Muchos judíos habían ido a visitar a Marta y María, para consolarlas por la muerte de su hermano. Cuando Marta supo que Jesús estaba llegando, salió a recibirle; pero María se quedó en la casa. Marta dijo a Jesús:
– Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero aun ahora yo sé que Dios te dará cuanto le pidas.
Jesús le contestó:
– Tu hermano volverá a vivir.
Marta le dijo:
– Sí, ya sé que volverá a vivir cuando los muertos resuciten, en el día último.
Jesús le dijo entonces:
– Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y ninguno que esté vivo y crea en mí morirá jamás. ¿Crees esto?
Ella le dijo:
– Sí, Señor, yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.
Jesús nos hace revivir cada día. Cada vez que caemos Él nos levanta. No nos abandona nunca. Siempre está junto a nosotros. Él es nuestra verdadera fuente de Vida. Sólo debemos creer en Él.
" (...) Hoy celebramos sencillamente la santidad de tres hermanos, dos mujeres y un varón, en cuya casa, quizá repetidas veces (cf. Lc 10,38-42), se hospedó Jesús. Al parecer son solteros, cosa rara en el judaísmo de la época (¿pertenecerían a algún grupo integrista, tal vez esenio?). El evangelio destaca la actitud de Jesús para con ellos: “amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro” (Jn 11,5), y este es calificado como “amigo” (Jn 11,11) de Jesús y de sus seguidores: “nuestro amigo”. El evangelista tenido por más tendente a la espiritualización es el que repara en los sentimientos humanos de Jesús, que “se conmovió y se turbó en su interior” (11,33), y “derramó lágrimas” (11,35) por la muerte de Lázaro.
Se nos ofrece una gran lección de humanidad, o insistencia en la verdadera encarnación, al mismo tiempo que la confesión de fe en el mesianismo, omnipotencia y divinidad de Jesús: “el Cristo, el Hijo de Dios, el esperado del mundo” (Jn 11,27). Lázaro cultiva la amistad, María escucha a Jesús sentada a sus pies, Marta procura que en la casa no falte nada en las atenciones al singular visitante. Previamente ha confesado que, donde está Jesús, la muerte no tiene poder: “no hubiera muerto mi hermano” (11,32).
Sobra toda reivindicación feminista barata o malsana, pero quizá convenga observar que, en el cuarto evangelio, la confesión de fe de Marta está en paralelo con la de Pedro: “nosotros creemos y sabemos que tú eres el santo de Dios” (Jn 6,69). Seamos varones o mujeres, jóvenes o mayores, sanos o enfermos… estamos llamados a cultivar la amistad con Jesús, a escuchar su palabra y atender a los detalles de su causa, sobre todo a confesar y proclamar que él es la vida y el único que tiene palabras de vida eterna."
(Severiano Blanco cmf, Ciudad Redonda)
"Aquell que viu i creu en Mi, viurà sempre"
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