"Actuó con todo su poder: deshizo los planes de los orgullosos, derribó a los reyes de sus tronos y puso en alto los humildes. Llenó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías."
Ante las expectativas de poder y de dominio que tenían los judíos del Mesías, María lanza su canto revolucionario en que lo gira todo. Los poderosos, los orgullosos, los reyes, los ricos, no deben esperar nada. Son los humildes, los hambrientos los que deben alegrarse de la venida de un Dios que siempre es misericordioso. Un Dios Salvador.
María se alegra, porque precisamente, ella que es humilde, que se considera una esclava, es la que ha sido depositaria de los ojos de Dios, de su mirada.
Cuando rezamos el Magníficat en las Vísperas de cada tarde, deberíamos evitar la rutina y saborear la fuerza social que tiene ese cántico de María.
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