Un día en que de nuevo se había juntado mucha gente y no tenían nada que comer, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo:
– Siento compasión de esta gente, porque ya hace tres días que están aquí conmigo y no tienen nada que comer. Y si los envío en ayunas a sus casas pueden desfallecer por el camino, porque algunos han venido de lejos.
Sus discípulos le contestaron:
– ¿Pero cómo se les puede dar de comer en un lugar como este, donde no vive nadie?
Jesús les preguntó:
– ¿Cuántos panes tenéis?
– Siete – dijeron ellos.
Mandó entonces que la gente se sentara en el suelo, tomó en sus manos los siete panes y, habiendo dado gracias a Dios, los partió, los dio a sus discípulos y ellos los repartieron entre la gente. Tenían también unos cuantos peces; Jesús dio gracias a Dios por ellos, y también mandó repartirlos. Todos comieron hasta quedar satisfechos, y llenaron todavía siete canastas con los trozos sobrantes. Los que comieron eran cerca de cuatro mil. Después de esto, Jesús los despidió, subió a la barca con sus discípulos y se fue a la región de Dalmanuta.
Jesús se compadece de aquella gente. Los apóstoles le dicen que sólo tienen siete panes y unos cuantos peces. Empieza a compartirlos entre aquellas cerca de cuatro mil, llega para todos y sobran siete canastas.
Jesús nos enseña hoy dos cosas: que debemos compadecernos de las penurias de los demás, de los que no tienen nada. Y también nos enseña que debemos compartir, y aunque nos parezca insignificante nuestra aportación, llegará para todos.
También podemos fijarnos en que el número 7 es símbolo de plenitud. Cuando Pedro le preguntó si había que perdonar siete veces, Jesús le respondió 70 veces 7. Es decir, siempre. Aquellos siete panes nos indican, que lo que tenemos, comparado con lo que tienen los que no tienen nada, es mucho. Por eso no debemos negarnos a compartir. Si todos compartiéramos, no habría hambre ni carencia de nada en el mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario