansar y comer, Jesús y los suyos tienen que inventar tiempo para satisfacer estas necesidades vitales. Marcos reconoce que Jesús, movido por la compasión de ver a la multitud que andaba como oveja sin pastor, se pone a enseñarles. Es la causa del Reino la que le consume su tiempo y su vida. Para esto ha venido, su pasión y su locura es el Reino, en otro pasaje del evangelio cuando María y los familiares de Jesús se enteran de que no les queda tiempo de comer por andar en los trabajos del Reino, vienen a buscarlo porque creen que se está enloqueciendo. Sólo quien ha andado en la vida motivado por una Causa entiende estas actitudes de Jesús, y no siente hambre ni fatiga por andar haciendo lo que le gusta y motiva." (Koinonía)
En aquel tiempo, los fariseos planearon el modo de acabar con Jesús. Pero Jesús se enteró, se marchó de allí y muchos le siguieron. Él los curó a todos, mandándoles que no lo descubrieran. Así se cumplió lo que dijo el profeta Isaías: "Mirad a mi siervo, mi elegido, mi amado, mi predilecto. Sobre él he puesto mi espíritu para que anuncie el derecho a las naciones. No porfiará, no gritará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará, hasta implantar el derecho; en su nombre esperarán las naciones."
Si queremos seguir a Jesús, debemos emprender su misma dirección. Hacernos especialistas en los débiles: pobres, cautivos, ciegos, oprimidos...
"Jesús cumple las promesas antiguas del Mesías: hacer triunfar la justicia e implantar el derecho. Por eso será perseguido por los poderosos que se sienten amenazados y estarán cerrados a la buena nueva de Jesús. Los signos mesiánicos son evidentes, muchos son sanados, otros le siguen. El cumplirá las profecías del siervo: no gritará, no discutirá. La historia de la salvación y liberación resonará siempre en la memoria de Israel, es la noche santa, en que salen, pasan, es la Pascua de la esclavitud a la tierra prometida. Esta noche estará llena de signos, panes preparados a prisa, un viaje sin provisiones. Dios mismo vela por ellos esa noche . Nos enlazamos así en la memoria de otra noche en la que Jesús, el Mesías, pasará de la muerte a la vida resucitando victorioso. Ambos acontecimientos lo celebraremos siempre en la Pascua, dándole a la liturgia un sentido profundamente pascual. Nos invita a hacer memoria, memoria celebrativa de los momentos de vida de nuestras familias y comunidades como continuación de la obra de la liberación." (Koinonía)
Un sábado de aquéllos, Jesús atravesaba un sembrado; los discípulos, que tenían hambre, empezaron a arrancar espigas y a comérselas. Los fariseos, al verlo, le dijeron: "Mira, tus discípulos están haciendo una cosa que no está permitida en sábado". Les replicó: "¿No habéis leído lo que hizo David, cuando él y sus hombres sintieron hambre? Entró en la casa de Dios y comieron de los panes presentados, cosa que no les estaba permitida ni a él ni a sus compañeros, sino sólo a los sacerdotes. ¿Y no habéis leído en la Ley que los sacerdotes pueden violar el sábado en el templo sin incurrir en culpa? Pues os digo que aquí hay uno que es más que el templo. Si comprendierais lo que significa "quiero misericordia y no sacrificio", no condenaríais a los que no tienen culpa. Porque el Hijo del hombre es señor del sábado."
"Jesús nos recuerda el valor relativo de las leyes ante la persona humana y sus necesidades. Los fariseos nunca entendieron, ellos tenían hambre y les importó mas el cumplimiento de le ley. Jesús representa lo contrario, demuestra una libertad de espíritu y una valoración de la persona por encima de las leyes. Jesús ofreció en la Eucaristía su cuerpo y su sangre por todos sin distinción, sin legalismos. En el banquete pascual el vino representa la sangre ofrecida para la liberación y el pan es el signo de la fraternidad. Aunque había muchas normas y legalismos en la fiesta de la pascua: el vestido, el modo de cocinar el cordero, la prisa y por ultimo una condición de fraternidad, juntos con los vecinos y los que mas lo necesitan porque es pan compartido. No se puede negar el pan, es para ser compartido. El hambriento entra en la misma categoría de los pobres y necesitados, a los que obligaba la misericordia. Es una llamada a la conversión y a la misericordia. ¿Defendemos los hambrientos, o defendemos legalismos?" (Koinonía)
En aquel tiempo, exclamó Jesús: "Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera."
