En aquel tiempo, Jesús propuso otra parábola a la gente: "El reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero, mientras la gente dormía, su enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó. Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga apareció también la cizaña. Entonces fueron los criados a decirle al amo: "Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña?" Él les dijo: "Un enemigo lo ha hecho." Los criados le preguntaron: "¿Quieres que vayamos a arrancarla?" Pero él les respondió: "No, que, al arrancar la cizaña, podríais arrancar también el trigo. Dejadlos crecer juntos hasta la siega y, cuando llegue la siega, diré a los segadores: 'Arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo almacenadlo en mi granero.'"
"En esta parábola nos representa el “trigo” pero muchas veces somos “cizaña” (debilidad e inconsistencia, egoísmos) que produce muerte y desesperanza en la comunidad. Estamos más acostumbrados a vernos como trigo que como cizaña, a considerarnos superiores, a condenar, juzgar y señalar. Consideramos que los otros, los diferentes, los “infieles” son la cizaña. Necesitamos la misericordia para renovar, cada día, la alianza personal con Dios. “Haremos todo lo que dice el Señor”, responde el pueblo cuando es rociado con la sangre. Es una llamada a la obediencia a Dios y a la necesidad de los hermanos. La celebración de la Alianza es seria y vital en todo su ritual. Se nota en los elementos: lectura de la palabra, respuesta del pueblo, la sangre, los sacrificios de animales, levantar un altar y especialmente las palabras del Señor. ¿Que haremos? ¿arrancaremos la cizaña como camino fácil?, ¿obedeceremos fielmente y renovaremos la alianza con Dios y los hermanos?" (Koinonía)
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