martes, 15 de noviembre de 2022

IGLESIAS

Yo, Juan, oí cómo el Señor me decía: "Al ángel de la Iglesia de Sardes escribe así: "Esto dice el que tiene los siete espíritus de Dios y las siete estrellas: Conozco tus obras; tienes nombre como de quien vive, pero estás muerto. Ponte en vela, reanima lo que te queda y está a punto de morir. Pues no he encontrado tus obras perfectas a los ojos de mi Dios. Acuérdate, por tanto, de cómo recibiste y oíste mi palabra: guárdala y arrepiéntete. Porque, si no estás en vela, vendré como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti. Ahí en Sardes tienes unos cuantos que no han manchado su ropa; ésos irán conmigo vestidos de blanco, pues se lo merecen.
El que salga vencedor se vestirá todo de blanco, y no borraré su nombre del libro de la vida, pues ante mi Padre y ante sus ángeles reconoceré su nombre. Quien tenga oídos, oiga lo que dice el Espíritu a las Iglesias."
Al ángel de la Iglesia de Laodicea escribe así: "Habla el Amén, el testigo fidedigno y veraz, el principio de la creación de Dios: Conozco tus obras, y no eres frío ni caliente. Ojalá fueras frío o caliente, pero como estás tibio y no eres frío ni caliente, voy a escupirte de mi boca. Tú dices: 'Soy rico, tengo reservas y nada me falta'. Aunque no lo sepas, eres desventurado y miserable, pobre, ciego y desnudo. Te aconsejo que me compres oro refinado en el fuego, y así serás rico; y un vestido blanco, para ponértelo y que no se vea tu vergonzosa desnudez; y colirio para untártelo en los ojos y ver.
A los que yo amo los reprendo y los corrijo. Sé ferviente y arrepiéntete. Estoy a la puerta llamando: si alguien oye y me abre, entraré y comeremos juntos.
Al que salga vencedor lo sentaré en mi trono, junto a mí; lo mismo que yo, cuando vencí, me senté en el trono de mi Padre, junto a él. Quien tenga oídos, oiga la que dice el Espíritu a las Iglesias.""


El evangelio de hoy es el de Zaqueo, que ya lo hemos comentado dos veces, no hace mucho. Por eso hoy comentamos la 1ª lectura,

"Una frase popular dicta: “No todo lo que brilla es oro”. Parece que el autor del Apocalipsis conocía esta máxima al interpelar a la comunidad de Laodicea diciendo: «Dices que eres rico, que tienes abundancia y no te falta nada; y no te das cuenta de que eres desgraciado, miserable y pobre, ciego y desnudo…» (Ap 2,17). Laodicea era rica al ser un centro comercial dentro del mar Egeo, pero su comunidad cristiana se había empobrecido y no en bienes materiales, sino en su práctica cristiana. Qué difícil construir una comunidad solidaria y protectora que tiende a la ostentación y las relaciones desiguales. El autor del Apocalipsis usa una ironía pedagógica. Invierte el sentido del término “riqueza” para desvestirlo de una dimensión material y darle un tono relacional y existencial. Si en la riqueza material “endiosada” encontramos la pobreza, ¿dónde está la riqueza? Jesús nos dirá que se encuentra en la solidaridad, la justicia, y el cuidado de la persona que sufre. ¡Trabaja por la riqueza del Reino de Dios! " (Koinonía)

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