El "yugo" de Jesús es suave y ligero, porque Él está a nuestro lado y nos ayuda a llevarlo. La sociedad nos coloca cargas pesadas. Con Él todo es soportable e enriquecedor, aunque de entrada nos parezca algo duro y difícil de soportar. Por grandes que sean los problemas de nuestra vida, con Él siempre los venceremos. Cada mañana deberíamos leer este texto. Afrontaríamos la vida con más ánimos.
"Jesús nos libera del “yugo” del cansancio y agobio, ofreciendo “descanso para la vida” y nos da otro simbólico “yugo suave y carga ligera”. La liberación de nuestros yugos solo viene de la persona de Jesús que hace, como Dios en el A.T., prodigios salvíficos, para liberarnos. Jesús rompe todo yugo y ofrece su corazón “manso y humilde de corazón” como bálsamo de paz y descanso. El “yugo” sirve también para describir la opresión que vivían los judíos en Egipto. Dios les envía un libertador que, recibe su misión desde una zarza ardiente, sin consumirse. El deberá sacarles del yugo de la opresión egipcia y les hará subir a la tierra prometida, todo guiado por la misma mano de Dios. Luego hará con ellos una alianza perpetua que será renovada una y otra vez hasta la alianza definitiva que será sellada en Jesús y la entrega de su sangre. Hemos de renovar cada uno y comunitariamente nuestra alianza con Jesús y ofrecernos como descanso y bálsamo para los hermanos que mas sufren la opresión y esclavitud." (Koinonía)
En aquel tiempo, exclamó Jesús: "Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar."
"Los discursos de Jesús no fueron en las escuelas de israel, en el templo o frente los grandes maestros, sino en las casas, en los caminos, al lado de los sencillos y pobres. Porque Dios no se fija en títulos y honores, en sabios y entendidos, para revelarse sino solo a los sencillos del mundo. Lo mismo le sucede a Moisés, Dios mismo se le revela en la sencillez de la zarza. Ahí, en medio del desierto y en la soledad de la vida pastoril, no en la urbe de las grandes transnacionales, se gestará el proyecto de la liberación de la esclavitud en el que Dios mismo actuará. Moises no huye de la misión, se compromete y ofrece lo mejor que puede dar. Cómo se nos parece a los grandes hombres y mujeres, a Monseñor Romero, que en lugar de huir de las amenazas, se metió de lleno a ofrecer su vida como ofrenda. ¿Contemplando a Dios en la zarza ardiente, cómo nos comprometemos con su obra en favor de los pobres y sencillos?" (Koinonía)
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: "No penséis que he venido a la tierra a sembrar paz; no he venido a sembrar paz, sino espadas. He venido a enemistar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra; los enemigos de cada uno serán los de su propia casa.
El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí; y el que no coge su cruz y me sigue no es digno de mí. El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí la encontrará. El que os recibe a vosotros me recibe a mí, y el que me recibe recibe al que me ha enviado; el que recibe a un profeta porque es profeta tendrá paga de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo tendrá paga de justo. El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pobrecillos, sólo porque es mi discípulo, no perderá su paga, os lo aseguro."
Cuando Jesús acabó de dar instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí para enseñar y predicar en sus ciudades.
