miércoles, 21 de febrero de 2024

EL SIGNO

 

La multitud seguía juntándose alrededor de Jesús, y él comenzó a decirles:
– La gente de este tiempo es malvada. Pide una señal milagrosa, pero no se le dará otra señal que la de Jonás. Porque así como Jonás fue señal para la gente de Nínive, así también el Hijo del hombre será señal para la gente de este tiempo. En el día del juicio, cuando se juzgue a la gente de este tiempo, la reina del Sur se levantará y la condenará; porque ella vino de lo más lejano de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y lo que hay aquí es más que Salomón. También los habitantes de Nínive se levantarán en el día del juicio, cuando se juzgue a la gente de este tiempo, y la condenarán; porque los de Nínive se convirtieron a Dios cuando oyeron el mensaje de Jonás, y lo que hay aquí es más que Jonás.

La señal la tenemos delante nuestro. Es Jesús mismo. Él con su misericordia infinita y su amor in límites. Jesús, con su entrega total, nos señala el camino, nos muestra dónde encontrar a Dios, dónde encontrarlo a Él, ahora que no está físicamente entre nosotros: en los pobres, en los hambrientos, en los perseguidos...Nosotros buscamos grandes cosas, pero Él está en lo más humilde, en lo más sencillo, en el más necesitado.

"La verdad es que puestos a pensar Jonás no fue un gran signo para los habitantes de Nínive. Hay que imaginarse la llegada de una persona solitaria a la gran ciudad. Seguro que se lo podían haber tomado a broma. Sus palabras invitando a la conversión se podían tomar a chirigota lo mismo que se podían tomar en serio. Pero los ninivitas decidieron dar crédito a las palabras de Jonás. Decidieron creer en aquel pequeño, impotente, inerme, hombre que iba chillando por las calles su mensaje de parte de Dios.
Y puestos a pensar así, tampoco Salomón fue un gran signo. Posiblemente su sabiduría sería discutida por algunos. Tampoco se difundiría mucho porque en aquella época no había ni medios de comunicación ni redes sociales ni cosa que se le pareciera. Pero la reina de Saba si apreció esa sabiduría. Y Salomón fue un signo para ella.
Puestos a pensar, parece que nuestro Dios gusta de los signos pequeños. Jesús nació en una cuadra maloliente. No fue hijo de los grandes de Jerusalén sino de unos pobres judíos que vivían en Galilea, tierra marginal y de frontera. Se movió por aquellas zonas marginales. Sus seguidores fueron entre pobres pescadores y hombres marginales, pecadores, publicanos y gentes de mal vivir. Y, siendo realista, su muerte pasó desapercibida para la gran mayoría del pueblo de Israel. Ya no vamos a decir de lo que fue su muerte en el mundo de entonces. Una gota de agua en aquel mundo violento donde la condena a muerte era un hecho marginal y secundario.
Dios gusta de los gestos y signos pequeños. No se manifiesta de forma impositiva. No fuerza las voluntades, no obliga a nadie a creer en él. Simplemente se hace presente en nuestro mundo y hace presente el amor de Dios entre aquellos con los que se encuentra. No vamos a tener grandes signos. Estoy pensando que el sol oscureciéndose y brillando con mil colores a intervalos podría ser un buen espectáculo que convirtiese a todos, admirados de ver así el poder de Dios, haría que se convirtiesen todos los incrédulos. Pero nuestro Dios no es así. Simplemente se hace presente en Jesús y hace así presente su amor para con todos y, sobre todo, con los más pobres y marginados. Nosotros somos los testigos de ese amor."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)

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