"Todos los que cobraban impuestos para Roma, y otras gentes de mala fama, se acercaban a escuchar a Jesús. Y los fariseos y maestros de la ley le criticaban diciendo:
– Este recibe a los pecadores y come con ellos.
Entonces Jesús les contó esta parábola:
- ¿Quién de vosotros, si tiene cien ovejas y pierde una de ellas, no deja las otras noventa y nueve en el campo y va en busca de la oveja perdida, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra la pone contento sobre sus hombros, y al llegar a casa junta a sus amigos y vecinos y les dice: ‘¡Felicitadme, porque ya he encontrado la oveja que se me había perdido!’ Os digo que hay también más alegría en el cielo por un pecador que se convierte, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse .
O bien, ¿qué mujer que tiene diez monedas y pierde una, no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado hasta encontrarla? Y cuando la encuentra reúne a sus amigas y vecinas y les dice: ‘¡Felicitadme, porque ya he encontrado la moneda que había perdido!’ Os digo que así también hay alegría entre los ángeles de Dios por un pecador que se convierte."
¿Cuántas veces hemos escuchado este texto? Sin embargo seguimos comportándonos como los fariseos y maestros de la ley, y señalamos con el dedo a los que llamamos pecadores. Es curioso, Jesús no los considera pecadores, sino extraviados, perdidos. Son la oveja que se ha extraviado y la moneda que se ha perdido. Señalamos a los demás y no nos damos cuenta, que nosotros somos la oveja perdida, la moneda extraviada. Jesús nos muestra a un Dios Padre, que no puede pasar sin nosotros, que nos busca y se alegra al encontrarnos.
Dios nos invita cada día a convertirnos, a volver al redil. Y es que para Dios cada uno de nosotros es un ser único.
¿Cuántas veces hemos escuchado este texto? Sin embargo seguimos comportándonos como los fariseos y maestros de la ley, y señalamos con el dedo a los que llamamos pecadores. Es curioso, Jesús no los considera pecadores, sino extraviados, perdidos. Son la oveja que se ha extraviado y la moneda que se ha perdido. Señalamos a los demás y no nos damos cuenta, que nosotros somos la oveja perdida, la moneda extraviada. Jesús nos muestra a un Dios Padre, que no puede pasar sin nosotros, que nos busca y se alegra al encontrarnos.
Dios nos invita cada día a convertirnos, a volver al redil. Y es que para Dios cada uno de nosotros es un ser único.
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