"Jesús carga con su cruz y vence con astucia el reino de la muerte y el egoísmo. Así se convierte en modelo de una propuesta difícil, “perder la vida... cargar la cruz”, no estar preocupado por asuntos egoístas y superfluos, sino por las necesidades del otro y la otra, ofrecer vida, recibir al otro en el corazón aunque sea diferente, darle un vaso de agua. El proyecto de los poderosos no lo entiende y nos viene a enemistar, a enfrentar, a incitarnos a violencia y espadas. Teme a Israel que era un pueblo numeroso y fuerte, porque tenían muy claro la ilusión por la libertad y la búsqueda de la tierra prometida por Dios. Escuchando sus lamentos Dios se propone un sueño de libertad que llevará muchos dolores y sacrificios. (...) ¿Seguimos la invasion consumista de la sociedad, o perdemos la vida, cargamos la cruz para encontrar la felicidad?" (Koinonía)
En aquel tiempo, llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto. Y añadió: "Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa." Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.
"Comienza una nueva etapa en el proceso del seguimiento, la etapa de la misión. Ahora les corresponde a los Doce proclamar lo que han visto y oído. Jesús es consciente de que tendrán que enfrentar el mal en todas sus dimensiones por eso les da poder para hacerlo y les da algunas recomendaciones, les indica que es necesario un cierto estilo de pobreza, tener capacidad para acomodarse a las circunstancias y saber que van a ser aceptados o rechazados. La proclamación de la Buena Nueva debe hacerse en libertad, a nadie se puede obligar a aceptarla. Jesús les está hablando desde su propia vida, les está aportando desde su práctica pastoral.
Todos los comienzos tienen sus dificultades -así lo vemos también en la experiencia de Amós-, pero además están llenos de esperanza y de alegría porque se tiene la motivación de sacar a adelante un proceso. Jesús les advierte a los discípulos cómo son las cosas, para que nada los tome por sorpresa. Sin embargo, la experiencia para cada evangelizador será siempre diferente y a veces donde creemos que nos va a ir bien quizá no logramos nada. Quien evangeliza debe tener presente que es Dios quien hace que surja el fruto, pero también debe disponerse para que el mensaje que transmita motive, inquiete y sea más creíble.
Jesús sabe lo que les espera a los Doce. Los envía de dos en dos. La compañía es apoyo, fuerza y motivación para cumplir mejor con la misión y para resistir a las dificultades. La tarea que van a realizar es una tarea liberadora pero, ¿están capacitados para hacerla? Al final del texto se nos dice cómo los discípulos expulsaron muchos demonios y curaron muchos enfermos. De esta forma los Doce van adquiriendo autonomía y confianza en sí mismos, se dan cuenta de que son capaces de hacer lo mismo que hace Jesús.
El que es enviado sabe que debe permanecer en el lugar hasta que cumpla con su misión, así lo vemos en Amós y en las indicaciones que Jesús les da a los Doce. El enviado no va a nombre personal, va en nombre de quien lo envió. Además Jesús cuenta con la buena voluntad de muchos hombres y mujeres que son solidarios, que abren la puerta de su casa para compartir, de ahí que se atreva a decirles que se queden en la casa donde entren hasta que vayan a otro lugar. Pero también les dice que donde no los reciban ni los escuchen, al marcharse sacudan el polvo de los pies. El gesto de sacudir los pies se hacía públicamente y expresaba condena y separación. Este gesto lo podemos leer también como señal de intolerancia de parte del evangelizador que no soporta que lo rechacen y que no lo reciban. No se puede obligar al otro a que reciba la Buena Nueva, también los demás tienen derecho a disentir, a manifestar que no están de acuerdo y el evangelizador debe tener una actitud más tolerante y comprensiva, debe esperar una nueva oportunidad.
Contrariamente a lo que fue la práctica de Jesús, el anuncio del Evangelio, en la mayoría de los casos y de los tiempos, se ha impuesto a los demás, unas veces en forma violenta empleando la fuerza del poder o de las armas, otras veces con las leyes o con la presión social o la presión psicológica, manejando el miedo por la amenaza de la condenación. También ejercemos una cierta violencia cuando insistimos en la costumbre de bautizar a los niños en vez de arriesgarnos a que sean ellos quienes elijan hacerse cristianos libremente cuando sean adultos. Entre las grandes religiones, el cristianismo por lo menos tiene una historia que desacredita mucho la supremacía numérica mundial de la que está tan orgulloso. Su gran magnitud cuantitativa deja mucho que desear y suscita muchas dudas sobre su futuro en un mundo cada vez menos susceptible de coerción religiosa. Se adivina un futuro –que ya es presente en regiones de vieja cristiandad- de disminución y abandono, una situación que no debería interpretarse catastróficamente, sino como la oportunidad de recuperar la calidad que se sacrificó a la cantidad.
