miércoles, 3 de julio de 2024

CREER SIN VER

 


Tomás, uno de los doce discípulos, al que llamaban el Gemelo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Después le dijeron los otros discípulos:
– Hemos visto al Señor.
Tomás les contestó:
– Si no veo en sus manos las heridas de los clavos, y si no meto mi dedo en ellas y mi mano en su costado, no lo creeré.
Ocho días después se hallaban los discípulos reunidos de nuevo en una casa, y esta vez también estaba Tomás. Tenían las puertas cerradas, pero Jesús entró, y poniéndose en medio de ellos los saludó diciendo:
– ¡Paz a vosotros!
Luego dijo a Tomás:
– Mete aquí tu dedo y mira mis manos, y trae tu mano y métela en mi costado. ¡No seas incrédulo, sino cree!
Tomás exclamó entonces:
– ¡Mi Señor y mi Dios!
Jesús le dijo:
– ¿Crees porque me has visto? ¡Dichosos los que creen sin haber visto!


"A veces convertimos la historia de una persona en un solo hecho. Eso es lo que le define. Ya casi da lo mismo lo que luego haga de bueno o de malo. Aquel hecho marca lo que es. Es como un molde del que la persona no puede salir. Si lo que hizo en aquel momento fue bueno, pues ya será bueno para siempre. Y si lo que hizo fue malo, ya malo para siempre y para todo lo que haga. Es decir, “coge fama y échate a dormir.”
Eso la pesa a santo Tomás. Es apóstol. Es de aquellos primeros a los que eligió el señor. De los doce. Los especialmente elegidos. Los que iban a ser los fundamentos de su iglesia. Pero Tomás ha pasado como el hombre de la poca fe. Aquel momento en que se encontró con Cristo resucitado y puso por delante, con total sinceridad, sus dudas, es lo que ha definido su vida y el recuerdo que tenemos de él.
Pensemos que lo mismo nos pasa con Pedro, el líder de los apóstoles. Ha pasado a la historia como el primer papa. Todo son para él honores y glorias. Y hemos dejado de lado sus momentos negros, oscuros, sus dudas… Todo eso parece que no pesa nada en nuestros recuerdos. Sirve a lo más para una breve meditación sobre la fragilidad de la persona. Pero se olvida rápido para centrarnos en que Jesús le eligió para ser la roca, el cimiento firme de la iglesia.
Tendríamos que hacer el esfuerzo por dejar de lado los prejuicios con los que tantas veces encasillamos a las personas. Ni Tomás fue solo el de las dudas ni Pedro el hombre ardiente y lleno de fe líder genial de la primera iglesia. La vida es más compleja y ambigua. Está llena de momentos diversos, de fracasos sonados y genialidades. Tomás fue uno de los doce, siguió a Jesús. Como los demás, en el momento de la cruz, asustado, salió corriendo. Pero luego volvió. Y como los demás predicó el reino. Con sus limitaciones, con sus ambigüedades, fue fiel a su misión. Como nosotros, como todos.
Conclusión: liberémonos de prejuicios y miremos a nuestros hermanos y hermanas, y a nosotros mismos, con los ojos de amor y compasión con que nos mira Dios."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)

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