martes, 16 de julio de 2024

RESPONDER A SU LLAMADA



Entonces comenzó Jesús a reprender a los pueblos donde había hecho la mayor parte de sus milagros, porque la gente no se había convertido a Dios. Decía Jesús: ¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho entre vosotras, ya hace tiempo que su gente se habría convertido a Dios, cubierta de ropas ásperas y de ceniza. Por eso os digo que, en el día del juicio, vuestro castigo será más duro que el de la gente de Tiro y Sidón. Y tú, Cafarnaún, ¿crees que van a levantarte hasta el cielo? ¿Hasta lo más hondo del abismo serás arrojada! Porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que se han hecho en ti, esa ciudad habría permanecido hasta el día de hoy. Por eso te digo que, en el día del juicio, tu castigo será más duro que el de los habitantes de la región de Sodoma.

Los que hemos sido educados en la Fe, si no vivimos conforme a ella, somos como Corazin y Betsaida. Porque Él nos haya llamado no somos mejores que los demás. Debemos responder a esa llamada con una vida de entrega, una vida de Amor a todos, de servicio, de sencillez...Debemos preguntarnos si de verdad estamos respondiendo a su llamada.

"Dios llama y nosotros respondemos…, o no. La llamada de Dios no se impone, porque Él respeta nuestra libertad. Pero no deja de avisarnos, de llamarnos, a veces a gritos, o recriminándonos con severas advertencias. La seriedad de la llamada tiene que ver con la gravedad del asunto: no podemos subsistir para siempre, nuestra vida desligada de su fuente se disuelve en la nada, está condenada a la muerte. Esta llamada de Dios se ha encarnado en Cristo, por lo que se realiza en un lenguaje que podemos entender, de modo que no hay excusas.
Las duras palabras de Jesús no son una amenaza: no es que vayan a ser arrojados al abismo como castigo los que no acogen la llamada de Jesús (con palabras y con signos de salvación), sino que a lo que nos llama es precisamente a no encaminarnos nosotros mismos hacia el abismo a causa de nuestra contumacia, nos llama a seguir las sendas que conducen a la vida, a la comunión con Dios, a la salvación.
Vivimos tiempos de contumaz rechazo de la llamada de Dios, de sordera para con su palabra y de ceguera para con sus signos. Nuestra respuesta creyente no debe ser volver la espalda a los que rechazan a Cristo con temor, indiferencia o desprecio, sino seguir hablando con caridad, claridad y valor, acompañando esas palabras (que a veces deberán ser fuertes y duras), con signos, milagros de obras buenas, que testimonian la presencia de Dios entre nosotros. Para ello, debemos examinarnos de hasta qué punto estamos acogiendo la Palabra de Dios y dejándola actuar entre nosotros. Y es que lo que debemos decir al mundo como testimonio del Evangelio, nos lo decimos a nosotros mismos: “si no creéis no subsistiréis”."
(José Mª Vegas cmf, Ciudad Redonda)

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