Jesús dice a sus enviados que si no es recibido el mensaje, sacudan el polvo de sus pies y se vayan, y es claro que no quiere que obliguen a nadie a aceptar el mensaje. Es más coherente con la «política de Dios» ser menos en número -por ser celosamente respetuosos de la libertad religiosa-, que ser más cuantitativamente a base de bajar el nivel de la calidad evangélica de los métodos evangelizadores." (Koinonía)
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: "Un discípulo no es más que su maestro, ni un esclavo más que su amo; ya le basta al discípulo con ser como su maestro, y al esclavo como su amo. Si al dueño de la casa lo han llamado Belzebú, ¡cuánto más a los criados! No les tengáis miedo, porque nada hay cubierto que no llegue a descubrirse; nada hay escondido que no llegue a saberse. Lo que os digo de noche decidlo en pleno día, y lo que escuchéis al oído, pregonadlo desde la azotea.
No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No, temed al que puede destruir con el fuego alma y cuerpo. ¿No se venden un par de gorriones por unos cuartos? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo; no hay comparación entre vosotros y los gorriones. Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte ante mi Padre del cielo. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre del cielo."
La expresión “no tengáis miedo” es el centro de estos versículos. No tener miedo porque ante la persecución, el consuelo es saber que también el Maestro, el “dueño de la casa” pasó por este trago amargo de la persecución. En el código del reino, que es código de felicidad, la última de las Bienaventuranzas, pertenece a los perseguidos por causa de la justicia. Es porque el discípulo de Jesús tiene asegurada la defensa de un abogado único ante el tribunal de Dios, Jesús. Si los discípulos han defendido sus causas, las de Jesús, las del Evangelio en el mundo, estos mensajeros tienen asegurada la defensa ante el tribunal definitivo de la historia humana. Pero qué triste sería si los mensajeros del evangelio en vez de tener miedo a los poderes del mundo, van por el mundo sembrando miedo ante el pueblo sencillo, por sus amenazas de un Dios enojado, por miedo al castigo, algo que hemos sembrado demasiado en las catequesis al pueblo de Dios, entonces tendremos que examinarnos porque no estamos anunciando de verdad el evangelio.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: "Mirad que os mando como ovejas entre lobos; por eso, sed sagaces como serpientes y sencillos como palomas. Pero no os fieis de la gente, porque os entregarán a los tribunales, os azotarán en las sinagogas y os harán comparecer ante gobernadores y reyes, por mi causa; así daréis testimonio ante ellos y ante los gentiles. Cuando os arresten, no os preocupéis de lo que vais a decir o de cómo lo diréis: en su momento se os sugerirá lo que tenéis que decir; no seréis vosotros los que habléis, el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros. Los hermanos entregarán a sus hermanos para que los maten, los padres a los hijos; se rebelarán los hijos contra sus padres, y los matarán. Todos os odiarán por mi nombre; el que persevere hasta el final se salvará. Cuando os persigan en una ciudad, huid a otra. Porque os aseguro que no terminaréis con las ciudades de Israel antes de que vuelva el Hijo del hombre."
"Sigue Jesús dando instrucciones para ser discípulos suyos. Queda claro en su evangelio el estilo de vida que deben asumir esos seguidores en la aventura de anunciar el proyecto del reino. Queda claro ese mensaje. Deben anunciar la Paz, el Shalom bíblico que anuncia el rostro nuevo de Dios que experimentó Jesús y un programa de vida y de felicidad. ¿Por qué ahora Jesús insiste en otro aspecto desconcertante de ese proyecto misionero y por qué anuncia la persecución, incluso la muerte, que van a experimentar sus discípulos? Es porque esta tarea evangelizadora tiene su centro en la justicia del reino. Los discípulos anuncian un mundo diametralmente opuesto a las estructuras idolátricas que se han instalado en la historia. Hay demasiados lobos rapaces matando, destruyendo vidas inocentes. Esta iniciativa evangelizadora choca diametralmente con ese modelo de mundo. Y es ahí en el tiempo de la persecución donde el Espíritu de Dios actúa insinuando palabras nuevas. Y con la huida causada por la persecución, la fe se extenderá por todo el orbe." (Koinonía)
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: "Id y proclamad que el reino de los cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis.
