Comentó el Anacoreta el evangelio del día con su joven seguidor:
- Hoy volvemos a ver a Jesús pasando a la otra orilla. No se queda cómodamente en el mismo lugar. Va al encuentro de aquellos que le necesitan. Y hoy encuentra a un paralítico.
Se detuvo unos instantes y continuó:
- Un paralítico simboliza a los que no se mueven para ayudar a los demás Por eso empieza a decirle que sus pecados le son perdonados. Porque ser paralítico, no ayudar al otro, no movernos en auxilio del que nos necesita, es el verdadero pecado.
Volvió a detenerse mirando a la lejanía. Luego, volviéndose hacia el joven le dijo:
- Y los maestros de la Ley, los profesionales de la religión se escandalizaron. Jesús les da una lección práctica: para andar, para entregarse a los demás necesitamos el perdón de Dios. Necesitamos que Él nos acoja en sus brazos. Si no...seguiremos paralizados, encerrados en nuestro egoísmo.
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