En aquel tiempo, fue Jesús a su ciudad y se puso a enseñar en la sinagoga. La gente decía admirada: "¿De dónde saca éste esa sabiduría y esos milagros? ¿No es el hijo del carpintero? ¿No es su madre María, y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? ¿No viven aquí todas sus hermanas? Entonces, ¿de dónde saca todo eso?" Y aquello les resultaba escandaloso. Jesús les dijo: "Sólo en su tierra y en su casa desprecian a un profeta." Y no hizo allí muchos milagros, porque les faltaba fe.
"El obstáculo más evidente de este evangelio, es la incredulidad de algunos paisanos de Jesús. Son ellos los que ponen límite a los milagros. Dice el texto que por ello Jesús “no hizo allí muchos milagros”. A estas personas les faltaba el milagro principal: escuchar a Dios y creer que Él. Creer que Dios se manifiesta en los sencillos y descalificados de la sociedad. Ellos escucharon a Jesús decir “Te alabo Padre porque has revelado estas cosas a la gente sencilla” (Mt 11,25)
En una sociedad materialista donde el prestigio y el poder son valores supremos, se llega a descalificar y excluir a las personas. Jesús denuncia la ceguera ante el profetismo de los sencillos. El texto da pie para pensar en que hubo gente que sí creyó y recibió milagros. Descubrimos gratamente que en medio de las comunidades hay personas que son un rayo de luz y esperanza. Son un ejemplo por seguir. Me puedo preguntar: ¿Soy obstáculo o hilo conductor de luz y esperanza en mi comunidad de fe, entorno familiar, social o laboral?" (koinonía)
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