No llevéis en la faja oro, plata ni calderilla; ni tampoco alforja para el camino, ni túnica de repuesto, ni sandalias, ni bastón; bien merece el obrero su sustento. Cuando entréis en un pueblo o aldea, averiguad quién hay allí de confianza y quedaos en su casa hasta que os vayáis. Al entrar en una casa saludad; si la casa se lo merece, la paz que le deseáis vendrá a ella. Si no se lo merece, la paz volverá a vosotros. Si alguno no os recibe o no os escucha, al salir de su casa o del pueblo, sacudid el polvo de los pies. Os aseguro que el día del juicio les será más llevadero a Sodoma y Gomorra que a aquel pueblo."
"No llevéis ni oro, ni plata, ni alforja..." Contrasta con el camino que llevamos nosotros. Buscamos poder, influir, medios...Él nos indica su camino. El de la pobreza y el de la entrega. El camino de hacer el bien, de ayudar a todos...¿Y nos preguntamos por qué hay crisis de vocaciones?
"Este movimiento que inicia Jesús, con los doce y con otros muchos discípulos y discípulas tiene un objetivo bien definido: El reino de Dios. Pero llama la atención que, para realizar este sueño de Dios, Jesús no escoge el templo, el lugar de los ritos religiosos sino los caminos, las calles, las casas, allí donde transcurre la vida de la gente. Para Jesús Dios está allí donde la gente pasa problemas y su misión consiste en curar y en dar esperanza, ofreciendo una manera nueva de vivir, más humana, más compasiva. Y como el dinero es uno de los causantes más atroces del sufrimiento del mundo, este método evangelizador tiene que desprenderse del dinero como solución al caos que ha causado en el mundo. Es un proyecto que va dirigido directamente a las casas, como el verdadero lugar de Dios por encima de los templos. Reconstruir las casas, la convivencia pacífica de las casas, la hospitalidad de las casas. Por eso denuncia lo que pasó en Sodoma como la ciudad enemiga de la hospitalidad." (Koinonía)
En aquel tiempo, Jesús llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia. Éstos son los nombres de los doce apóstoles: el primero, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el Zebedeo, y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo, el publicano; Santiago el Alfeo, y Tadeo; Simón el Celote, y Judas Iscariote, el que lo entregó. A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones: "No vayáis a tierra de gentiles, ni entréis en las ciudades de Samaria, sino id a las ovejas descarriadas de Israel. Id y proclamad que el reino de los cielos está cerca.
"Este Jesús que ha experimentado la situación que vive el pueblo, como ovejas sin pastor, organiza un movimiento de discípulos a quienes les da el título de apóstoles. Le interesa hacerlo con una gran fuerza simbólica, recuperando la memoria de lo mejor de la historia de su pueblo, cuando liberado de la esclavitud de Egipto se organizó en doce tribus unidas en alianza para repartir la tierra y celebrar juntos la liberación del Dios del Éxodo. Por eso ahora escoge a doce discípulos porque desea organizar una nueva alianza, ya no de sangre o de raza, o de ideas nacionalistas, sino como un germen de una humanidad nueva para expulsar los espíritus inmundos, las mentiras de los sistemas idolátricos del mundo y para ir curando dolencias. Los va nombrando de dos en dos, para indicar que deben trabajar en equipo. Sin protagonismos excluyentes. Son escogidos del pueblo mismo. No necesitan credenciales especiales, o títulos universitarios, solo necesitan vivir la vida alternativa del evangelio que anuncia Jesús." (Koinonía)
En aquel tiempo, presentaron a Jesús un endemoniado mudo. Echó al demonio, y el mudo habló. La gente decía admirada: "Nunca se ha visto en Israel cosa igual." En cambio, los fariseos decían: "Éste echa los demonios con el poder del jefe de los demonios." Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, anunciando el Evangelio del reino y curando todas las enfermedades y todas las dolencias. Al ver a las gentes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: "La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies."
