viernes, 9 de febrero de 2024

OÍR Y HABLAR



 Jesús volvió a salir de la región de Tiro y, pasando por Sidón y los pueblos de la región de Decápolis, llegó al lago de Galilea. Allí le llevaron un sordo y tartamudo, y le pidieron que pusiera su mano sobre él. Jesús se lo llevó a un lado, aparte de la gente, le metió los dedos en los oídos y con saliva le tocó la lengua. Luego, mirando al cielo, suspiró y dijo al hombre:
– ¡Efatá! (es decir, “¡Ábrete!”).
Al momento se abrieron los oídos del sordo, su lengua quedó libre de trabas y hablaba correctamente. Jesús les mandó que no se lo dijeran a nadie; pero cuanto más se lo mandaba, tanto más lo contaban ellos. Llenos de asombro, decían:
– Todo lo hace bien. ¡Hasta hace oir a los sordos y hablar a los mudos!

Todo lo hacía bien. Hacía oír a los sordos y hablar a los mudos. Debemos pedirle que hoy haga lo mismo. Estamos sordos a los gritos de los que sufren, a los lamentos de los perseguidos, al llanto de los que pierden a sus hijos en la guerra o mueren de hambre por falta de alimentos. Somos una generación de sordos.
También callamos mirando hacia otro lado, en vez de denunciar las injusticias, de pedir ayuda para el necesitado, de explicar al mundo entero los abusos que sufren la gente sencilla, humilde, del tercer mundo...o a nuestro lado mismo.
Que Jesús nos libre de nuestra sordera y de nuestra mudez. Que se nos abran los ojos para ver a nuestro prójimo.

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