Nos encontramos en una sociedad de mudos. Callamos ante las injusticias. No anunciamos la Palabra. Nos da vergüenza anunciar a Jesús. El texto de hoy nos habla de esto. Veamos el comentario que hace Koinonía:
"La persona sordo muda es para la Biblia la "rebelde" a la palabra de Dios. Por eso los profetas anuncian que al final, en la salvación escatológica, los oídos de los sordos escucharán la palabra. Dios abrirá los oídos de los discípulos para escuchar el Hoy de Dios. Es Jesús quien está realizando este anuncio profético. Cura la enfermedad física para decirnos que Él es la curación del corazón. Esto que provoca una admiración entusiasta en el pueblo sencillo, se convierte en un contrasigno para los dirigentes de la religión que parecían distantes del sufrimiento del pueblo. En este pasaje de Mateo leemos unos de los sumarios más bellos del actuar de Jesús como evangelizador del reino, el compasivo ante las dolencias del pueblo y el organizador de un movimiento de discípulos, enviados a curar sorderas y a hacer hablar a los mudos. Sin duda una tarea titánica en nuestro mundo que parece sordo ante los gritos de los sufrientes y mudo a la hora de gritar la buena noticia de Dios." (Koinonía)
En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba, se acercó un personaje que se arrodilló ante él y le dijo: "Mi hija acaba de morir. Pero ven tú, ponle la mano en la cabeza, y vivirá." Jesús lo siguió con sus discípulos. Entretanto, una mujer que sufría flujos de sangre desde hacía doce años se le acercó por detrás y le tocó el borde del manto, pensando que con sólo tocarle el manto se curaría. Jesús se volvió y, al verla, le dijo: "¡Ánimo, hija! Tu fe te ha curado." Y en aquel momento quedó curada la mujer.
Jesús llegó a casa del personaje y, al ver a los flautistas y el alboroto de la gente, dijo: "¡Fuera! La niña no está muerta, está dormida." Se reían de él. Cuando echaron a la gente, entró él, cogió a la niña de la mano, y ella se puso en pie. La noticia se divulgó por toda aquella comarca.
"Con Jesús se ha inaugurado un nuevo tiempo en la historia. Jesús es el nuevo tiempo de Dios. Los enfermos son curados de dolencias físicas y desprecios culturales; son curados del abandono de sus familias y de la comunidad. Entran en el tiempo mesiánico. La mujer del relato evangélico que sufre tiene una fe profunda en Jesús. Le basta tocar su manto, algo prohibido en las leyes de pureza de su tiempo. Ella sabe que por sufrir hemorragia contaminaba al que tocaba como lo recuerda el libro del Levítico (15,25ss) pero tiene fe y rompe la norma. Jesús desobedece esas leyes. Es el tiempo del Reino. Queda suprimida la frontera entre puro e impuro. La fe salva. Es la hora de levantarse como la hija del jefe de la sinagoga, es la hora de la resurrección a una vida nueva. Jesús entendió la religión, no como un conjunto de ritos, normas y leyes sino como una acción terapéutica que aleje de las personas el sufrimiento y la soledad." (Koinonía)
En aquel tiempo, fue Jesús a su pueblo en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada: "¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es ésa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?" Y esto les resultaba escandaloso. Jesús les decía: "No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa." No pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se extrañó de su falta de fe. Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.
Es característico del evangelio de Marcos presentar a sus destinatarios el aparente fracaso, la soledad, el "escándalo" de la cruz de Jesús. Esa cruz es la que comparten con él todos los perseguidos a causa de su nombre, como la comunidad misma de Marcos. En toda la segunda parte de este Evangelio lo encontraremos al Señor tratando -a solas con los suyos- de revelarles el sentido de un "Mesías crucificado" que será plenamente descubierto por el centurión -en la ausencia de cualquier signo exterior que lo justifique- como el "Hijo de Dios".
Los habitantes de Nazaret no dan crédito a sus oídos: ¿de dónde saca esto que enseña en la sinagoga? "Si a éste lo conocemos, y a toda su parentela...". La sabiduría con la que habla, los signos del Reino que salen de su vida, no parecen coherentes con lo que ellos conocen. Ahí está el problema: "con lo que ellos conocen". Es que la novedad de Dios siempre está más allá de lo conocido, siempre más allá de lo aparentemente "sabido"; pero no un más allá “celestial”, sino un “más allá” de lo que esperábamos, pero “más acá” de lo que imaginábamos; no estamos lejos de la alegría de Jesús porque “Dios ocultó estas cosas a los sabios y prudentes y se las reveló a los sencillos”; no estamos lejos de la incomprensión de las parábolas: no por difíciles, sino precisamente por lo contrario, por sencillas. El "Dios siempre mayor" desconcierta, y esto lleva a que falte la fe si no estamos abiertos a la gratuidad y a la eterna novedad de Dios, a su cercanía. Por eso, por la falta de fe, Jesús "no podía hacer allí ningún milagro"; quienes no descubren en Él los signos del Reino no podrán crecer en su fe, y no descubrirán, entonces, que Jesús es el enviado de Dios, el profeta que viene a anunciar un Reino de Buenas Noticias. Esto es escándalo para quienes no pueden aceptar a Jesús, porque "nadie es profeta en su tierra". Y quizás, también nos escandalice a nosotros... ¿o no?
Jesús es mirado con los ojos de los paisanos como “uno más”. No han sabido ver en él a un profeta. Un profeta es uno que habla “en nombre de Dios”, y cuesta mucho escuchar sus palabras como “palabra de Dios”; cuesta mucho reconocer en quien es visto como “uno de nosotros” a uno que Dios ha elegido y enviado. Cuesta pensar que estos tiempos que vivimos son tiempos especiales y preparados por Dios (kairós) desde siempre. Pero en ese momento específico, Dios eligió a un hombre específico, para que pronuncie su palabra de Buenas Noticias para el pueblo cansado y agobiado de malas noticias. No es fácil reconocer el paso de Dios por nuestra vida, especialmente cuando ese paso se reviste de “ropaje común”, como uno de nosotros. A veces quisiéramos que Dios se nos manifieste de maneras espectaculares ‘tipo Hollywood’, pero el enviado de Dios, su propio Hijo, come en nuestras mesas, camina nuestros pasos y viste nuestras ropas. Es uno al que conocemos, aunque no lo re-conocemos. Su palabra, es una palabra que Dios pronuncia y con la que Dios mismo nos habla. Sus manos de trabajador común son manos que obran signos, pero con mucha frecuencia nuestros ojos no están preparados para ver en esos signos la presencia del paso de Dios por nuestra historia.
Muchas veces nosotros tampoco sabemos ver el paso de Dios por nuestra historia, no sabemos reconocer a nuestros profetas. Es siempre más fácil esperar o cosas extraordinarias y espectaculares, o mirar alguien de afuera. Es más “espectacular” mirar un testimonio allá en Calcuta... que uno de los cientos de miles de hermanas y hermanos cotidianos por las tierras de América Latina que trabajan, se “gastan y desgastan” trabajando por la vida, aunque les cueste la vida. Es más maravilloso mirar los milagros que nos anuncian los predicadores itinerantes y televisivos, que aceptar el signo cotidiano de la solidaridad y la fraternidad. Es más fácil esperar y escapar hacia un mañana que ‘quizá vendrá’, que ver el paso de Dios en nuestro tiempo, y sembrar la semilla de vida y esperanza en el tiempo y espacio de nuestra propia historia. Todo esto será más fácil, pero, ¿no estaríamos dejando a Jesús pasar de largo?